lunes, 24 de febrero de 2014

Conversaciones con Laura


Salimos del teatro borrachas de palabras, con las manos todavía entumecidas de tanto aplaudir. Se nos fueron muchas calles recordando fragmentos en voz alta, riendo con esa risa frenopática que sale del cuerpo cuando se ha estado durante mucho rato muy atenta, con el corazón apretadísimo dentro del pecho:

Ah, ¡triste de ti! ¡Cómo podrías haber sido recordado! ¡Y, en cambio, cómo serás recordado ahora!

Luego llegaron las cañas por Lavapiés y los brindis sucesivos. En el bar empezaron a sonar canciones de Nino Bravo y yo, sinceramente, me vine arriba. Esas canciones estaban incluidas en un viejo disco de vinilo que, a unos pocos kilómetros de distancia, Laura y yo teníamos en común cuando apenas levantábamos un palmo del suelo y aún faltaban décadas para que nos conociéramos: ella en Vallecas, en el salón de su casa, impresa su imagen para siempre en las fotografías que le hicieron sus padres cuando decidieron cortarle el pelo a ella y a sus hermanas; yo en Villaverde, jugando con mis frutas de plástico en la bañera de color verde Olivetti, pidiéndole a mi madre que dejase la puerta abierta para escuchar mejor aquella voz de caverna infinita.

Nino Bravo- La puerta del amor (1972)


viernes, 21 de febrero de 2014

La flaqueza del bolchevique


Transcribo aquí, traducido, un comentario que he leído esta mañana y que me ha tenido todo el día atando cabos:


Perdonadme por no fiarme de los hombres adultos que "salen" con chicas adolescentes. Durante la conversación siempre acaban asignando a las jóvenes una especie de falsa agencia: mira qué "sexual" es esta chica, lo "madura" que es. Esa "madurez" de las adolescentes es la justificación que necesitan algunos para decir cosas como: 

<<Para algunos de nosotros, "hombres adultos", las chicas adolescentes son de hecho más inteligentes/ maduras que las mujeres de nuestra misma edad>>.

... Pero ¿este tío va en serio? ¿De verdad piensas que una chica de 16 años es más madura que alguien que se acerca a los 30? Las adolescentes apenas han dejado atrás su infancia ¿y tú crees que son más maduras? ¿No son <<como las mujeres mayores>>? A ver, he conocido a un montón de chicas jóvenes muy inteligentes y, sí, parecen maduras. Pero aun así, todavía son menores. Y estoy segura al cien por cien de que la única razón por la que hablan contigo es porque no tienen aún la experiencia suficiente para saber que eres un maldito cerdo. (...)

Los hombres como él creen que "madura" significa "más dispuesta a mantener relaciones sexuales". (...)

Y esto sin tener en cuenta que tal "madurez" (especialmente en el caso de niñas pequeñas y menores de edad) es con frecuencia el resultado de abusos o maltrato sufridos en el pasado y de una baja autoestima. (...)


Fuente: pomeranianprivilege.tumblr.com


Al leer esto se me ha venido a la cabeza la película La flaqueza del bolchevique (2003). La vi hace unos años y todavía recuerdo perfectamente la cantidad de notas que tomé aquella noche y lo mucho que me indignó en su momento. En esa película se revisita el mito de la lolita, esa criatura virginal pero perversa en cierto modo; la joven es muy joven pero sabe lo que hace, provoca al pobre hombre maduro que no tiene más remedio que seguir el camino que le marca su deseo.  En realidad ella se busca lo que le pasa, es joven pero tiene total agencia sobre su cuerpo y su sexualidad, de alguna manera incluso controla la sexualidad masculina porque despierta su excitación a conciencia. 

Etcétera.

Pero hablemos de agencia.

Andrea Dworkin, en su libro Pornography: Men Possessing Women (1981) explica con gran acierto cómo de manera tradicional se ha aceptado una división en la agencia sexual que se resume en: HOMBRE = SUJETO SEXUAL
                      MUJER = OBJETO SEXUAL 

Existe una larga, indiscutible tradición según la cual las relaciones sexuales entre hombres maduros y adolescentes se visten con un halo de "romanticismo", iniciación, etc. Hablo de adolescentes en general porque, como señala Dworkin, los varones adolescentes están todavía próximos a la infancia y por tanto a las mujeres (debido a que todavía no se les considera completamente hombres) y por tanto carecen de agencia sexual, son también objetos de deseo para el varón adulto.

