viernes, 28 de marzo de 2014

Spica, Arcturus, Vega


El cielo ha cambiado. Me di cuenta anoche. No encontré a Orión donde solía verlo al bajar del autobús. Ahora es visible más al sur, y aparecen figuras nuevas donde antes se hallaba el arquero. Consulté mi guía astronómica para ponerme al día y descubrí un paisaje nuevo, diferente al del invierno. La Osa Mayor se aprecia muy alta en el cielo, alejada ya del horizonte, y destacan las enormes y brillantísimas estrellas de Spica en la constelación de Virgo, Arcturus en la constelación del Boyero y Vega en la de la Lira.

La primavera trompetera también ha llegado a las estrellas.


Brain Damage/ Eclipse- Pink Floyd, 1973




Imagen: Propiedad de www.astronomia-iniciacion.com


lunes, 24 de marzo de 2014

La Gatoteca. Crónica y consejos



1. La escapista

Abrí un poco la puerta. Apenas cabía un pie por el hueco pero de repente se coló por allí una gata veloz que intentó abrirse paso hacia la salida. Más tarde comprendí que aquella escapista seguramente debía de tener unas aspiraciones de lo más legítimas: un jardincito donde retozar, algo de luz solar. Acaso un rato de soledad para estar hacia dentro, que es uno de los pasatiempos favoritos de los gatos.



2. De la luz y otras carencias

Atravesamos una especie de vestíbulo y entramos en un salón amplio, sin mucha luz, con música oriental de fondo. Nos sentamos en un sofá cubierto de pelos y pude ver en su cara que la pobre Laura quería ocupar el mínimo espacio posible.

- Ya verás, se me va a llenar de pelos mi jersey nuevo de cuatro con setenta y cinco.

Su preocupación era legítima.

- La verdad es que el olor a pis no es necesario. El tema de la arena podrían llevarlo más al día.

Ésa era yo. La chulapa estuvo de acuerdo conmigo.



3. El ángel de la muerte

Allí estábamos las dos, sosteniendo nuestros refrescos, solas en aquel salón a excepción de cuatro o cinco gatos que nos ignoraban diligentemente. Empiné el codo, me llevé la lata a los labios y le di un trago a aquello. Justo entonces un gato maulló lastimeramente y fui brutalmente consciente en un segundo de lo absurda que era la situación.

Reí y tragué a la vez y fue como estar en uno de esos cumpleaños infantiles en los que siempre hay alguien que se atraganta con la coca cola y ducha con ella a otra persona y le sale también por la nariz y es asqueroso e inolvidable. Yo me concentré como pude en seguir respirando e ignoré la luz blanca al final del túnel. También conseguí no vomitar.



4. Las escapistas

El hecho de no morir en aquella Gatoteca mal iluminada me llenó de ganas de vivir. En un canto a la euforia y al optimismo, decidimos visitar la planta de arriba antes de salir de allí. Había gatos, claro, y algo más de lo que prefiero no hablar porque igual me meto en un lío y además sería cruel por mi parte. No diré, ni siquiera bajo tortura, lo que había allí sentado en un sofá. Voy a dejar el misterio sin resolver, así quizá alguien decida visitar la Gatoteca aunque sólo sea para subir a la primera planta y ver qué se cuece en ese sofá.

Escapé finalmente arrastrando conmigo la culpa de ser libre, humana y entender el complejísimo mecanismo de los picaportes de las puertas.



5. Consejos

La Gatoteca no es el mejor lugar para:

- Una primera cita

- Descalzarse

- Celebrar algo que te haga mucha ilusión

Una segunda cita

- Sentarse tranquilamente a leer

- Estrenar ropa y pretender lucirla

- Hacerte una idea de cómo es tener gatos en casa. 

- Ser feliz


Gato anónimo visiblemente triste



lunes, 17 de marzo de 2014

Condorcet, 1790


Ángeles Jiménez Perona nos mira durante un instante por encima de las gafas, como para asegurarse de que seguimos ahí o para advertirnos de que lo que viene es bueno, muy bueno. Alza el libro y parece que recita el Evangelio:

El hábito puede familiarizar a los hombres con la violación de sus derechos naturales hasta el punto de que, entre los que los han perdido, nadie piense en reclamarlos ni crea haber sufrido una injusticia.

