lunes, 5 de agosto de 2013

Su herencia


Salí a pasear por el pueblo al caer la tarde para dejarme querer por el bochorno, para ordenar ideas, para tomarme un helado. Caminé mucho y a mi regreso se desató una de esas deliciosas tormentas de verano con goterones de agua muy gruesos y muy fríos. Traté de caminar más rápido, hice un par de amagos de refugiarme bajo un tejadillo, pero me di cuenta de que ya estaba empapada y de que, de hecho, me lo estaba pasando estupendamente.

Así que me abandoné por completo. Imagino que, si hubo testigos, debieron de pensar que había perdido la chaveta. Recuerdo el tacto fresco del agua resbalando por la frente y las orejas, la nuca, los hombros, los dedos; el chof chof de las sandalias en contacto con mis pies mojados, y, lo mejor de todo, las gafas absolutamente empapadas, cubiertas de diminutas gotitas de lluvia que me impedían ver a más de dos o tres metros de distancia. Hay un adjetivo en inglés, exhilarating, que describe a la perfección, sin necesidad de perífrasis en español, cómo fue aquella tormenta, cómo la viví yo y cómo la recuerdo: sí, fue totalmente exhilarating




Llegué a casa y, antes siquiera de quitarme la ropa, cogí mi teléfono móvil y leí el mensaje que mi querida C. me había enviado hacía un rato. Siento mucho lo de Chavela...

Tengo una gran facilidad para recordar fechas que, por el motivo que sea, son importantes para mí, me sucede de manera bastante espontánea; en este caso el recuerdo de la muerte se mezcla con el recuerdo de la lluvia. Sentí su pérdida porque Chavela es un referente vital para mí, pero al mismo tiempo me consolé pensando que, de acuerdo con algunas entrevistas que había leído, ella no veía la muerte como un mal inevitable, sino como una culminación gozosa de la vida. Se me vienen a la cabeza esos versos de Nacho Vegas: Déjame a mi suerte, que no hay muerte si no hay, también, perfección. 





Cuando Chavela salió huyendo de su Costa Rica natal era apenas una adolescente, y escapaba de una familia que, según ella misma contó en varias ocasiones, no la quería. Parece ser que sus hermanos varones, por el simple hecho de serlo, salían mejor parados en lo que se refiere al afecto que recibían por parte de sus padres (Vargas, C 2012). 

México la acogió entonces, aunque no le resultó nada fácil abrirse un hueco en la ciudad, y no digamos en el mundo de la música. A la pregunta de si consideraba que México le había devuelto el amor que ella le entregara durante décadas, contestó: Sí, me ha correspondido hasta donde puede, por el machismo. Aquí me quieren. En España y Argentina me adoran (Vargas, C 2007).

Ya lo creo que la adorábamos. Y la adoramos. En nuestro país no sólo impactó a personalidades como Joaquín Sabina, Laura García Lorca, Pedro Almodóvar o Felipe González, con lo diferentes que son entre sí. Creo poder afirmar que, a poco que se la escuche con detenimiento, prestando verdadera atención a las inflexiones de su voz, es imposible sustraerse a la extraña corriente que desprende en cada verso. Muerde las palabras a veces y a veces las acaricia, y a veces las escupe. Lloró en alguna ocasión mientras cantaba, pero su llanto no era el de alguien vencido por el dolor, sino el de un animal herido que no tiene otra opción más que sobrevivir. El llanto se convierte entonces en un catalizador de su propia fuerza. Era bellísimo verla entregarse así sobre el escenario.

El 1 de mayo de 1993 Chavela dio un concierto en la Sala Caracol de Madrid que ha pasado a la historia como uno de los mejores que ofreció en España. También en Sevilla impactó al público. Como reseñó en su autobiografía Y si quieres saber de mi pasado (Aguilar, 2001: 251-252), 

En Sevilla me quedé como destanteada, me quedé loca, porque comenzaron a aplaudir de forma muy rara... Pensé para mí: "¡Ay, qué raro me aplauden! ¿Será que no les ha gustado?" 