Sé que los enfoques postfeministas de corte postmoderno y postestructuralista se muestran ciegos ante la muy real opresión de las mujeres como clase. Así, le ríen las gracias a tópicos como el de la lolita perversa y picarona, asegurando que estas jóvenes pueden empoderarse mediante el uso de su sexualidad. No se dan cuenta de que ninguna mujer ha obtenido, obtiene ni obtendrá jamás poder real mediante el sexo. Provocar deseo sexual y satisfacerlo puede tener como resultado ciertas ventajas materiales que en todo caso le son concedidas. Por quién. Por él, que es el que tiene la voz y los mecanismos del poder a su favor. 

Al postfeminismo le cuesta mucho asimilar esto porque vive inmerso en el espejismo de la igualdad y del individualismo. Cree que denunciar la injusticia es "victimizarse" y eso es terrible, así que la solución es "elegir libremente" colaborar con el sistema para tener una cierta ilusión de control. Y yo cada vez me siento más próxima al feminismo clásico ilustrado y al radical de los 70 y los 80, que cree en la lucha colectiva y tiene la convicción de que, mientras no se elimine desde la raíz el sistema de dominación en que vivimos, no podremos decir que, a nivel estructural, mujeres y varones tienen el mismo grado de control sobre su cuerpo. No nos educan igual, no nos castigan igual, no nos insultan igual. 

El día en que las mujeres tengamos la misma agencia que los hombres sobre su cuerpo y su sexualidad dejaremos de escuchar que a las mujeres se las viola, tortura y mata en Ciudad Juárez, dejaremos de contar las muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas aquí en España (somos uno de los pocos países del mundo que se molesta en llevar oficialmente la cuenta); no habrá casos espeluznantes como el del abuso sexual de miles de niños en Filipinas  retransmitido en directo, ni las cifras terribles de abuso y violencia que se manejan en el continente africano; Oriente Medio no será el lugar aterrador que es hoy en día para tantas niñas y mujeres.

Puede que creamos que en otros países en teoría más avanzados (al menos económicamente), como AustraliaCanadá, los países que integramos la Unión Europea o Estados Unidos las cifras son más esperanzadoras. No es así. Estas cifras hablan por sí solas. Que me digan a mí qué grado de agencia sexual tenemos verdaderamente las mujeres como clase, más aún las muy jóvenes, tanto hoy en día como antes, en el pasado. Yo me apunto a la destrucción de los mitos y estereotipos que perjudican esta lucha nuestra tan importante y tan de vida o muerte.



lunes, 17 de febrero de 2014

Banderas republicanas


Me gusta mucho Carmen Linares cuando se marca unos tangos porque expresa con cierta contención la misma intensidad que derrama cuando arranca por bulerías. Hay una audacia, una resonancia en su voz que es festiva y que también tiene algo de ironía, como si jugara a despistar y no quisiese dejarse atrapar por el oído común. Cómo expresarlo, si yo no tengo ni idea de flamenco. Son todo sensaciones físicas, como ese escalofrío que me entra cada vez que la escucho cantarle al puente de Triana sus banderas tricolores, homenaje que no sé si es más sensual o vindicativo o ambas cosas o ninguna.


Banderas republicanas, Carmen Linares



Carmen Linares fotografiada por Ana Torralva


viernes, 14 de febrero de 2014

Invierno en las alturas


Me conmueven esos nidos raquíticos que hay en las ramas de algunos árboles también raquíticos a causa del rigor invernal. Esperando el autobús por la mañana temprano me fijé en uno. Estaba vacío pero parecía habitado. 

El camino a Madrid lo hice maravillándome ante la cantidad de nidos raquíticos que me salían al paso, tanto al atravesar los páramos como al llegar a la ciudad. Y todos vacíos. No es difícil imaginar a esos pajarillos dedicados durante el día a sus labores y volviendo a casa por la noche, cuando yo ya no podré divisarlos allá arriba, contándose cómo les fue la jornada con aire fatigado. Mira tú, esta mañana te dejaste la ventana abierta y ahora nos congelamos.   Anda, deja de quejarte y acércate un poco.


martes, 11 de febrero de 2014

Apuntes de librería (V) Espejismos de la igualdad


La librería es un lugar estupendo para hacer trabajo de campo. Lo es no sólo por las interacciones que se producen dentro de la tienda, sino también, y quizá sobre todo, por lo que se vende al público. Del mismo modo que creo que en clase se imparten valores a la vez que contenidos curriculares, y esto es algo que implica una gran responsabilidad personal, como librera me entrego también a otras batallas que nunca cesan. 

