viernes, 19 de diciembre de 2014

Microcuentos


Cuando se despertó, estaban a punto de cerrar la librería o declararla en bancarrota y le habían bajado el sueldo en su segundo trabajo. El dinosaurio había sido más listo y había emigrado tiempo ha.

martes, 25 de noviembre de 2014

Apuntes de librería (IX)


En la librería a menudo suceden cosas inexplicables que, me parece, dan mucha información sobre cómo está el patio por estos pagos. No se debe generalizar, pero:


- Hay personas que te preguntan si pueden pagar con tarjeta de crédito como si te estuvieran confesando un asesinato.

- Muchos clientes viven con auténtica angustia el momento de presenciar cómo les envuelves el libro para regalo: no importa que ellos mismos hayan visto cómo le quitabas la pegatina del precio (en ocasiones, incluso te arrancan el libro de las manos para quitársela ellos mismos), preguntan incansables: No tendrá el precio dentro, ¿verdad?

- La librera es un lobo para la humanidad, imagino. Sólo así me explico que desconfíen tanto cuando escuchan: Lo siento, no lo tenemos. A veces se abalanzan sobre la pantalla del ordenador, porque, no cabe duda, tengo el libro en la tienda pero no se lo quiero vender.

- Muchas personas no entienden que no, aquellos libros de oferta, pequeñitos, con fotografías de coches, que teníamos hace dos años y medio en ese mismo sitio donde ahora hay un palé de cuentos infantiles, ya no existen. Ya no están. Se vendieron. O se devolvieron. O usted soñó con ellos.

- Hay quien piensa que si te sonríe con candidez y te pregunta: ¿Este libro no tiene descuento? Le darás un café y le aplicarás tu descuento de empleada. Mmmm. Not gonna happen.

- ¿Cuántos niños pueden quedarse olvidados en las librerías españolas cada año?

- Mucha gente se decepciona al enterarse de que no, no he leído ninguno de los best-sellers de la mesa de novedades. Lo siento, tampoco me he leído ese otro libro de ahí cuya portada le llama tanto la atención. Salió ayer a la venta. AYER.

- Si alguien decide que quiere algo del escaparate, esperará a que la tienda se llene de gente, a que se les forme cola detrás, y entonces te lo pedirán. En general tienen la puntería de acertar los días en que el almacén está impracticable. Sales de allí con un machete en la boca y uno de esos pequeños bolsos carísimos en la mano y te preguntas: ¿qué carajo hago yo aquí? 

- Muchos clientes piensan que tienes la capacidad de leer sus mentes, así que te piden los libros por su título, in media res, sin introducción ni tonterías, lo que da lugar a preguntas inolvidables.

   * Buenas; ¿Perdona, pero quiero casarme contigo?

   * Hola, ¿tienes al monje que vendió su Ferrari?

   * Buenas tardes, ¿me puedes dar El poder?

   *  Hola, ¿La felicidad es un té contigo?


Pues mire usted, no a todo. Soy una simple mortal agobiada cuyo plan de futuro inmediato es irse de psicocañas en cuanto cierre la tienda.


viernes, 21 de noviembre de 2014

El Síndrome de Estocolmo Social


En Loving to Survive (1994), Dee L. R Graham, Edna I. Rawlings y Roberta Rigsby proponen una tesis nada descabellada que permite explicar por qué, contra todo pronóstico, las mujeres como clase siguen confiando en los varones como clase a pesar de las altísimas tasas de violencia (que en ocasiones conllevan la muerte) que las primeras padecen a manos de los segundos en todos y cada uno de los países del mundo.

Tal y como articuló la gran Sheila Jeffreys en su libro Anticlimax (1991), resulta curioso comprobar cómo la defensa de la heteronormatividad no tiene fisuras, independientemente de la voluntad de quien, por ejemplo, ha sufrido una violación. A las víctimas de la violencia sexual se les reitera (y por lo visto se considera parte de su proceso de recuperación psicológica) que no deben perder la confianza en los hombres simplemente por haber sido forzadas sexualmente, porque no todos los hombres son iguales, no todos violan, etcétera. 

Jeffreys se pregunta, con toda la razón, cómo deberíamos las mujeres determinar a primera vista si un varón va a resultar peligroso para nosotras, especialmente si tenemos en cuenta que aproximadamente dos tercios de los agresores eran conocidos o allegados de la víctima. ¿Deberíamos desconfiar de padres, abuelos, tíos, amigos de la familia, compañeros de trabajo o, en el caso de las mujeres heterosexuales, incluso de la propia pareja? Parece ser que así es; no todos los hombres que podrían violar, violan, pero todos los que violan no tienen por qué parecer violadores.  

Y sin embargo, no lo hacemos. No generalizamos pensando que cualquier hombre que se nos acerque, y especialmente no lo hacemos si pertenece a nuestro círculo personal, es un depredador sexual en potencia. De este modo, cuando la agresión se produce, la mayor parte de las mujeres se calla y no denuncia por vergüenza, porque ¿quién va a creerla? Y ¿cómo no se dio cuenta de que pasaba algo raro, de que se avecinaba el desastre? Sin duda ella misma tiene cierta responsabilidad en lo que le ha sucedido.

Bien, la incómoda verdad es que no es posible verlo venir, o no siempre, al menos. La otra incómoda verdad es que las agresiones sexuales suceden con mucha más frecuencia de la que pensamos. La cuestión es que apenas tenemos noticia de ello porque las víctimas callan, por miedo o por vergüenza o por ambas cosas. También callan porque saben que casi nadie las creerá y tienen razón: casi nadie las creerá. 

Retomando la idea que comentaba al hilo de las reflexiones de Jeffreys, si sufrimos una agresión violenta o sexual, la sociedad en bloque se apresurará a decirnos que no debemos dejar de practicar la heterosexualidad: un hombre malo no tiene que desviarnos de nuestro deber de (futuras) madres y/o esposas. No se formula como deber de manera explícita, pero la conclusión es la misma. Se pregunta Jeffreys si quienes han sufrido la agresión de un perro se ven socialmente presionadas a adoptar uno, o si quienes sufrieron un grave accidente de avión no tienen más remedio que tomar un vuelo tras otro para ser aceptados por su comunidad, so pena de generalizar una mala experiencia y hacer quedar mal a los perros en general, en el primer caso, y a los aviones en general, en el segundo.

Todo apunta a que no. Pero cuando se trata de la heterosexualidad como institución y como norma social, se piensa, en general, que, como parte de su recuperación, una mujer agredida sexualmente debe volver a confiar en los varones como clase y, por supuesto, debe disfrutar del sexo con los hombres de nuevo, en el caso de las que son heterosexuales. No se asume que una o muchas agresiones sexuales puedan ser una razón tan válida como cualquier otra para rechazar la heterosexualidad. (No es que haga falta ninguna razón para rechazar la heterosexualidad, pero trato de ponerme en la piel de las personas que así lo creen).

Esta idea de la confianza en el potencial agresor o en el agresor de facto se explora en toda su profundidad en el libro que mencionaba al principio de esta entrada, Loving to Survive. En él, sus autoras establecen una impecable analogía entre el Síndrome de Estocolmo y la violencia contra las mujeres.  

