jueves, 4 de enero de 2018

El mito de la libre elección y el BDSM



Antes de nada, voy a aclarar algo importante: si te pone la violencia sexualizada consentida y feliz, no voy a llamar a la policía del sexo. Así que todo va a ir bien, después de leer este articulillo vas a poder volver tranquilamente a tus asuntos sin más complicaciones. 

Ahora que este importante punto queda aclarado, vayamos al lío.

Si una habla de la esclavitud, infantil o adulta; de mujeres que padecen tortura física a manos de sus parejas o exparejas; si hablamos de explotación brutal en maquilas americanas, o, sencillamente, si nos referimos en general a alguien que padece síndrome de Estocolmo por el motivo que sea, la persona al otro lado de la conversación va a comprender que el consentimiento de la víctima en cuestión está, cuanto menos, viciado.

- Hola persona sin casa, sin familia y sin trabajo; persona que no hablas el idioma del país en el que te encuentras: te ofrezco veinte euros si me haces una reforma en toda mi casa. Sí, sí, en toda. Claro, y los materiales los pones tú, aunque te tengas que endeudar. Total, si me gusta cómo trabajas te puedo encargar otras chapuzas y así puedes ir saldando tus deudas. Cómo que te parece poco. ¿No dices que tienes hambre? Poca hambre tendrás si te pones así de quisquilloso, oye. Esto es un trabajo como otro cualquiera.

Y la persona acepta, qué cosas tiene la vida. 
La persona ha consentido.
No hay daño moral. Todo está bien. Hay un contrato verbal y todo el mundo sabe que un contrato es incontestable, y no como el sentimiento de dignidad de un ser humano, que es ciertamente variable entre unos individuos y otros. 

Quizá habría personas "de izquierdas" que se indignarían ante esta situación de explotación laboral. Dirían que no todo vale en la economía, que si el Estado no impone algunos mecanismos de control sobre el mercado laboral y lo que consideramos y no "un trabajo como otro cualquiera", lanzamos a los ciudadanos a los pies de los caballos.

Pero oh, orgasmos varoniles. Erecciones y esperma. Oh, consentimiento.

En lo que respecta a las relaciones sexuales, el consentimiento se convierte en una palabra comodín. Incluso si no son relaciones deseadas y disfrutadas por una de las partes, en el caso que me interesa,  las mujeres. Consentir descarga de responsabilidad al que, en el fondo, sabe que está dañando a otra persona. Solo la persona sometida puede consentir. La poderosa concede y es magnánima; la que carece de poder consiente, es decir, tolera, se deja hacer. Quien agrede no consiente en nada, es la víctima quien, suficientemente instruida para ello, consiente en su propia explotación o daño.

Si bien el mito del consentimiento da para mucho en asuntos como prostitución, violencia sexual y física contra las mujeres, no se puede desligar este término de los de "libre elección" o "agencia". La libre elección y la agencia las tienen quienes eligen y actúan en un entorno neutro en el cual no sufren ningún tipo de coerción para actuar de esa manera y no de otra. Un ejemplo de libre elección podría ser: Quiero practicar karate. En la escuela de al lado de mi casa enseñan tanto shotokan como shito ryu. Los horarios me cuadran en cualquier caso y el precio de las clases es el mismo. Hacen falta unas condiciones físicas semejantes, por lo que no tengo motivos, aparte de las influencias externas que yo pueda recabar, que me hagan inclinarme por un estilo u otro. Eso es elegir libremente. 

Pero las relaciones sexuales no son un asunto como otro cualquiera. Si así fuera, no leeríamos a diario noticias acerca del acoso y las agresiones sexuales que las mujeres sufrimos  a manos de los hombres. Claro que hay relaciones sexuales que las mujeres eligen libremente, pero la cuestión es, ¿cómo se construye ese deseo sexual femenino en un patriarcado? ¿Alguien es ajeno a la socialización, educación y a la cultura dominante, que es sin duda patriarcal y violenta?