Se trata de esos progenitores que te miran con carusa cuando les recomiendas un libro para su retoño. Es que es un niño... ¿Eso es para niños? Y viceversa. No, no, es un regalo para una niña, eso no me parece.

Siempre hay gloriosas excepciones, como esas niñas decididas que consiguen llevarse el cuento de piratas o de coches, o aquel niño de cuatro o cinco años que, justo el día de nochebuena, se salió con la suya y consiguió el bolsito de Violetta que tanto le gustaba. Lo triste fue escuchar a su madre aleccionarlo: Dile a papá que te lo ha regalado la prima, ¿vale?  Apenas levantaba un palmo del suelo y ya sabía que los objetos rosas le están prohibidos, más aún si son bolsos, y que para conseguirlos necesita disimular y mentir a su propio padre. 

He hecho mi trabajo de campo. O una parte, al menos. Retomo aquí el concepto de espejismo de la igualdad tomado de Amelia Valcárcel. Ella afirma, y yo comparto, que actualmente prevalece la idea de que ya está todo conseguido, que la igualdad real es un hecho, pasando por alto que sigue habiendo aún una brecha salarial bastante importante (de hasta un 16,2 % en la UE, según los últimos datos), que la representación de las mujeres en los medios de comunicación es en la actualidad un asunto cuanto menos preocupante y qué decir de la prevalencia de la violencia física y sexual... No se trata de victimizar a la mitad de la población, se trata de denunciar lo que está sucediendo y se trata también de explorar el mecanismo de la opresión a nivel estructural.

Hoy me ocuparé de algunos libros destinados a niños y niñas y a adolescentes (chicas). Me gustaría ocuparme otro día de diversas publicaciones destinadas al público adulto, asunto que se merece una entrada entera. He de decir que no es un estudio exhaustivo, se trata de algunas notas que he ido tomando a lo largo del tiempo; estoy segura de que si dedicase un día entero a explorar todo lo que hay en la librería necesitaría más tiempo y más espacio para ir desgranando los resultados. 

Vamos allá.



La infancia (o Cómo llegar a ser guerrero/ princesa)


1) Hay un libro de pegatinas llamado Deportes de riesgo (Usborne), en el que aparecen 107 personajes (sí, me he tomado la molestia de contarlos) que practican o son espectadores de diversos deportes de riesgo. He sabido por ejemplo que hay una cosa que se llama heliesquí, de manera que tiene su lado instructivo. Bien. De esos 107 personajes, sólo 4 son mujeres. Insisto, 4 de 107. Si mis cálculos no me fallan, la presencia femenina queda reflejada en un 3,7 %. Por cierto, de esas cuatro mujeres, una de ellas era una espectadora. Sólo tres mujeres aparecían practicando alguno de los deportes. Habrá quien piense que esto es simple casualidad, que no refleja en modo alguno un patrón de segregación en función de sexo. (No digo en función de género a propósito, pues género es un término analítico y no político, que es lo que me interesa en este caso). También hay quien piensa que la situación económica en España va viento en popa por el simple de hecho de que su(s) empresa(s) están obteniendo obscenos beneficios mientras el resto del país se ahoga, por lo que la percepción de cada quien se ve influenciada por sus intereses.

2) Violetta. El amor. Guía para chicas. (Heterosexuales, claro).
Según la reseña de la editorial, es un libro apto para mayores de 7 años. En él se explica a las chicas importantes lecciones para atraer la atención del chico que les gusta, para conseguir que él no pierda interés y también algún truquillo de belleza de esos infalibles. Se trata el inevitable asunto de la pelea entre amigas por el mismo chico, y cómo se puede hacer para detectar que ese jovenzuelo no es el novio ideal. Entre las señales negativas está que no te escuche con atención o que prefiera pasarse la tarde jugando a la videoconsola antes que estar contigo. Lo que más llamó mi atención es que no se menciona que la mínima actitud violenta o coercitiva es la gran bandera roja. Pero es que, claro, vivimos dentro del espejismo de la igualdad, entre los jóvenes ya no hay actitudes machistas, etcétera.

3) Los productos de Top Model.
Un clásico entre las niñas de 8 a 12 años. Se trata de unas plantillas con motivos de moda: vestidos, trajes, accesorios que ellas pueden copiar o recortar o pintar y después pegar sobre los maniquíes que incluye el cuaderno. 


