martes, 24 de abril de 2018

¿Menores transexuales o víctimas de la homofobia?



En los últimos años se ha incrementado en un gran número la cantidad de menores que se identifican como transexuales (o transgénero, porque el feminismo liberal mezcla constantemente género y sexo de forma sorprendente y los medios usan ambos conceptos como si fuesen intercambiables).

Cabe preguntarse por qué hasta hace unos años esto no era una tendencia tan habitual como lo es ahora. Siempre ha habido niños y niñas que no respondían a los estereotipos de género asociados al sexo, y de hecho yo misma fui una "machota", un "chicazo", una "marimacho" hasta que ya a las puertas de la adolescencia me di cuenta de que era demasiado duro llevar estos sambenitos, y acabé por conformar, al menos superficialmente, a estos estereotipos durante unos años. Pura superviviencia y pura máscara. No fue hasta bien entrada la veintena que fui capaz de deconstruir toda la socialización que había recibido durante toda mi vida y empecé a ser, ya sí, auténticamente yo. 

Sé lo que es escuchar desde muy pequeña: "¿Eres un niño o una niña?" Por llevar el pelo corto y ropa que se asocia con el sexo masculino, como pantalones o camisetas cómodos con estampados de colores neutros. Me preguntaban si era un niño o una niña e íntimamente yo sabía que era vergonzoso responder la verdad, esto es, que era una niña con pelo corto y ropa "de chico". Esa pregunta era una forma de insulto en sí misma, me ponía contra las cuerdas de mi propia rareza. Mis amigas eran normales y yo era "diferente". 

Una niña de cinco o seis años no es consciente del mecanismo de poder patriarcal que se agazapa tras la imposición de los roles de género, pero sí percibe perfectamente que no está siendo fiel al papel que tiene que interpretar. Y recuerdo la incomodidad, cómo no me sentía en mi piel. Prefería pasar desapercibida para que nadie se metiese conmigo o hiciese bromitas sobre mí.

A finales de los 80 y principios de los 90 la frase "eres un chico" dicha a una niña era un insulto y no un interrogante sincero. A nadie se le ocurrió darme la opción de que yo en realidad fuese un niño encerrado en un cuerpo equivocado. No fueron tan clementes (Aclaro el sarcasmo por si acaso alguien no lo capta). La sociedad era consciente sin fisuras de que mi cuerpo era el correcto y eran mi personalidad, mis actitudes y mis gustos los que estaban equivocados. Una niña no viste cómoda, a una niña le gusta el rosa y el morado, una niña no va por ahí dando saltos y corriendo todo el día, a una niña no le gustan tanto las artes marciales, ni jugar con la pelota ni los coches de su hermano mayor. A una niña le gusta jugar con muñecas y fantasea con juegos de rol en los que ella es mamá y esposa. A mí me encantaba imaginar que era Aladín y saltaba por los toldos de una ciudad sacada de Alí Babá y los cuarenta ladrones y tenía una novia tan guapa como la de la película de Disney. A veces era una exploradora en mitad del desierto y los cojines que tiraba por el suelo eran las únicas dunas no movedizas que podía pisar sin hundirme. Leía libros de aventuras en siestas insomnes de verano en las que me identificaba con los personajes masculinos de las historias, más que nada porque solo a los niños les pasaban cosas interesantes. Solo leyendo las aventuras de Los Cinco me sentía profundamente hermanada con Jorgina o Jorge, como la llamaban en su círculo más cercano. Me recuerdo corriendo en bici por descampados en obras, manchándome con arena y destrozándome las rodillas  caída tras caída por "hacer el bruto". 

La lucha feminista no ha cesado en estas décadas, y cabría pensar que a estas alturas nos habríamos liberado en gran medida de los corsés de género que imponen comportamientos y gustos a los niños y las niñas. Pero no solo no ha sido así, sino que esa niña que ahora mismo tenga gustos parecidos a los míos, es muy posible que reciba el mensaje de que sus gustos son los correctos, lo que está equivocado es su cuerpo. 