El Síndrome de Estocolmo es un término que se acuñó a raíz del incidente sucedido el 23 de agosto de 1973 en el Banco de Crédito de Estocolmo, en Suecia. Dos atracadores mantuvieron retenidos a cuatro rehenes en el interior de la sucursal bancaria durante seis días. En este tiempo, se produjeron incidentes violentos y las personas retenidas temieron por su vida en más de una ocasión, pero aun así, seguramente por pura necesidad e instinto de supervivencia, crearon un cierto vínculo con ellos. Tanto es así, que llegaron a obstaculizar la labor de la policía, pues no querían sentir que abandonaban a los delincuentes a su suerte. No querían traicionarlos, aunque ellos les estaban privando de libertad y amenazando de muerte.

Esta reacción psicológica que se ha denominado como Síndrome de Estocolmo está mucho más presente en nuestra vida de lo que creemos. De acuerdo con la clasificación establecida por las autoras de Loving to Survive, para que el síndrome tenga lugar, es necesario que la persona cuya vida está en peligro perciba que tiene ciertas posibilidades de sobrevivir si consigue amansar a su agresor. Es decir, que, cuando hablamos de situaciones de vida o muerte, colaborar con el enemigo mediante la alabanza, el afecto (real o fingido) y las atenciones pueden determinar que aquel que tiene el poder para eliminarnos decida permitirnos seguir con vida otro día más.

La aplicación del Síndrome de Estocolmo a la esfera social ofrece una explicación, en este sentido, acerca de por qué las mujeres (una vez más hablo de las mujeres como clase, no de personas concretas e individuales) continúan esforzándose por resultar agradables e inofensivas a los hombres independientemente del trato que reciban por parte de éstos. Se ve a lo largo de los siglos, se ve actualmente en el día a día, en la publicidad, en las películas, en el trabajo, en casa, en las novelas, en las tertulias políticas.

Se nos educa para ser dulces, acomodaticias, humildes; acostumbradas como estamos a creernos eso de que los hombres son violentos por naturaleza o que poseen necesidades sexuales irrefrenables (lo cual no es cierto: nadie se muere por no tener relaciones sexuales, pues no es una necesidad), tendemos a perseguir el mal menor para librarnos del más desagradable de todos. Así, se aceptan determinadas dosis de violencia, real o simbólica, a cambio de un cierto sentimiento de protección, esto es: a cambio de seguir con vida. 

El engaño es el siguiente: cada mujer necesita granjearse la protección de un varón (y conseguirá esto a toda costa, haciéndose la tonta, limpiando y cocinando gratis para él, acariciándole el ego continuamente); esta protección no es sino protección contra la posible agresión de otro(s) varón/varones ajenos. El truco está en que ese hombre que te protege a ti es una amenaza potencial para otras mujeres (que, a su vez, necesitan de la protección de sus propios guardianes), de manera que, dentro de ti, sabes que la amenaza de su violencia pende también sobre tu cabeza como una espada de Damocles. Y no quieres que tu protector se convierta en tu verdugo, así que, de una manera u otra, intentas acomodarte al máximo a sus deseos y a sus necesidades. 

Ni siquiera hace falta, en la mayoría de los casos, llegar a la agresión; no hace falta que el Síndrome de Estocolmo Social se active, porque la amenaza de la violencia es tan poderosa, tan sutil e insidiosa, que mantiene a las mujeres "en su sitio" la mayor parte del tiempo. 

El hecho de que el Síndrome de Estocolmo Social se halle en estado latente es ya preocupante por sí mismo. Creo que las mujeres conocen de sobra esa sensación de andarse con mucho cuidado para no ofender o incomodar, de aguantar el mal menor por terror al posible mal mayor. No lo llaman Síndrome de Estocolmo Social; lo llaman, si es que llegan a ser conscientes de ello, miedo. Sencillamente, miedo.


viernes, 14 de noviembre de 2014

Provisionales


Lo provisional llegó para quedarse. Nos habían prometido el futuro con grandes palabras; el esfuerzo se verá recompensado, estudia para ser mañana una mujer de provecho. Y no sé si hoy soy una mujer de provecho, pero sé que hay quien se está aprovechando de mí.

Leo una noticia que asegura que un tercio de los trabajadores españoles gana menos de 1.217 euros al mes. Yo releo la cifra y me pregunto: ¿Es que dos tercios de los trabajadores españoles gana eso o más?

Avanzo en la lectura y descubro que la veteranía se paga un poco mejor (o mucho, dependiendo de los casos) que la juventud, independientemente de la formación académica de los que aún entramos en la categoría de jóvenes.

Existe una importante brecha salarial entre hombres y mujeres: ninguna sorpresa en ese sentido. 

Lo que sigue provocando mi asombro es que se puedan llegar a cobrar 1.217 euros al mes, y que eso se considere poco dinero.

Lo provisional, ese trabajo a tiempo parcial que se combina con otro trabajo a tiempo parcial, llegó para quedarse. Ni siquiera con esos dos sueldos es posible independizarse. Como se puede leer en la propia noticia, los trabajos a tiempo parcial y temporales están peor remunerados que los empleos indefinidos a tiempo completo, de manera que, sí, es muy posible tener dos trabajos (incluso tres) y no poder independizarse.

Es posible no tener ningún día libre durante la semana, trabajar de lunes a lunes, y no poder independizarse. 

Es posible tener dos y tres trabajos a la vez y no llegar a los 1.000 euros, ni siquiera a los 900. 

Lo provisional, cuando una tiene 20 años, es una cosa. Cuando se rozan los 30, es otra muy diferente. Hay toda una generación en ciernes que va a llegar a los 40 años con múltiples titulaciones académicas y un currículo laboral digno de verse, repleto de empleos a tiempo parcial, de prácticas no remuneradas, de ocupaciones que nada tienen que ver con la formación de la persona. 

¿Cómo se nos denomina a los nacidos en los años 80? ¿La generación Y? ¿La generación Milenio? ¿La generación ni-ni? En realidad somos la generación de los y las provisionales, esa bisagra entre los que consiguieron abrirse camino justo antes de la gran debacle económica y quienes están por venir, poseedores tal vez de la clave del futuro de la que en nuestro caso no pudimos o no supimos disponer.



jueves, 6 de noviembre de 2014

Feminismo radical y BDSM


Yo nunca había hecho eso antes. De verdad. En cinco años de licenciatura y en el año extra de máster, nunca, nunca, escribí en la puerta de ningún servicio de la universidad. Una cierra la puerta del baño y se encuentra con una plétora de comentarios, versos sueltos, misteriosas anotaciones en idiomas remotos, y al salir de allí la cabeza ya está en otra parte y ni siquiera se recuerda lo que se leyó minutos antes.


Pero hete aquí que el otro día acabé recalando en la vieja facultad y en un momento dado me vi al otro lado de esas puertas llenas de inspiración. Por lo visto las nuevas hornadas de filósofas y filólogas siguen al quite en lo que respecta a la Pintada de Puerta de Baño. Hay cosas que nunca pasan de moda. Bien, pues leí una apología del BDSM (iniciales de Bondage, Discipline, Sadism and Masochism, lo que viene a ser el sadomaso, para que nos entendamos) y, por una vez, sentí ganas de contestar a aquello. Llevaba conmigo el rotulador verde con el que escribo en la pizarra durante mis clases, así que pude escribir mi respuesta. Infantil como fue el gesto, a mí me hizo sentir bien. 



Feminismo liberal Vs Feminismo radical en pleno debate



Resulta complicado resumir en un par de líneas las diferencias entre las vertientes liberal y radical del feminismo. Haré lo que pueda para comprimirlo en el mínimo espacio posible. 