Sin duda las muñecas de Top Model reflejan el cuerpo femenino
con agudo realismo. Me preocupa un poco que el cuello pueda
sostener semejante cabezón respecto del estilizado cuerpecillo, pero
por lo demás, todo normal.


Hay que añadir que las modelos de Top Model representan un importante volumen de las ventas en esta y en otras librerías. No en vano el abanico de productos no deja de crecer: brillos labiales, portaminas, coloretes y sombra de ojos, lápices de colores y más y más cuadernos con nuevos estilos de ropa, desde vestidos de novia hasta trajes de noche. Con esto quiero decir que no se trata simplemente de un producto más, anecdótico, sobre moda femenina. Negar la presión que cae sobre las niñas para estar siempre arregladitas y monísimas, desde prácticamente la escuela primaria, es estar mirando para otro lado. 




La adolescencia: a las chicas les encanta sufrir por amor (heterosexual, por supuesto)


1) Pero a tu lado, Amy Lab (2013). A partir de 14 años. Copio lo que puede leerse en la contraportada del libro:

Oliver, un solitario y atractivo chico, ha llegado a la vida de Alexia. Al principio parece duro y distante, pero poco a poco ella irá descubriendo su lado más tierno... aunque también su lado más salvaje, mientras intenta desvelar los secretos que esconde tras su esquiva mirada.
Y es que, a veces, el verdadero misterio, aquello que hace fascinante nuestras vidas, está más cerca de lo que pensamos...


El chaval parece ser duro, distante y salvaje. Una perita en dulce, está claro, sobre todo porque la chica es la encargada de hacer aflorar la ternura atormentada que realmente hay en él. Tendrá que aguantarle algunas cosas desagradables, pero ¿qué es el amor sino un ejercicio sanísimo de paciencia y abnegación? Es bueno que las novelas para adolescentes ofrezcan esta educación sentimental a las madres y esposas del futuro.

2) Mi primer beso, Beth Reekles (2014). A partir de 14 años. No puedo resistirme, dejo que una vez más la contraportada del libro haga todo el trabajo:

Te presentamos a Rochelle Evans: bonita, popular… y nunca la han besado. Te presentamos a Noah Flynn: chulo, inconstante… y un ligón total. Además es el hermano mayor del mejor amigo de Rochelle. Todo empieza con una caseta de feria durante una fiesta en el instituto: se anuncian besos a $2… Y lo que debiera ser un beso inocente se convierte en una tórrida chispa que prende en Rochelle y Noah. Pero ¿será ésta una romántica historia de amor o acabaran los dos con el corazón roto?

Chulo, inconstante... Ergo: Un ligón total. ¿Acaso a las chicas no les encanta que las traten con chulería varonil? Es cierto que las hermanas mayores de las lectoras a las que están destinadas estas novelas son ni más ni menos que aquellas que devoraron Crepúsculo en su día. No falta nunca un eslabón en la cadena del amor tormentoso.

3) El chico malo, Abbi Glines (2013). A partir de 16 años. La contraportada es escueta pero elocuente:


“Beau era el chico malo de la ciudad y yo la chica buena. Se suponía que no debía ocurrir.” 

Beau Vincent es maleducado y peligroso, el típico chico malo. Entonces, ¿por qué la buena de Ashton, que tiene en Sawyer al novio perfecto, no puede evitar sentirse irresistiblemente atraída por él?

Maleducado, peligroso, chico malo; otro que lo tiene todo para conseguir a la chica buena. Las chicas buenas son las mejores para civilizar a los atormentados, a esos jóvenes que piensan que sentir respeto por una mujer o tratarla como a un igual es un signo de debilidad y de falta de hombría.

Lo más insidioso del asunto es que estos libros están escritos por mujeres. No es sorprendente que sea así, en realidad. El patriarcado no podría sostenerse sin la colaboración inestimable de muchas mujeres que consienten y promueven la desigualdad entre los sexos. Sólo hay que pensar que cuando se debatió el derecho a la ciudadanía y al voto de las mujeres españolas durante la Segunda República, Clara Campoamor hubo de enfrentarse dialécticamente con otra mujer. Quienes se oponían a que consiguiéramos estos derechos básicos sabían que esto sería más efectista que colocar a un señor defendiendo los endebles argumentos que le tocó usar a Victoria Kent. ¿Por qué lo hacen? Cabe preguntarse. Creo que hay varias razones en este sentido. La que veo más plausible es la que tiene que ver con el deber de agrado que pende sobre nuestras cabezas. ¿Qué hombre en su sano juicio querría a su lado a una mujer que, desde que se levanta hasta que se acuesta, se queja continuamente de las injusticias que se cometen contra ella por el hecho de ser mujer? Independientemente de que esas injusticias sean múltiples y reales, ¿cómo puede ella esperar que él aguante una vindicación constante que atenta directamente contra los privilegios de que disfruta tranquilamente, sólo por el hecho de haber nacido hombre?