¿Alguien duda del alivio que yo habría sentido de saber de boca de mis mayores que mi rareza no era rebeldía cabezona sino un problema médico con solución? Eso habría explicado tantas cosas... Y por supuesto me habría aliviado saber que, después de todo,  no era culpa mía y se me iba a permitir comportarme libremente sin castigarme de continuo por ello. El precio a pagar, y eso es algo que yo no habría podido saber entonces y que razonablemente no entiende ningún menor, sobre todo en edades muy tempranas, habría sido la lucha contra mi propio cuerpo durante el resto de mi vida. La disociación de mi propio cuerpo durante el resto de mi vida. La medicación también de por vida, y previsiblemente, la necesidad de una serie de cirugías irreparables no necesarias desde un punto de vista médico. La esterilidad irreversible, dado que una vez que se administran bloqueadores de hormonas y acto seguido hormonas del sexo contrario, se impide el desarrollo de las gónadas y el/la menor queda estéril irremediablemente. 

Existen múltiples asociaciones llenas de progenitores bienintencionados que no saben cómo ayudar a sus hijos e hijas. Los ven sufrir porque sienten el rechazo de una sociedad tan sexista o más que la que a mí me vio crecer; hemos avanzado algo en ciertos temas que afectan a la lucha de las mujeres, pero no desde luego en lo que se refiere a los estereotipos de género impuestos a los más pequeños. La dictadura del rosa y el azul los adoctrina desde antes de nacer incluso. Durante la adolescencia estos roles se refuerzan además por la cultura popular, el ejemplo de las personas adultas cercanas y la influencia misógina y violenta de la pornografía, a la que acceden de un modo normalizado desde los once años aproximadamente. 

Estos padres y madres quieren crear un espacio seguro para sus niños y niñas y piensan que si se trata de un problema médico con una cura o un tratamiento, todo queda explicado y solucionado. Pero el activismo trans se no se aclara en este aspecto, ya que una de las ideas que defienden con más fervor es la contradicción de que la identidad de género es innata (y por eso se manifestaría en criaturas muy pequeñas) y por tanto no una enfermedad, pero a la vez reclaman el acceso al sistema sanitario, a lo que denominan "tratamiento hormonal" o cirugías de "confirmación de género". No ofrecen ninguna explicación respecto a esta contradicción fundamental, y esto crea un doble discurso por el cual hace falta un diagnóstico temprano de algo que ni siquiera es un trastorno, sino una manifestación de la esencia de la persona. 

Entonces yo me pregunto, si eso de la identidad de género existiera, ¿no sería suficiente en sí misma? ¿Por qué sería necesario medicar a los menores para que repliquen las características físicas del sexo opuesto? La respuesta es que lo que en el activismo trans se denomina identidad de género, en el discurso de a pie se denominaría personalidad. 
Imaginemos que de pronto los niños pueden vestir tutús, jugar a ser mamás con muñecas y las niñas pueden patinar haciendo el bruto sin que pase nada, sin que nadie esté habitando un cuerpo que no es el suyo. 

Le pido a mis lectores y lectoras que se den un paseo por plataformas como Youtube y vean vídeos de menores y jóvenes que explican cómo "supieron" que eran trans. Veréis que hablan de infancias semejantes a la mía. Hablan de desafiar los roles de género, y lo doloroso que eso es porque te enfrenta a la sociedad y te hace sentir rara, inadecuada. La diferencia entre los años ochenta y la sociedad actual es que se ha ideado un mecanismo para dar una válvula de escape a estos pequeños, pero es una válvula de escape con mucha trampa.