Esas son palabras escritas por Condorcet en 1790. Con ellas abre un documento titulado Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía. Tres siglos después sucede que muchas mujeres siguen sin ser conscientes de las injusticias que padecen en gran medida por el hecho de ser mujeres: han interiorizado tanto su supuesta inferioridad que la injusticia forma parte del paisaje habitual de sus vidas. No hay nada que reclamar, todo está bien, o al menos todo está más o menos como estuvo siempre. 

Aquí Condorcet habla de "hombres" en su sentido genérico. Incluye a varones y a mujeres por igual. Así nos advierte Ángeles, y continúa leyendo:

Algunas de estas violaciones han pasado inadvertidas incluso a filósofos y legisladores cuando se ocupaban con el mayor celo de establecer los derechos comunes de los individuos de la especie humana para hacer de ellos el fundamento único de las instituciones políticas.

Hoy en día no se nos niega el acceso a la asamblea porque seamos mujeres, pero los prejuicios que en su día criticaba duramente Condorcet siguen vivitos y coleando, y los prejuicios y estereotipos siguen teniendo consecuencias muy reales sobre la vida de las personas. El determinismo biológico echa un cable para asegurarse la aquiescencia femenina mediante el argumento de autoridad (independientemente de si los datos que se publican como científicos son reales, inventados, o adecuadamente sesgados para la ocasión) y ya sólo falta para completar el cuadro la venda en los ojos de los filósofos y legisladores que en cada época de la Historia se han ocupado y se ocupan, entre otras cosas, de silenciar una dinámica de desigualdad muy real que afecta a la mitad de la población. Así, los hay conservadores y los hay progresistas, socialistas, anarquistas, neoliberales; de todos los colores políticos posibles pero con algo en común que va más allá de su concepción de la economía o la sociedad: la solidaridad inquebrantable de la fratría.

La experiencia de la vida cotidiana nos dice que esto es así casi siempre, aunque hay contados y honrosos casos de aliados del feminismo que, ellos sí, están dispuestos a renunciar a sus privilegios porque deciden arrojar luz (como diría la profesora Ángeles) sobre la injusticia. No la disfrazan ni le quitan importancia ni inventan justificaciones para legitimarla.


viernes, 14 de marzo de 2014

Tu camino eres tú


He presenciado una nueva despedida y es, como todas, un poco irreal. La persona que se marcha no acaba de creérselo del todo y quienes se quedan y patrullan los lugares compartidos durante tantos años no se imaginan la dimensión de la ausencia hasta que no la tienen instalada en casa o en la mesa del bar preferido, o en alguna calle concreta del barrio.

Yo recuerdo esa canción de Ioanidis que hacía tiempo no escuchaba y pienso en el Odiseo que cada cual lleva dentro. A veces duerme y no da guerra, pero en otras ocasiones despierta de improviso y hace una llamada a la aventura, a la búsqueda de un tesoro material o inmaterial, porque eso también depende de cada quien. Y allá que vamos otra vez, no sea que esta sea la ocasión definitiva o la mejor: ultimamos las velas, nos aprovisionamos como mejor podemos y soltamos amarras sin pensarlo demasiado.



Ο δρόμος σου είσαι εσύ (2009)



Tu camino eres tú

Te pones en camino y marchas, eres un barco;
observas en el horizonte este mar tuyo:
incendios e icebergs.
Pero más adelante siempre se encuentra
tu regreso, que resiste frente al naufragio.

Marchas. ¿A dónde vas? ¿A dónde crees que vas?
¿Qué persigues? ¿Qué tierra habrá de quererte?
¿Qué parte de ti mismo es la que buscas?
Todo está ya aquí y lo está para siempre.
Cada viaje es un nuevo retorno.

Te pones en camino y marchas. ¿A dónde regresas?
¿A qué tierra firme? Tu extranjería es todo cuanto tienes.
Y todo está ya aquí, y lo está para siempre,
y más alejado de ti sólo te encuentras tú.

Tú creas el mar
y construyes el barco;
eres el aquí y el allá,
eres la fiesta del regreso,
la lágrima de la despedida.
Y tu viaje eres tú;
eres la ola, la isla,
el aire, la vela
y el blanco del pañuelo.