El feminismo liberal está de moda. Vinculado a la queer theory y al postmodernismo, emplea términos como "transgresión" o "subversión" para ilustrar sus métodos de lucha. Las feministas liberales se denominan a sí mismas "sex positive", o lo que es lo mismo, "a favor del sexo". Esto implica, fundamentalmente, que defienden la dinámica mercantil de la prostitución, las bondades del BDSM y en general de cualquier acción que produzca placer sexual. Por otra parte, se trata de un feminismo eminentemente académico y fundamentalmente se da entre mujeres de clase media-alta. Su principal mantra es "yo elijo x, por tanto x es feminista". 

El feminismo radical no está de moda. Dejó de estarlo no mucho después de nacer, a finales de los sesenta, pues el feminismo liberal se impuso por goleada durante los años ochenta, época de crisis y de conservadurismo político en occidente. El feminismo radical tiene por objetivo el desmantelamiento del patriarcado, esto es, del sistema por el cual la sociedad se estructura de acuerdo a un patrón de dominación Vs subordinación en función de sexo. Los varones son los dominadores y las mujeres, las dominadas. Esto se aprecia en muchas áreas de la sociedad, incluido el apartado laboral y económico, aunque desde el feminismo radical se pone especial empeño en luchar contra la violencia física y sexual contra las mujeres. 

A las feministas radicales se las suele denominar "sex negatives" o "anti-sexo" porque se oponen a la prostitución y porque consideran (consideramos) que el sexo no es una categoría especial e intocable que no pueda ser sujeta al análisis feminista. Es importante destacar que las radicales no están contra las prostitutas, sino contra la prostitución. A mí me parece obvio, pero hay gente que confunde los términos y prefiero aclararlo. Del mismo modo que estoy contra las empresas que explotan a sus empleados pero no estoy contra los empleados, así me siento respecto a la prostitución.

Pero qué hay de quienes eligen ser prostitutas, oigo la pregunta en la distancia. Ahí entramos en el verdadero debate candente entre liberales y radicales. Donde las liberales dicen "yo elijo x, ergo x es feminista", las radicales dicen: "quizá tú puedas permitirte jugar con la idea de una prostitución más o menos de lujo, pero si observas la gran mayoría de mujeres que ejercen la prostitución, y no hablo sólo de las atrapadas en redes de explotación sexual, verás elecciones no tan libres como te gustaría. Que algo te guste a ti particularmente no quiere decir que beneficie a las mujeres como clase".

Pero no es de prostitución de lo que quiero hablar en esta entrada, sino de BDSM. 

Que en una sociedad patriarcal, en la que los varones ejercen, a nivel global y también particular, una violencia física y sexual muy real y muy cotidiana contra las mujeres, que en esta sociedad patriarcal, decía, exista una práctica sexual denominada BDSM no me sorprende en absoluto. La erotización de la violencia es algo a lo que estamos tan habituadas que no nos sorprende. Triunfan las no sé cuántas sombras de un tipo llamado Grey y otras historias similares y muchas mujeres están de acuerdo en que los hombres un poquito bestias dan más morbo que los que sienten empatía por su pareja y se abstienen de hacerle daño mientras tienen relaciones sexuales.

En este contexto en el que las niñas y las jóvenes son educadas social y culturalmente para que eroticen su propia subordinación, no me extraña que haya muchas que lleguen a pensar que verdaderamente eligen ser sumisas. El feminismo liberal asegura que el sexo que incluye violencia es subversivo y transgresor, pero a mí me cuesta ver la revolución y la esperanza tras el viejo patrón de toda la vida: la violencia aplicada a la sexualidad. La sexualidad vista como un juego de poder en el que alguien inflige dolor al otro y eso se denomina placer. Y lo que es aún más retorcido, un juego de poder en el que alguien recibe daño físico y lo etiqueta como placer. Sólo diré que el término de Bondage y Discipline se acuñó por primera vez en EEUU durante la época de la esclavitud. 

Pero es mi elección. Me gusta que me hieran, me produce placer sexual. Esa es una típica respuesta de quienes se sienten atacados por las críticas al BDSM.

Yo me pregunto si el hecho de que una mujer maltratada proteja a su agresor por los motivos que sean elimina el hecho de que lo que sufre es, efectivamente maltrato. Si ella "lo consiente" ¿quiere decir que está empoderada y su elección es liberadora, feminista? Personalmente, considero que no. Que algo te guste o que estés acostumbrada a ello no quiere decir que sea liberador. Que algo produzca orgasmos no quiere decir que sea inherentemente positivo.

¿Y qué hay de los hombres sumisos y de las dominatrix? ¿No dirás que ahí hay machismo, ¿verdad? Ahí va otra típica defensa de quienes ven el BDSM como el agente liberador de la humanidad. Mi respuesta es que, en el caso de que a un hombre le produzca excitación probar durante un rato cómo es eso de ser subordinado (algo que en su vida diaria no conoce, al menos, no respecto de las mujeres como clase) y que a una mujer le guste experimentar durante un rato cómo es eso de maltratar a un hombre, sigo sin hallar la revolución y la novedad. Si la solución para acabar con el patriarcado es invertir el patrón de violencia y dominación, no veo el progreso.

La verdadera revolución sexual, creo yo, pasa por erotizar la igualdad, por desaprender que la violencia es ineludible. El deseo sexual no nace en el vacío, está condicionado histórica y culturalmente, pero en la historia y en la cultura no hay nada inevitable. Yo propongo una revolución de los afectos que erotice el sexo entre iguales, que no llame placer al dolor. En 1984 el Ministerio de la Verdad decía "La guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es fortaleza". Por lo visto todo el mundo entiende la ironía de este absurdo eslogan, pero nadie hoy en día se atreve a cuestionar que "el dolor es placer". Claro que el patriarcado va a agradecer que, como mujer, te guste ser sumisa. Así te ahorrarás que te tengan que obligar a serlo.

El dolor es dolor. No seré yo quien le diga a nadie lo que tiene que hacer en la cama, pero el dolor es lo que es, y no es bonito. Por eso nadie tiene un orgasmo mientras se hace un esguince o mientras un ladrón le pega una paliza.

Y el sexo no surge en el vacío.



viernes, 24 de octubre de 2014

La discreta primavera


Esta luz de otoño, un poco oblicua y muy brillante, se agotará en unas pocas semanas y será como si nunca hubiera existido. A mí me gustaría poder atrapar el fresquito de las primeras horas del día y del atardecer, poder reclamarlo durante el resto del año para salir a correr sin morirme de frío ni asarme de calor.

Hay una fragilidad vibrante en el aire que se ve y se respira, sobre todo en el campo. Va a ser tan fugaz que ya es como si me la hubiese inventado.  









viernes, 17 de octubre de 2014

Edificio con nube


El Paseo de la Estación de Alcalá de Henares parece, en su primer tramo, sacado de una novela de Dickens. Lo digo como lo siento. Los edificios de ladrillo que lo componen tienen un aire inglés y otro aire decimonónico, y yo siempre tengo la sensación de que hay una enorme nube gris sobre ellos, como para evitar que los rayos del sol arruinen la postal.

Desde hace años camino por el Paseo y me fijo en la nube perpetua, en el ladrillo, en el edificio paralelo y misterioso que hay detrás de las viviendas que dan a la calle. Es un ritual mirar en esa dirección y sentir un poco de desasosiego, porque no deja de ser inquietante que a una se le cuele un país dentro del suyo sin venir a cuento.