Primero, porque no supone ningún desafío al patriarcado, y no solo refuerza los estereotipos de género, sino que invisibiliza a quienes practicamos la disidencia de género desde la infancia. Muchas de esas chicas que salen en Youtube identificándose como muchachos hablan de haberse sentido atraídas por amigas y cómo esto les producía rechazo. Ahora son mágicamente heterosexuales, normales, son aceptables y merecen la aprobación de su familia y de la sociedad. Todo es más fácil así, pero no es necesariamente auténtico. La homofobia internalizada de estas chicas me parte el corazón. Al menos yo en su momento tuve acceso a ejemplos, aunque fueran pocos en cantidad, de mujeres fuertes, lesbianas, seguras de sí mismas, felices siendo como eran.

En segundo lugar, se trata de una trampa porque no puedes pasar toda tu vida disociada de tu cuerpo. Es algo que saben bien  las personas con trastornos de alimentación. Ven su cuerpo de un modo no realista y pasan años de su vida, en ocasiones su vida entera, luchando  contra él y maltratándolo porque piensan que cuando lo modifiquen lo suficiente según su idea mental de lo que su cuerpo debería ser, entonces serán felices de verdad. Pero en la raíz de la disforia está el hecho de que nunca alcanzarán ese ideal que tanto desean. Podrán acercarse tal vez, de forma cosmética, pero pasarán toda su vida tratando de cruzar un puente insalvable, con el temor de que alguien "se dé cuenta" de que nacieron con un sexo determinado que estaba mal.

Este tipo de disforia corporal por trastornos de alimentación no se reivindica por parte de plataformas de padres y madres ni de asociaciones sin ánimo de lucro como una manifestación de ningún tipo de identidad. A nadie se le ocurre ofrecerle a menores con bulimia o anorexia reducciones de estómago ni dietas milagro por internet. No de forma legal, al menos. No de manera que parezca que es activismo liberador para el ser humano. Más bien se trata de lanzar el mensaje de que todos los cuerpos y las tallas son perfectos tal cual son, y que los dictados de la moda no deberían decirle a nadie que su cuerpo es erróneo y debería ser diferente.

Y sin embargo observo a mi alrededor cómo hay muchos y muchas menores confusos porque piensan que su cuerpo está mal, que necesitan cambiarlo, que hay una disonancia entre su cuerpo y su personalidad. Esto no es cierto. Al menos no en criaturas pequeñas que están explorando el medio, la vida, las experiencias, y necesitan fantasear y jugar y desarrollarse sin constricciones impuestas por sus mayores por el hecho de haber nacido con un sexo y no otro entre las piernas.

Qué revolucionario sería ver calles y colegios llenos de niños y niñas que se convierten en adultos liberados de los estereotipos de género. Felices en su piel y en su cuerpo y en armonía con su entorno y el resto de personas que los rodean.

Por otra parte, existe una corriente dominante de pensamiento que va ganando espacio en el transactivismo que se dedica a hacer relativismo sobre la materialidad de los cuerpos. Ahora resulta que no existe el pene ni el clítoris ni la vagina porque el sexo es asignado por la comadrona al nacer. Es el colmo de la locura digna de 1984 en que nos vemos envueltas las feministas críticas del género. No se dan cuenta de que el sexo es una materialidad tan real como el grupo sanguíneo o el color de los ojos y que no tendría que tener ningún efecto en la calidad de vida de la persona que nazca con un sexo y otro. Que se lo digan a las niñas víctimas de la mutilación genital femenina. Que les digan que eso que les mutilan es ¿su género? Que no hay nada material en el clítoris destrozado, en su sexo ensangrentado y su placer sexual erradicado antes siquiera de haberlo llegado a sentir. O a las niñas vendidas como esposas, o a las niñas abortadas por el hecho de serlo. No hablan de género ni identidades las ecografías.

Lo que sí que nos asignan al nacer, e incluso antes de nacer, es el género. El dichoso género que todo lo impregna y que es una cárcel, por mucho que nos lo presenten como algo con lo que una persona se pueden identificar felizmente. Identidad de género, dicen, y no se dan cuenta de que identificarse con un género es como pedirle a una persona encerrada en prisión que se identifique con los barrotes que la separan de la libertad y que lo reivindique como liberador. 