Te pones en camino. ¿Dónde vas? ¿A dónde viajas?
Los caminos abiertos y tus fronteras son los que tú mismo decidas.
Todo se encuentra allí, y durante poco tiempo.
Cuando no sepas cómo hacerlo: tu camino eres tú.


                                                                   Alkínoos Ioanidis (2009)



viernes, 7 de marzo de 2014

Cosas que los nietos deberían saber


Me puso el libro en las manos. Literalmente hablando. Lo dejó en mis manos y se alejó un poco, como si me hubiese regalado una granada a punto de explotar. 

Quizá no deberías leerlo. No lo sé. Ahora no estoy segura de si quiero que lo leas.

Me sonrió aunque lo que quería, lo sé, era salir corriendo. 

Demasiado tarde. ¡Es mi regalo! Lo voy a leer.

Entonces volvió a acercarse a mí y me hizo escuchar una canción increíble , la mejor carta de presentación para la autobiografía de este tipo tan normal y tan raro, Mark Oliver Everett.

Mark sabe que a veces las muertes se encadenan unas con otras; no acabas de salir de un túnel cuando presientes la entrada en otro. Dejar ir es un oficio y requiere cierta práctica.

Su sentido del humor es el recurso del observador, del superviviente que aprende, claro que sí, que cada duelo nos enseña más y más sobre la vida. Las pequeñas cosas que se perciben como milagros inexplicables, esa creo que es la sustancia que queda flotando en el aire cuando por fin baja la marea.

lunes, 3 de marzo de 2014

Un año sin Facebook


No recuerdo la fecha exacta, pero sé que era primavera. Tomé la decisión sin darme cuenta de que ya la tenía tomada de antes. Recuerdo haberlo comentado con algunas amigas: me cansa Facebook, me agota el ruido. No soy yo.

Durante cuatro años fui parte de esa plataforma social en la que se comparten estados de ánimo más o menos crípticos, fotografías, gustos de cualquier orden; durante ese tiempo verdaderamente me sentí parte de una red de personas conectadas con intereses similares. Veía Facebook como un escaparate lleno de oferta y demanda que satisfacía mis (las que yo creía que eran) necesidades. 

Ahora me doy cuenta de que eran necesidades más relacionadas con el mantenimiento de mi ego que de otra cosa. Inevitablemente, la gente se crea una identidad lo más atractiva posible a través de sus perfiles y yo de repente miré a la mía a los ojos. Y justo cuando se puso de moda eso que siempre existió sin nombre específico y que ahora da en calificarse como postureo, abdiqué. 

Sé que hay personas que pueden promocionar su negocio mediante esta red social, y eso es bueno (supongo). También hay gente con problemas para relacionarse o que vive en lugares aislados donde el contacto con otras personas es escaso, y entiendo también que crear una red de contactos con intereses parecidos puede resultar muy útil para sentirse cerca, a sólo un par de clicks de ratón. 

Me consta que existe también un amplio uso de Facebook por parte de movimientos ciudadanos que buscan el cambio social, y es sin duda encomiable, pero también es plataforma para que los y las de siempre den rienda suelta a su homofobia, su racismo, su sexismo; a su ignorancia, en suma. No se nos escapa tampoco cómo empezó todo: fue el invento de unos jóvenes interesados en dilucidar quién era y quién no era hot en el campus de Harvard. Hay quien lo llama sophomoric sense of humour. Ahí es nada. 

Me pregunté si fuera de esta red era posible un activismo potente y he podido comprobar en primera persona que no sólo es posible sino que requiere otro tipo de compromiso y organización que a mí me resultan más cercanos. Internet es imprescindible. Facebook, supe después, no. 

Pero de esto no me di cuenta hasta que no apreté ese botón que te desea poco más que un buen viaje recordándote que podrás activar de nuevo tu cuenta cuando lo desees. 

Envié antes un mensaje masivo a mis contactos hablándoles de mis motivaciones, a modo de despedida, y recuerdo la respuesta de una chica en concreto, que me dijo algo como: ¡Buena suerte! Tengo la impresión de que no volverás por aquí, porque la gente que conozco que ha cerrado su cuenta ya no ha querido abrirla de nuevo.

Pues no, no volví. Abrí este blog, que según como se mire puede verse como una compensación para el ego, no seré yo quien lo niegue, pero al menos siento este espacio como mío, sin ruido. Ese ruido y esa inmediatez y esa prisa, todo el rato.