Me quedo a veces observando ese edificio posterior al principal y, si voy con tiempo a mi tren, llego a detenerme para verlo mejor. Parece abandonado. No puedo imaginar qué tipo de actividad se llevará a cabo ahí dentro. Podría ser una fábrica de tabaco vagamente colonial o una factoría de botones, cremalleras, cordones de zapatos. Podría ser un triste colegio donde nadie quiere estudiar ni dar clase.

Siempre dudo, no sé bien si me gusta la imagen o si no me gusta por deprimente pero le he cogido cariño en este tiempo; puede ser que una cosa se derive de la otra, pero no sé bien el orden de los factores.




Edificio misterioso con su nube encima. Alcalá de Henares.
  


domingo, 12 de octubre de 2014

Underground


Haruki Murakami escribió Underground hace ya casi dos décadas, pero por algún motivo que desconozco sólo ahora ha llegado a las librerías españolas. Lo leo en estos días. No quiero que se acabe. Sospecho que cae dentro de esa reducida categoría de libros que no terminan nunca, que reverberan en la memoria y el estómago mucho tiempo después de haber leído la última página.

El escritor japonés realizó decenas de entrevistas a supervivientes o testigos de los atentados con gas sarín que se produjeron en el metro de Tokio el 20 de marzo de 1995. Los autores materiales del ataque químico fueron cinco miembros de la secta Aum Shinrikyo ("Verdad Suprema"), actualmente denominada Aleph. Los terroristas colocaron el gas sarín en estado líquido dentro de bolsas de plástico que cubrieron con periódicos. Emplearon paraguas cuya punta había sido cuidadosamente afilada para pinchar las bolsas de plástico y derramar de este modo el gas en los vagones de metro de las estaciones preestablecidas. 

Los efectos del sarín en el cuerpo humano son variados y pueden llevar a la muerte de la persona que entre en contacto con él ya sea por vía tópica o respiratoria. Algunos de los síntomas observados son ceguera transitoria (pues contrae las pupilas durante horas e incluso días), temblores, mareo, náuseas y pérdida de conciencia, así como tos y graves problemas respiratorios que pueden llevar a la muerte por asfixia.

En algunos de los relatos de supervivientes que Murakami pacientemente recopiló y redactó encuentro paralelismos a la hora de detallar la sensación de falta de oxígeno que este agente químico provoca en el organismo. Lo describen como si de repente desapareciera el aire por completo, del mismo modo que no podemos inspirar si recibimos un golpe fuerte y repentino en la boca del estómago. 

No sé bien cómo explicarlo, pero noto que este libro está rodeado de una burbuja de silencio. Se trata de un silencio respetuoso, de una calma tallada palabra a palabra a través de cada testimonio, como si el autor hubiera creado una cámara especial donde poder alojar a los supervivientes y a los lectores con ellos, unidos todos por el finísimo hilo del discurso en primera persona. Ellos hablan y aunque relatan sonidos estridentes como los de las sirenas de las ambulancias (algunas de las cuales llegaron con más de una hora de retraso al lugar de los atentados), yo siento ese silencio acolchado de los recuerdos muy intensos y muy fijos en lo profundo del cuerpo.        

Decía Alice Miller que el cuerpo nunca miente. Aunque ella se refería fundamentalmente a los efectos físicos y psíquicos de la violencia padecida durante la infancia a manos de cuidadores adultos, siento al leer estas breves narraciones que tenía toda la razón, que toda violencia, de un modo u otro, inscribe en el propio cuerpo una verdad que nadie, ni ninguna institución ni el paso del tiempo siquiera, puede contradecir con éxito.

Creo que Murakami se tomó la molestia de preguntarle a las personas afectadas cómo se articula esa verdad con palabras, envueltos por un silencio más cálido y más reconfortante que ningún aplauso por largo que pueda llegar a ser. Es lo que creo. Ha sido capaz de hablar del horror sin nombrarlo, pero no lo ha esquivado. Me gustaría sacar la burbuja de silencio del libro y enfundármela como una camisa. Sospecho que me haría mejor persona. Pero en el fondo sé que no puedo aspirar a tanto, que tendré que conformarme con el hecho de que este libro no se acaba nunca.



domingo, 5 de octubre de 2014

Sotiria, Chavela, las tabernas


Es un hecho: Chavela Vargas y Sotiria Bellou se parecían. No sólo me refiero a cierta semejanza física (rasgos faciales marcados, gesto de determinación en los labios y los ojos, piel y cabello morenos), sino fundamentalmente al modo en que cantaban. Las dos desgarraban el aire y no pedían permiso para hacerlo. Las dos creaban una atmósfera intensa durante sus interpretaciones; sólo hay que escucharlas con los ojos cerrados, primero a una, luego a la otra, y parecen gemelas que cantan, hombro con hombro, en idiomas diferentes.

Pero sucede que los fonemas del griego se parecen mucho a los del español. Parece que Sotiria cante en un español desordenado, o que Chavela invente palabras que suenan a español y que resultan ser griegas. Observo fotografías de las dos cuando eran jóvenes y me hipnotiza la confianza que transmiten ante la cámara. No han venido al mundo para adornarlo o hacerlo más habitable: vinieron para cantarle lo más amargo, lo que casi nadie quiere mirar a los ojos. Siento algo parecido a la tristeza cuando pienso que seguramente no sabían la una de la existencia de la otra, aunque vivieron y cantaron en la misma época. 

En los últimos días he leído acerca de la vida de Sotiria y la sorpresa se ha transformado en íntimo alborozo: sus trayectorias vitales parecen trazadas con el mismo tiralíneas. Se confirma que tenían mucho, mucho en común.

Sotiria nació en Calcidia, Grecia, en agosto de 1921. Para entonces, Chavela ya tenía dos años. La imagino en Costa Rica, dando sus primeros pasos, rodeada de esa naturaleza exuberante que muchos años más tarde ella recordaría en una entrevista para el suplemento de El País

Ambas abandonaron su tierra natal siendo muy jóvenes con destino a alguna ciudad más grande que aquella de donde provenían: aspiraban a tener una libertad de movimientos impensable para las mujeres de su tiempo. Chavela voló a Méjico. Sotiria marchó a Atenas, donde se casó con un tipo que resultó ser alcohólico y violento. Un día, Sotiria se hartó de recibir palizas y le lanzó ácido a la cara. La mandaron a la cárcel, aunque sólo cumplió cuatro meses de los tres años a los que la habían condenado.

Ambas hicieron sus primeros pinitos en tabernas (o cantinas, en el caso de Chavela en Méjico) donde cantaban para sobrevivir. Vivían modestamente y se recompensaban tanto esfuerzo con unas juergas tremendas que ninguna mujer decente de la época se hubiera permitido nunca. A Sotiria, además, la ocupación nazi la encontró en Atenas, y se unió a la resistencia. En una ocasión, en 1948, ya durante la dictadura de Papadópoulos, unos hombres que buscaban pelea entraron en la taberna donde ella estaba cantando. Le pidieron que cantara una canción en concreto. Ella se negó y los tipos la insultaron llamándola "búlgara", que era una manera de decirle "comunista". Fueron hasta ella y se pelearon. La situación se puso tan fea que ni siquiera los músicos que la acompañaban abandonaron sus puestos para intervenir. Me recuerda a la Vargas, que entraba en las cantinas con pistola al cinto porque sabía mejor que nadie que tendría que defenderse solita en un mundo, el de la noche y la canción y las cantinas, especialmente misógino.

Sotiria regresó a la cárcel en alguna ocasión más, esta vez por motivos políticos. Se sabe que allí fue torturada y que lo único que la Junta de los Coroneles consiguió fue fortalecer sus convicciones políticas progresistas.