Habrá que plantearse cuánto hay de homofobia en la corriente actual de transactivismo dirigido a los menores. No hablo de las personas adultas que, en lo que a mí respecta, pueden decidir operar los cambios que deseen sobre su cuerpo. Me preocupan los menores que, como yo hace décadas, quieren ser libres y expresarse más allá de los márgenes que les impone la sociedad. Deseo profundamente que eso no signifique que su cuerpo está mal y hay que cambiarlo. Más bien habría que potenciar que niños y niñas vivan con libertad la experimentación propia de la infancia y la adolescencia, pero veo con tristeza cómo lo que se plantea es una vuelta a los estereotipos más rancios. Mi voz no es la más popular, y han llegado a censurar mi opinión en alguna que otra revista feminista anarquista (al menos en teoría) porque mi opinión no entra dentro de la "línea editorial". Pero es una voz clara la que tengo y también sé que no estoy sola. Aunque pocas, algunas feministas vemos claro que esto que nos están vendiendo como progresista y feminista no es sino un lobo con piel de cordero, un caballo de Troya patriarcal que aún tiene que dejarnos ver su verdadera cara. Habrá que esperar para ver los resultados de este experimento que se está haciendo en niños y niñas a lo largo y ancho del mundo.

Ojalá me equivoque. Ojalá en unos años estos jóvenes no nos pidan explicaciones sobre por qué no les dejaron ser, simplemente, libres, completos, felices en su diversidad. 





jueves, 4 de enero de 2018

El mito de la libre elección y el BDSM



Antes de nada, voy a aclarar algo importante: si te pone la violencia sexualizada consentida y feliz, no voy a llamar a la policía del sexo. Así que todo va a ir bien, después de leer este articulillo vas a poder volver tranquilamente a tus asuntos sin más complicaciones. 

Ahora que este importante punto queda aclarado, vayamos al lío.

Si una habla de la esclavitud, infantil o adulta; de mujeres que padecen tortura física a manos de sus parejas o exparejas; si hablamos de explotación brutal en maquilas americanas, o, sencillamente, si nos referimos en general a alguien que padece síndrome de Estocolmo por el motivo que sea, la persona al otro lado de la conversación va a comprender que el consentimiento de la víctima en cuestión está, cuanto menos, viciado.

- Hola persona sin casa, sin familia y sin trabajo; persona que no hablas el idioma del país en el que te encuentras: te ofrezco veinte euros si me haces una reforma en toda mi casa. Sí, sí, en toda. Claro, y los materiales los pones tú, aunque te tengas que endeudar. Total, si me gusta cómo trabajas te puedo encargar otras chapuzas y así puedes ir saldando tus deudas. Cómo que te parece poco. ¿No dices que tienes hambre? Poca hambre tendrás si te pones así de quisquilloso, oye. Esto es un trabajo como otro cualquiera.

Y la persona acepta, qué cosas tiene la vida. 
La persona ha consentido.
No hay daño moral. Todo está bien. Hay un contrato verbal y todo el mundo sabe que un contrato es incontestable, y no como el sentimiento de dignidad de un ser humano, que es ciertamente variable entre unos individuos y otros. 

Quizá habría personas "de izquierdas" que se indignarían ante esta situación de explotación laboral. Dirían que no todo vale en la economía, que si el Estado no impone algunos mecanismos de control sobre el mercado laboral y lo que consideramos y no "un trabajo como otro cualquiera", lanzamos a los ciudadanos a los pies de los caballos.

Pero oh, orgasmos varoniles. Erecciones y esperma. Oh, consentimiento.

En lo que respecta a las relaciones sexuales, el consentimiento se convierte en una palabra comodín. Incluso si no son relaciones deseadas y disfrutadas por una de las partes, en el caso que me interesa,  las mujeres. Consentir descarga de responsabilidad al que, en el fondo, sabe que está dañando a otra persona. Solo la persona sometida puede consentir. La poderosa concede y es magnánima; la que carece de poder consiente, es decir, tolera, se deja hacer. Quien agrede no consiente en nada, es la víctima quien, suficientemente instruida para ello, consiente en su propia explotación o daño.