Por supuesto que hay parejas que viven el sexo como un intercambio placentero en el que nadie tiene que dominar o ser dominado para extraer placer sexual, doy fe de ello en primera persona, pero no es para eso para lo que nos socializan. Erotizar la igualdad es una forma de resistencia que no está muy de moda y nunca lo ha estado. De un modo bastante obvio, se educa a los hombres para que sean agresivos y dominantes y a las mujeres para que sean pasivas y receptoras de la violencia masculina.

Este es el arquetipo patriarcal, aunque por supuesto existen variaciones. Por ejemplo, varones que se excitan imaginando durante un rato que una señora les maltrata de la manera en que saben que es "incorrecto", porque son los hombres quienes tratan así a las mujeres. El masoquismo es una fantasía diferente entre hombres y mujeres. Ellos pueden luego volver a ponerse su traje y su corbata y seguir cobrando más que ellas, pueden incluso obedecer el mandato de que han de someter a su pareja en casa o en otros aspectos de la vida aparte del sexual. Puede seguir ocupando su lugar de varón en el mundo, del que nadie va a dudar que es legítimo dueño.

El masoquismo en las mujeres no es más que la actitud para la que se nos educa desde la infancia. Nos dicen que no seamos bruscas, que no defendamos nuestras ideas con vehemencia, y sobre todo que seamos dulces y agradables. Especialmente con los hombres, porque si se enfadan pueden volverse violentos con relativa facilidad. 

Eliminar estos introyectos de la ecuación al hablar de violencia sexual, consentida o no, me parece tan ingenuo como blandir el consentimiento de algunas mujeres que "deciden" seguir viviendo en una situación de maltrato.

Es necesario que se conozcan las estadísticas de acoso y violencia sexual que viven las mujeres desde la infancia. Porque es indudable que una niña que aprende desde pequeña a normalizar que no es más que un receptáculo de semen y que no tiene derecho a su autonomía corporal no entra en la vida sexual adulta desde el mismo punto de partida de un varón que, estadísticamente, ha sido siempre dueño de su cuerpo y de su espacio. Este solo es un enlace, hay muchos con datos más antiguos y también mas recientes al respecto: En EEUU una de cada cinco niñas y uno de cada veinte niños es víctima de abusos sexuales.

 Solo hay que ver los datos sobre la violencia sexual que las mujeres seguimos padeciendo de adultas para darnos cuenta de que, en nuestro caso, nunca dejamos de estar construidas para el uso y el abuso sexual, algo que (afortunadamente para ellos, desde luego) cambia en el caso de los varones, que según se acercan a la edad adulta dejan de ser blanco de ataques sexuales como sí lo seguimos siendo las mujeres. 

Por último, no deberíamos olvidar quiénes son los agresores en estos casos de violaciones infantiles y adultas. Son los varones. 

Breve recordatorio: no voy a llamar a la policía del sexo. 
Pueden los practicantes del BDSM "safe, sane and consensual" volver a respirar con alivio. Quienes se excitan ante la idea de la violencia sexual, infligida sobre otros o padecida, pueden seguir practicándola con individuos que "consientan" a ello. Que cada cual decida si el consentimiento de su pareja le justifica en cualquier acción que les excite realizar. Toda acción humana que impacta en otro congénere conlleva una carga moral que no necesita ser religiosa. Afortunadamente existe la filosofía para darnos herramientas para pensar y cuestionar el status quo. Si no fuera así y juzgar cómo nos tratamos los seres humanos unos a otros fuese "simple moralina de gente reprimida",  robar y asesinar no serían algo sancionado ni perseguido y no debería cuestionarse.

 Que cada cual decida si consentir le hace más inmune a la violencia para la que, en todo caso, se le ha construido como ser humano. 

Desde pequeña te han ido rompiendo por dentro y por fuera, como niña y luego como mujer, para que desees tu propia opresión. Si las mujeres no aprendieran a consentir en su propia opresión no podrían soportarlo. Por eso las que hemos desaprendido el mito del consentimiento no soportamos la opresión que nos rodea y asfixia desde lo simbólico, lo físico y sexual, lo económico y laboral, lo educativo: desde todos los ángulos de la vida.

¿Vas a seguir tragándote el mito del consentimiento, sexual o de otro tipo?