Ambas eran lesbianas, y su círculo inmediato lo sabía. Su público lo sospechaba y según leo aquí y allá, nunca lo desmintieron. Chavela incluso habló de ello abiertamente en los años noventa. Se les conocieron múltiples amantes, pero ninguna llegó a tener una compañera estable a lo largo de los años. Las dos compartieron un periodo vital de alcoholismo y depresión, y del mismo modo en que cayeron en la espiral durante años, resurgieron después y siguieron cantando.  

A Sotiria la vida le deparaba una triste sorpresa: un cáncer de faringe que le arrebató la voz prematuramente. Murió en agosto de 1997 en Atenas. Chavela la sobrevivió quince años, cantando con una voz cada vez más rota y más llena de árboles. Murió también en un mes de agosto, el de 2012, como en una última casualidad ya sin importancia.



Sotiria Bellou
Fotografía extraída de Pinterest
Chavela Vargas
  Fotografía extraída de Pinterest



  



       





Habrá que bajar a la taberna y brindar por una y luego brindar por la otra y luego brindar por las dos.



Cuando bebes en la taberna


Cuando bebes en la taberna
te sientas y no hablas,
de vez en cuando suspiras
desde lo más profundo del corazón.

Me gustaría preguntarte
y que me dijeras
qué suplicio es el que te tiene
así de melancólico.

¿Quizá es que has amado
y a ti también te han traicionado?
Ven, siéntate con nosotros,
vamos todos a divertirnos.

Voz: Sotiria Bellou
Letra y música: Vasili Tsitsanis (1947)




jueves, 25 de septiembre de 2014

Razón de amor: Giorgos Seferis


Los poemas de Seferis tienen una transparencia y una sonoridad suave que me gusta mucho. Son, además, bastante accesibles y de su sencillez precisamente se extrae la clave de su belleza. Si hay algo que admiro en alguien que escribe es la precisión.

Descubrí hace poco esta versión cantada de varias estrofas de su poema Razón de amor y no he dejado de escucharla desde entonces. Dakanali, a la que no había escuchado nunca, tiene una voz tan transparente como lo es el estilo poético del propio Seferis. Me recuerda un poco a Elefthería Arvanitaki pero me gusta más porque la encuentro más cálida.

La imagino sonriendo mientras canta. 



Razón de amor

Rosa del destino, buscabas el modo de herirnos
pero claudicabas como el secreto que está a punto de desvelarse
y fue bella la orden que accediste a darnos 
y fue tu sonrisa como una espada dispuesta.

La velocidad apresuró la aparición de órbitas
de tus espinas partía la introspección del camino 
nuestra desnuda exaltación se deleitaba en persuadirte
el mundo era sencillo: una simple pulsación.

El ocaso destrozado se redujo y se perdió
y parecía un error que reclamaras los regalos del cielo.
Tus ojos descendían. La espina de la luna
brotó y las sombras de la montaña te asustaron

En el espejo nuestro amor, cómo progresa y se suaviza
en el acto del dormir los sueños, escuela del olvido
en las profundidades del tiempo, cómo se contrae el corazón
y se pierde en el temblor de un abrazo ajeno

Dos bellas serpientes remotas, tentáculos de la separación
se agitan y en la noche de los árboles rebuscan
un amor secreto en tálamos inaccesibles
rebuscan insomnes no comen ni beben nada.

A la imaginación volverían las serpientes separadas
el bosque brilla de pájaros, tallos y brotes
persisten aún sus búsquedas rizadas, las mismas
búsquedas de un círculo que atrapan a los afligidos

Sobre la piedra de la paciencia anticipamos el milagro
que da acceso al Paraíso y todo es quietud
anticipamos el ángel como en un drama antiquísimo
a esa hora en que se pierden las rosas abiertas del ocaso

rosas... Rosa escarlata del viento y del destino
sólo permanecías en la memoria, un ritmo grave
rosa de la noche, has pasado, tempestad púrpura
tempestad del mar... El mundo es sencillo.



Canción creada a partir de versos del poema Razón de amor de Giorgos Seferis, publicado en 1931.
Música: Nikos Mamagkakis. Voz: Marina Dakanali



miércoles, 10 de septiembre de 2014

Mano izquierda


El mundo que conocemos está estructurado en torno a una jerarquía muy clara: la de clase, la de raza y la de manualidad. En virtud de la clase social, no cabe duda de que quienes disponen de los medios de producción y del capital disfrutan de ventajas de tipo económico que quedan fuera del alcance del resto de la población. La jerarquía de tipo manual es más polémica e incluso hay quien niega su existencia, especialmente en el seno de la clase manual dominante, la de los zurdos y zurdas. La jerarquía en función de raza es aún común, aunque se han dado grandes pasos para erradicarla y se basa en algo tan poco definitorio de la personalidad como el color de piel o de ojos. Resulta interesante analizar la interseccionalidad que se produce entre la discriminación que padece una persona negra, de clase baja y diestra, que es diferente a la que sufre alguien que es negro, de clase baja y zurdo. Entre estas dos personas, pobres las dos y negras, la que domina sobre la otra es sin duda la zurda, pues sólo por haber nacido zurda recibe privilegios silenciosos que le son vedados a los diestros. Esta discrimación entre zurdos y diestros puede ser más o menos sutil, aunque a menudo adquiere un cariz violento, como analizaremos más adelante.

Desde la Antigüedad se considera que zurdos y diestros son fundamentalmente diferentes entre sí. Sólo hace falta leer a autoras clásicas como Piréngora (s.VI a.C) para reparar en ello: Si los dioses han reservado a las personas diestras el cuidado de los pequeños, no es por casualidad ni por capricho divino; del mismo modo  que la lluvia no vuelve de la tierra al firmamento, el diestro no puede evitar amar con ternura al bebé recién nacido.

Se dice que los hombres y las mujeres que emplean la mano derecha en sus quehaceres diarios tienden a la sumisión y a una mayor debilidad física por naturaleza. Ya desde su más tierna infancia, se anima a estas personas a que jueguen con muñecos que representan los roles que se esperarán de ellos en el futuro: fundamentalmente el de cuidador y cuidadora, aunque también el de modelo de pasarela que existe para excitar el potente deseo sexual de los y las zurdas. 

Los diestros, debido a unas misteriosas conexiones cerebrales previas al nacimiento, son más torpones en actividades que impliquen orientación espacial, y por eso mismo se les recomienda que no se molesten en intentar llevar a cabo tareas que no quedan, como el propio dicho indica, al alcance de su mano: simplemente no han nacido para conducir ni para diseñar edificios ni para leer un mapa. No pasa nada, en realidad, porque se da por hecho que los diestros elegirán como pareja a una persona zurda y ésta será quien realice las tareas propias de los zurdos como conducir, diseñar edificios o leer un mapa. 

Por su parte, no todo son problemas en el campo de la diferencia manual. Los y las diestras tienen fama de ser seres empáticos, cariñosos, buenos a la hora de expresar sus sentimientos y sobre todo de limar asperezas entre personas en conflicto. Quienes utilizan predominantemente la mano derecha saben mantener la paz del hogar, tienden a ser personas pulcras y ordenadas que disfrutan cocinando para sus parejas zurdas y atendiendo a los hijos que, si bien son de ambos, pasan más tiempo en compañía de sus progenitores diestros. 