En una conferencia reciente en la que hablaba sobre la reedición de su libro Sexo y filosofía, (1991), Amelia Valcárcel comentaba con gran sentido del humor que los hombres de izquierda comprometidos contra el capitalismo podían decir, llenos de rabia tras una injusticia del patrón: Cuando me encuentre con esos capitalistas... ¡Se van a enterar! Pero ¿qué hace una mujer feminista? No puedo con el patriarcado, cuando me encuentre con alguien que lo represente, ¡se va a enterar!

Las risas llenaron el auditorio, porque  es obvio que las actitudes sexistas y misóginas nos rodean en casa, en la calle, en el trabajo, en nuestro centro de estudios, en los medios de comunicación. Nadie espera que protestemos por cada injusticia que se produce. Ahí radica precisamente la aparente legitimidad de dichos comportamientos.

lunes, 10 de febrero de 2014

La tiranía de la luz


Leyendo ayer un artículo sobre Kavafis me encontré con una cita suya que me gustó mucho:

Ίσως το φως νάναι μια νέα τυραννία.
Ποιος ξέρει τι καινούργια πράγματα θα δείξει.


Puede traducirse como:

Quizá sea la luz una reciente tiranía.
Quién sabe qué cosas nuevas nos mostrará.

La luz eléctrica era un invento reciente cuando Kavafis escribió esas líneas que hoy pueden sonarnos tan extrañas. La revolución que supuso a nivel global la expansión de la energía eléctrica a finales del siglo XIX debió de vivirse con asombro y también con cierta prevención, como sucede siempre que se producen cambios en las costumbres sociales. 

Apretar un interruptor y encender una bombilla atenta contra la ley natural que dictamina que, cuando se hace de noche, el día se da a sí mismo por concluido. No nos resignamos en cambio a darlo por concluido y tampoco nos convencen velas y candiles, así que perseguimos una luz que se parezca más a la natural: que sea homogénea y menos peligrosa que la que resulta de encender fuego.

Quizá la tiranía de la luz radica en la naturaleza humana, porque ¿quién puede dejar de mirar cuando oscurece si lo que le interesa está iluminado? Seguro que Kavafis tampoco se podía resistir y miraba.


martes, 4 de febrero de 2014

Tu noche y la mía


Aquella noche yo iba sentada junto a la ventanilla del lado izquierdo. Tenía nueve o diez años. Nos acababan de dar las vacaciones y como siempre nos dirigíamos a Sevilla, a la Puebla del Río. Por algún error fatal de planificación me había quedado sin pilas en el walkman, así que decidí probar suerte con los canales de radio que ofrecía el autobús. 

Las emisoras perdían la señal en cada curva y además los programas no me gustaban. Entonces descubrí que el último canal se escuchaba a la perfección, las canciones se sucedían limpiamente, sin locutor alguno que interrumpiera y sin anuncios. Ah, es que no era la radio: se trataba de la cinta de cassette que el conductor del autobús debía de estar escuchando por ahí delante.

Y allí me quedé conectada, espiando con impunidad las canciones de aquel hombre. De entre todas sólo una me llamó la atención. No había manera de averiguar el título ni el grupo que la interpretaba. No podía tampoco escuchar la canción aquella en modo repeat hasta hartarme. Tenía que esperar pacientemente a que le llegara su turno. Cada vez me parecía más bonita. 

Sonó de nuevo para mi alegría cuando atravesábamos el paso de Despeñaperros (por entonces aún no lo habían modernizado), que era sin duda mi parte favorita del trayecto. Algo entreveía yo de la carretera y sus abismos escarpados, de las rocas como de otro planeta a pesar de que fuera estaba muy oscuro. La melancolía adulta del acordeón se sentó allí al lado y me acompañó durante el resto del viaje.

Tu noche y la mía, Revólver (1993)