- Aplauden por bulerías, Chavela.
- ¿Y eso es bueno o malo?
- Es lo mejor.

Imagino su desconcierto y me conmueve. La música provoca reacciones muy intensas en quien la escucha, eso es sin duda universal, pero la manera de expresar esos sentimientos varía culturalmente, y eso hace aún más especial el diálogo que se establece entre el intérprete y su público. Es un diálogo atemporal, en cierto modo eterno. 

Aplauso por bulerías, Sevilla- min. 2:18


Confieso que hay una etapa musical de Chavela que me desquicia. No por ella, en realidad, que canta estupendamente y además todavía no tiene la voz maltratada por la edad y los excesos, sino porque las canciones están repletas de ARPAS. El arpa, ese instrumento del demonio. Estoy convencida de que, si existe el infierno, estará repleto de seres tocando el arpa sin descanso. Arpas gigantes enchufadas a amplificadores. Es una pena, porque canciones como Fallaste, corazón, o Flor de azalea me dan dolor de cabeza por culpa de ese rasgueo incesante. Es una pena renunciar a ellas por el acompañamiento que llevan, pero la salud mental es lo primero. Además, afortunadamente hizo versiones posteriores ya sin arpa. Y ésas sí, ésas son una auténtica maravilla. 






Cómo se resume una vida tan larga. Se corre el riesgo de presentar una imagen inevitablemente sesgada de ella. La Chavela borracha durante años. La Chavela intrépida que paseaba con un revólver al cinto. La Chavela que dejó de beber de un día para otro y definitivamente, para desesperación de sus compañeros de parranda. La Chavela lesbiana que hizo lo que quiso en un mundo, en un tiempo en que aquello podría haberle costado la vida. La que hablaba cada noche un ratito con Lorca antes de dormir y lo contaba con total naturalidad, convencida de que entre los vivos y los muertos hay relaciones más intensas incluso que las que se establecen entre muchas personas vivitas y coleantes.

Fue en su querido México donde Chavela cantó en un concierto muy especial, uno de los que ella recordaría con más emoción. Fue en el Zócalo, en Ciudad de México. Releyendo sus entrevistas me doy cuenta de que tenía la sensibilidad de los verdaderos poetas, que explican el mundo mediante imágenes poco comunes que obedecen a una lógica extraña y hermosa. 

Fue increíble. Estaba el cielo de México y estábamos sobre el Templo Mayor. Yo sentía sus vibraciones donde estaba parada. La bandera de México ondeaba como nunca y esa noche fue de gran libertad. Mientras cantaba, oía en los silencios de la música el llanto de la gente, pero el llanto dulce, ese llanto sereno, y era hermosísimo oír eso. Esa noche sentí algo rarísimo en escena. Cuando salí del escenario me avisaron que había muerto mi hermano en Costa Rica. Pero esa noche fue para mí inolvidable: sentí las emociones en los jóvenes, y yo amo la verdad en los jóvenes (Vargas, C 2003).

Aquella noche desenvolvió ante su público el regalo que tenía para todos nosotros. Para todas nosotras: 

¡Les dejo en herencia mi libertad!





Concierto Sala Caracol, 1993

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                                                      Referencias



- Vargas C, Vales J 2002, Y si quieres saber de mi pasado, Ed. Aguilar, Madrid.

- Vargas, C (entrevistada); Vázquez, E 2003 'Entrevista personal' [en línea], Letras Libres, Septiembre, 2003
http://www.letraslibres.com/revista/artes-y-medios/les-dejo-de-herencia-mi-libertad-entrevista-con-chavela-vargas

- Vargas, C (entrevistada); Petrich, B 2007 'Entrevista personal' [en línea], La Jornada, 8 de junio, 2007

http://www.jornada.unam.mx/2007/06/08/index.php?section=espectaculos&article=a12n1esp


- Vargas, C (entrevistada); Pinilla, J 2012 'Entrevista personal' [en línea], El Comercio, 5 de agosto, 2012

http://elcomercio.pe/espectaculos/1451616/noticia-chavela-vargas-mi-nadie-me-va-domar