Las élites religiosas de los cultos más importantes del mundo disienten en prácticamente todo excepto en una cosa: Dios creó a los zurdos y a las zurdas primero, les entregó el dominio de la fauna, la flora y las acciones de bolsa y sólo después se decidió a crear una subespecie que, si bien humana, no es tan hábil como la primogénita: creó a los diestros para que sirvieran a los zurdos y para que formasen familias equilibradas junto a éstos, porque dos listos bajo un mismo techo no se soportarían (Partitogéntico 13: 27).

No es de extrañar, por tanto, que fueran zurdos y zurdas quienes redactaron los libros sagrados de las grandes religiones, ni que sean ellos quienes celebran las liturgias y predican a sus fieles. En algunos países del mundo se sabe que las élites religiosas han permitido a algunas personas diestras (pocas) dirigir el culto, pero todavía tienen vedado el acceso a los puestos de máxima decisión de sus órdenes. 

Debido a que los gobiernos de todos los países fomentan en mayor o menor medida la educación religiosa de los menores, no es de extrañar que la mayoría de la población diestra alcance la madurez asumiendo que su subordinación es inevitable en tanto que elegida por Dios. Existen, por otra parte, zurdos ateos que justifican la superioridad de su mano mediante otros argumentos que no son religiosos: a su auxilio acude la biología moderna, la pseudo psicología y grupos de presión varios entre los que destacan los partidos políticos.

Últimamente hemos asistido a un vivo debate acerca de la posibilidad de legalizar matrimonios entre personas de la misma mano; son precisamente las autoridades religiosas las más beligerantes ante estos proyectos de ley, toda vez que atentan contra la integridad de las uniones tradicionales: una mujer zurda y una diestra crearán un hogar feliz y pleno, pues cada una suplirá las deficiencias de la otra, pero es obvio que una unión entre dos mujeres diestras no tiene ningún sentido y es deficitaria desde el principio. ¿Quién conducirá el coche familiar? ¿Quién diseñará edificios? ¿Quién leerá un mapa durante las vacaciones? Y en el caso de dos mujeres zurdass que decidan casarse, ¿cuál de las dos hará el papel de diestra? ¿Acaso una de ellas se rebajará a limpiar la casa y ocuparse del cuidado de los pequeños, si los hubiera?

Existen a este respecto, no obstante, críticas de gran solidez por parte de las federaciones diestristas; aseguran en sus comunicados que marginar este tipo de uniones, que en todo caso son reales porque existen y han existido siempre, no es sino querer legislar contra la diversidad propia de la especie humana. Afirman que se pueden cambiar pañales con la mano izquierda sin que resulte humillante para quien lo hace, y niegan la existencia de una determinación biológica concreta que impida a un zurdo preparar un arroz a banda para cuatro personas. Por otra parte, argumentan que vetar este tipo de unión es tan absurdo y arbitrario como si se prohibiera por ejemplo el matrimonio entre personas del mismo sexo o entre alérgicos al tomate. Los jerarcas religiosos y los dirigentes políticos conservadores se defienden ridiculizando tal argumento. Como declaró el año pasado Pim Que Pam, portavoz del TREPA español: "Sí, claro, no se dan cuenta de que el problema no es que pretendan casar a dos hombres. No es una comparación válida. Deme un hombre zurdo y uno diestro y yo lo llevo de mil amores a la iglesia de mi pueblo, que es románica y da gloria verla en mayo, con todas esas flores reventonas en los balcones de las casas, pero, ¿dos zurdos, por ejemplo? Me pregunto cuál de los dos hará de diestro... Quiero decir, ¿quién haría voluntariamente las labores propias de los diestros si no le han tocado por naturaleza? Me da igual que dos alérgicos al tomate se casen entre sí siempre y cuando uno sea zurdo y la otra diestra o viceversa. Ni el sexo ni el tomate tienen que ver con esta cuestión. Son ganas de mezclar las cosas. Nunca apoyaré esa ley." 

Las asociaciones diestristas denuncian, por otra parte, la existencia de una violencia sistemática que es tanto simbólica como física y sexual por parte de los zurdos hacia las personas diestras. Todo el mundo conoce la existencia de los ataques que algunos y algunas zurdas llevan a cabo (ellos con sus propios penes, ellas, con prótesis específicas que se ajustan con un arnés a la cintura) sobre diestros y diestras de todas las edades. A los hombres los penetran analmente y a las mujeres, por normal general, vaginalmente, aunque existen excepciones a este respecto. En todo caso, queda claro que esta violencia sexual no está ni mucho menos extendida y es asunto de cuatro o cinco zurdos locos. De vez en cuando se escuchan voces que aseguran que la violencia sexual es bastante más común de lo que se piensa, si bien, en todo caso, se tiende a desconfiar de los diestros y las diestras que denuncian haber sufrido acoso o violaciones. Al fin y al cabo, ¿cómo se puede saber a ciencia cierta si el diestro no se echó atrás cuando el acto ya había empezado? ¿Acaso no son las personas de la mano derecha expertas en provocar el deseo sexual de los zurdos con sus prendas minúsculas y sus rostros maquillados? Si un diestro excita el deseo de un zurdo y además consume alcohol, sin duda no podrá defenderse de un eventual ataque, pero ¿cómo se puede responsabilizar a una mujer zurda, por ejemplo, de querer saciar un deseo que otro ha sembrado en ella de manera voluntaria?

Algo parecido sucede con el asunto de la violencia denominada "doméstica". Independientemente de que a las personas diestras no se les eduque para ejercitar su forma física ni aprender los rudimentos de la defensa personal, la cuestión de fondo no subyace tanto en las diferencias físicas de los miembros de la pareja como en el hecho de que tradicionalmente es el zurdo o la zurda del hogar quien ha de imponer su voluntad sobre la de su compañero, pues es quien seguramente reporta más ingresos y quien, por descontado, tiene más capacidad de decisión, liderazgo y raciocinio. Esto es así porque así ha sido siempre, y así será para siempre, porque la tradición no admite réplica ni discusión. Por algo es tradición y no un regateo en el mercado.

Pero no todos los zurdos ni todas las zurdas violan ni pegan a sus parejas, y es importante destacar este hecho cada vez que se escuchan noticias como: "siete diestros han muerto a manos de sus parejas (zurdas) en lo que va de semana en nuestro país." Al leer o escuchar esta noticia es importante lanzarse a las redes y crear un hashtag que diga: @notodosloszurdos. Esta mayoría silenciosa de zurdos que se abstiene de matar, violar y torturar a los diestros de su entorno merecen nuestro agradecimiento y galletitas con chispas de chocolate por su comportamiento ejemplar. El hashtag @notodosloszurdos refuerza la idea de que la violencia contra las personas diestras no es estructural, sino anecdótica. Esto permite que se perpetúe sin problema durante décadas y generaciones, pues no se establece conexión alguna entre unos incidentes y otros.
  
Las ciencias, en especial la biología y la medicina, han servido durante siglos para justificar la subordinación de las personas de mano derecha. El diseño físico de estas personas los predispone a la torpeza, la inseguridad de criterio y al cuidado de los bebés. Desde que la neurociencia existe, se han realizado múltiples experimentos y escáneres que revelan, si bien no de manera consistente, que diestros y zurdos tienen cerebros diferentes. ¿Cómo explicar si no, se pregunta cualquier persona de a pie, que los y las zurdas tengan mayores aptitudes para el liderazgo y la orientación espacial y menos para la comunicación de los propios sentimientos?

Al hilo de esta pregunta siempre surge el típico diestrista que contesta:

1) En primer lugar, tales estudios se realizan sobre poblaciones pequeñas y en ámbitos de actividad predeterminados que favorecen la aparición de los resultados preferidos, y

2) en segundo lugar, ¿por qué sucede que las personas diestras que han recibido la formación y el estímulo adecuado son capaces de realizar perfectamente las tareas reservadas a los zurdos? ¿No será que el cerebro posee una inmensa plasticidad y tiene la capacidad de reorganizar sus conexiones en función de sus actividades cotidianas?

Por supuesto, la respuesta será que existen algunas excepciones. Son pocos los diestros que pueden responder favorablemente ante tal desafío, y en todo caso se sospecha que lo que sucede es que poseen un cerebro de zurdos en un cuerpo equivocado. En cualquier caso, no representan más que una modesta minoría que tampoco merece demasiada atención.

El hecho de que la mayoría de los autores de tales experimentos sin contrastar sean zurdos no arroja la más mínima sombra de sospecha acerca de la idoneidad de sus métodos, pues todo el mundo asume sin rechistar que un estudio realizado por una zurda tiene mucha más autoridad que otro realizado por una persona diestra, especialmente si los resultados de ambas investigaciones arrojan datos opuestos entre sí.

Sucede lo mismo en el ámbito de la academia: la mayoría, por no decir todos, los autores que se estudian son zurdos y zurdas. Algún diestro ha conseguido colarse en el canon, no sin gran dificultad, pero en todo caso a casi todos les parece un poco ridículo ponerlo al mismo nivel que a los grandes zurdos y zurdas de la historia. Como escribió Pirivault ya mediado el siglo XIX: Me sorprende lo que con tanto aspaviento usted defiende; a saber, la existencia de unas mentes preclaras encerradas en cuerpos diestros. No negaré haber encontrado a lo largo de mi vida personas diestras que me han entretenido con su conversación ligera y su ingenio moderado, pero considero absolutamente exagerado elevar esas excepciones a regla general, habida cuenta, por otra parte, de que ni siquiera los diestros más inteligentes alcanzan el nivel de raciocinio medio de las personas zurdas más vulgares.

También desde el estudio de la lengua suele plantearse el debate de si se refuerza la opresión de los diestros mediante el uso habitual del idioma. Esta cuestión de gran interés en diversos círculos diestristas, se considera por norma un simple lloriqueo sin fundamento, una exageración que no tiene mayor importancia. Así, se argumenta desde la lingüística que,cuando se alude a "los zurdos" en general, todo el mundo entiende que nos referimos a zurdos y diestros por igual, y cuando decimos "los diestros", especificamos y nos referimos sólo a quienes manejan la mano derecha. Es una exageración decir que los zurdos se han apropiado de la categoría de "ser humano" por este simple, inocente hecho; no se trata más que de una casualidad histórica y filológica y no es necesario ahondar más en el tema. 

Para terminar, es preciso reseñar la existencia de diversos grupos y grupúsculos, asociaciones y federaciones a nivel local, nacional e incluso internacional, que realizan día a día una labor imprescindible y valiosa. No todas las personas diestras se consideran diestristas, ni siquiera aunque disfruten de las ventajas relativas que éstos les consiguen de vez en cuando. Esto se explica porque la socialización funciona de maravilla y aprenden no sólo a valorar positivamente su rol subordinado en la sociedad, sino que llegan incluso a amarlo mediante la erotización de su sumisión: es sexy ser débil y buscar la protección del zurdo o la zurda salvadores, y éstos a su vez se educan felizmente en la misma idea pero desde la posición dominante. 

Dejo para otro día el análisis de la cultura popular desde el punto de vista de las personas diestristas, que desde luego disfrutan sacándole punta a todo y protestando, protestando todo el día por tonterías en lugar de preocuparse por problemas de verdad importantes. (Troound, 2007)


lunes, 1 de septiembre de 2014

Robert Jensen y el aburrimiento cruel de la pornografía



Robert Jensen es uno de esos aliados del feminismo radical que tanta falta hacen y que desgraciadamente escasean. Combina su labor de escritor con la de profesor de periodismo en la Universidad de Tejas en Austin y se ocupa de asuntos varios entre los que destacan la política y el feminismo. Escribe sobre asuntos como la pornografía, la violencia contra las mujeres y la prostitución, y he decidido traducir aquí uno de sus artículos, que encuentro de lo más interesante, sobre la industria del porno en la actualidad.

Estoy bastante de acuerdo con él, si bien matizaría algunos aspectos menores de su crítica que en todo caso no afectan al fondo de la cuestión. Me gusta este texto especialmente porque desde su posición de varón hace algo que prácticamente ninguno se plantea hacer: virar la atención de las mujeres que, por los motivos que sean, se dedican al cine porno, para centrarla en los hombres consumidores de ese material. 

El presente artículo está traducido con la autorización expresa de su autor.




El aburrimiento cruel de la pornografía



El sucio secreto de la industria de la pornografía es que, partiendo de un número finito de maneras en que los cuerpos humanos se pueden encajar, su producto es, por definición, aburrido y repetitivo. Por tanto, no tiene más remedio que recurrir a sexualizar la degradación en sí misma.


Hay un número finito de maneras en que los cuerpos pueden encajar sexualmente entre sí, y, como se me quejó un veterano de la industria durante la feria anual, "todas ellas ya han sido filmadas". Suspiró, considerando el reto de crear una película sexualmente explícita que resulte diferente al resto y concluyó: "Después de todo, ¿cuántas pollas puedes meterle a una chica de una sola vez?"


Su pregunta pretendía ser retórica, pero yo pregunté: "¿Cuántas?"


"Probablemente cuatro", dijo él; una penetración oral, una vaginal y una doble anal parecían una opción realista. Otro productor me dijo más tarde, ese mismo día, que él había trabajado una vez en una película que incluía una escena con una doble penetración anal y una doble vaginal, es decir, se trataba de una mujer penetrada por cuatro hombres a la vez. Dijo que el director había creado un arnés especial para sujetar a la mujer durante esa escena. En la pornografía heterosexual dominante de nuestros días no es excepcional ver una DP (palabra de la industria para referirse a la "doble penetración", en la que dos hombres entran vaginal y analmente a la vez en una mujer) combinada con una penetración oral.


Con independencia del número, teórico o ya habitual en la práctica, el debate en sí nos recuerda que la pornografía es cada vez más extrema y que traspasa nuestros límites tanto físicos como psíquicos. Además, la pornografía es también increíblemente repetitiva y aburrida.


Los pornógrafos lo saben, por supuesto, y esto les pone muy nerviosos.


Actualmente se estrenan unas 13.000 películas pornográficas cada año, en comparación con las aproximadamente 600 que proceden de la industria de Hollywood. No resulta sorprendente que una preocupación típica de la que fui testigo durante las Expos de Espectáculos para Adultos a las que he asistido (en 2005, 2006 y 2008) fuera que los intentos desesperados de los directores por hacer que sus películas fueran diferentes al resto  estaban dando lugar a cierto tipo de "acrobacias sexuales."


El "gonzo" es un género pornográfico que elude tanto argumento como personajes o diálogo alguno y ofrece sexo explícito, directamente. Las películas gonzo se distinguen de este modo de las "interpretadas", que hasta cierto punto imitan la estructura de las películas de Hollywood tradicionales. Según la revista más influyente del mercado, "El gonzo es el género pornográfico por excelencia ya que resulta menos caro que las películas estructuradas en torno a un argumento, pero además, y fundamentalmente, es la elección por la que paga el consumidor solitario que quiere ir directo al grano, excitarse con el material de verdad interesante y después, si es que quiere ver a actores interpretando, o presenciar algo de argumento y diálogo, puede ver alguna película reciente de Netflix."


Semejante descripción ofrece una comprensión profunda acerca de por qué (1) la pornografía siempre ha sido aburrida y (2) va a ser cada vez más y más brutal.


La industria se alimenta de la idea de que los varones que consumen la pornografía heterosexual dominante no son realmente seres humanos con corazón, mente y alma. En el mundo del porno, el hombre es una especie de robot sexual a quien sólo le interesa la estimulación de los circuitos del placer. En ese mundo, el objetivo consiste en reducir la sexualidad humana a la producción de una erección y un orgasmo tan rápido como sea posible: hacer que se levante y luego que se descargue de un modo eficiente. La pornografía da por hecho no que los hombres tienen pene, sino que no son nada más que su pene.


El pornógrafo se enfrenta a un obstáculo en todo este asunto: los hombres son seres humanos. No importa cómo estemos de deformados por la tóxica concepción de masculinidad que prevalece en una cultura patriarcal como la de Estados Unidos, aun así somos seres humanos con corazón, mente y alma.


Independientemente de cuánto intenten los hombres distanciarse del componente emocional del sexo, ese componente nunca se diluye completamente, y es aquí donde se encuentra el principal problema al que se enfrentan los pornógrafos. Cuando se drena cualquier tipo de emoción del acto sexual, éste se convierte en algo repetitivo y poco interesante, aburrido, en una palabra, incluso para aquellos que lo utilizan como un simple medio para facilitar su masturbación. Como la novedad de presenciar sexo en pantalla antes o después va perdiendo fuerza, los pornógrafos que quieren ampliar (o simplemente mantener) su volumen y beneficio de negocio necesitan incluir en sus productos un toque emocional del tipo que sea.


Pero la pornografía no se centra en las emociones que comúnmente se asocian al sexo (afecto y amor), ya que los hombres la suelen usar, precisamente, para evitar emociones como el afecto y el amor. Es por esto que los pornógrafos ofrecen a sus espectadores acrobacias sexuales y números circenses saturados de crueldad hacia las mujeres; sexualizan la degradación de las mujeres. Si bien la mayoría de nosotros está de acuerdo en que en este caso se trata de emociones negativas, son poderosas. En una sociedad patriarcal en la que se condiciona a los hombres para que se vean así mismos como dominadores de las mujeres, tal crueldad y degradación encajan con total facilidad dentro de la noción masculina de sexo y género.


Cuando ofrezco esta crítica mía a varones que son ávidos consumidores de pornografía, me suelen decir que estoy equivocado, que ellos ven gonzo y no aprecian el tipo de crueldad y degradación que yo describo. Me dicen que no hay crueldad en el hecho de que una mujer sea penetrada de manera agresiva por tres hombres que la llaman puta durante el acto sexual. Me dicen que cuando cinco hombres embisten la boca de una mujer hasta que tiene arcadas, la abofetean con sus penes, eyaculan en su boca y pretenden que ella se trague el semen, no hay degradación ninguna. 


De algún modo, están en lo cierto; no ven la crueldad ni la degradación porque están demasiado ensimismados por la excitación sexual y en tal estado sus capacidades críticas no se ven favorecidas. No son capaces de verlo porque son hombres en una sociedad patriarcal que se centra en el placer masculino. Ver a esa mujer como una persona que merece respeto (es decir, ver que es un ser humano) interferiría con su excitación y su orgasmo.


Cuando yo era joven y consumía pornografía tampoco me daba cuenta, y es que me convenía no darme cuenta. Era por eso que después del orgasmo abandonaba rápidamente el cine o la librería para adultos. Esto da pistas sobre la edad que tengo, lo sé; mi uso de la pornografía precedió a la aparición del vídeo, a través del cual el porno se introdujo en las casas de la gente. Pero el patrón persiste; muchos hombres con los que hablo hoy en día me cuentan que después de masturbarse extraen rápidamente el DVD o apagan el ordenador para no ver lo que realmente está pasando en la pantalla. Para actualizar el viejo cliché cultural, cuando el trabajo de la cabecita ha terminado, la cabeza grande vuelve a ponerse al mando. Cuando la experiencia sexual ha finalizado, los hombres pueden pensar, y cuando ven el desprecio de la pornografía hacia las mujeres, la mayoría no quiere seguir mirando.


Estas son unas observaciones generales, un intento de identificar ciertos patrones. Pero el mundo es, desde luego, complejo. Existe una considerable variabilidad en la especie humana; no todos los hombres ven porno por la misma razón ni tienen la misma experiencia. Y hay variedad en esas 13.000 películas que ven la luz anualmente. Pero sí que existe un patrón tanto en ese consumo masculino de pornografía como en las estrategias de la industria para hacer que los hombres la sigan consumiendo:


- Los varones heterosexuales tienden a consumir pornografía para alcanzar satisfacción sexual sin hacerse cargo de las complicaciones propias de tratar con una mujer real.

- Los pornógrafos ofrecen material gráfico sexualmente explícito que cumple con su función, pero para conseguirlo deben aumentar continuamente los niveles de crueldad y degradación para mantener sus beneficios.

Los productores de gonzo ponen a prueba los límites con nuevas prácticas que erotizan la dominación de los hombres sobre las mujeres. Variaciones menos extremas que estas migran a la pornografía con diálogo y cierta presencia de interpretaciones y de ahí se transforman hasta llegar a la cultura popular establecida. La pornografía es cada vez más abiertamente misógina y la cultura popular se vuelve a su vez más pornográfica; muchas películas de Hollywood y de televisión por cable se asemejan más al porno blando de lo que lo hacían hace unas décadas y la tan común objetificación de las mujeres en la publicidad se ha ido sexualizando cada vez con más descaro.

¿A dónde llevará todo esto? ¿Cómo de lejos llegarán los pronógrafos para asegurarse sus beneficios, especialmente ahora que la proliferación de la pornografía gratuita en internet añade una mayor competitividad? ¿Cuánta misoginia erotizada será capaz de tolerar nuestra cultura?

Cuando hago esta pregunta a los pornógrafos, la mayoría responde que no lo sabe. Un líder de la industria como lo es Lexington Steele reconoce que no tiene una bola de cristal: "El gonzo lleva todo al límite. La cosa es que sólo hay un número determinado de agujeros, sólo hay un número de maneras diferentes de penetrar a una mujer, así que resulta difícil saber qué será lo próximo dentro del mundo del gonzo."

¿Qué es lo próximo? ¿Qué viene después de las DP y de las dobles penetraciones anales? ¿Qué hay más allá de títulos como "Cum slam* de 10 hombres" y "Cream pie de 50 tíos"? Puedo asegurar que yo tampoco lo sé. Pero después de 20 años dedicados a la investigación sobre la industria pornográfica como académico y de criticarla como parte del movimiento feminista anti-pornografía, lo que sé es que deberíamos preocuparnos. Deberíamos temer el hecho de que puede que no haya límite en la crueldad masculina hacia las mujeres. En una sociedad patriarcal dirigida por los valores predadores del capitalismo, deberíamos sentir mucho temor.


Robert Jensen, 2008



*La práctica sexual (por llamarlo de alguna manera) denominada "cum slam" consiste en lo siguiente: un hombre eyacula en su mano y se la pone a alguien en la cara durante unos segundos. Se entiende que para que todo sea mucho más "divertido", la víctima ni espera ni desea que le restrieguen semen por la cara.