Si bien el mito del consentimiento da para mucho en asuntos como prostitución, violencia sexual y física contra las mujeres, no se puede desligar este término de los de "libre elección" o "agencia". La libre elección y la agencia las tienen quienes eligen y actúan en un entorno neutro en el cual no sufren ningún tipo de coerción para actuar de esa manera y no de otra. Un ejemplo de libre elección podría ser: Quiero practicar karate. En la escuela de al lado de mi casa enseñan tanto shotokan como shito ryu. Los horarios me cuadran en cualquier caso y el precio de las clases es el mismo. Hacen falta unas condiciones físicas semejantes, por lo que no tengo motivos, aparte de las influencias externas que yo pueda recabar, que me hagan inclinarme por un estilo u otro. Eso es elegir libremente. 

Pero las relaciones sexuales no son un asunto como otro cualquiera. Si así fuera, no leeríamos a diario noticias acerca del acoso y las agresiones sexuales que las mujeres sufrimos  a manos de los hombres. Claro que hay relaciones sexuales que las mujeres eligen libremente, pero la cuestión es, ¿cómo se construye ese deseo sexual femenino en un patriarcado? ¿Alguien es ajeno a la socialización, educación y a la cultura dominante, que es sin duda patriarcal y violenta?

Por supuesto que hay parejas que viven el sexo como un intercambio placentero en el que nadie tiene que dominar o ser dominado para extraer placer sexual, doy fe de ello en primera persona, pero no es para eso para lo que nos socializan. Erotizar la igualdad es una forma de resistencia que no está muy de moda y nunca lo ha estado. De un modo bastante obvio, se educa a los hombres para que sean agresivos y dominantes y a las mujeres para que sean pasivas y receptoras de la violencia masculina.

Este es el arquetipo patriarcal, aunque por supuesto existen variaciones. Por ejemplo, varones que se excitan imaginando durante un rato que una señora les maltrata de la manera en que saben que es "incorrecto", porque son los hombres quienes tratan así a las mujeres. El masoquismo es una fantasía diferente entre hombres y mujeres. Ellos pueden luego volver a ponerse su traje y su corbata y seguir cobrando más que ellas, pueden incluso obedecer el mandato de que han de someter a su pareja en casa o en otros aspectos de la vida aparte del sexual. Puede seguir ocupando su lugar de varón en el mundo, del que nadie va a dudar que es legítimo dueño.

El masoquismo en las mujeres no es más que la actitud para la que se nos educa desde la infancia. Nos dicen que no seamos bruscas, que no defendamos nuestras ideas con vehemencia, y sobre todo que seamos dulces y agradables. Especialmente con los hombres, porque si se enfadan pueden volverse violentos con relativa facilidad. 

Eliminar estos introyectos de la ecuación al hablar de violencia sexual, consentida o no, me parece tan ingenuo como blandir el consentimiento de algunas mujeres que "deciden" seguir viviendo en una situación de maltrato.

Es necesario que se conozcan las estadísticas de acoso y violencia sexual que viven las mujeres desde la infancia. Porque es indudable que una niña que aprende desde pequeña a normalizar que no es más que un receptáculo de semen y que no tiene derecho a su autonomía corporal no entra en la vida sexual adulta desde el mismo punto de partida de un varón que, estadísticamente, ha sido siempre dueño de su cuerpo y de su espacio. Este solo es un enlace, hay muchos con datos más antiguos y también mas recientes al respecto: En EEUU una de cada cinco niñas y uno de cada veinte niños es víctima de abusos sexuales.

 Solo hay que ver los datos sobre la violencia sexual que las mujeres seguimos padeciendo de adultas para darnos cuenta de que, en nuestro caso, nunca dejamos de estar construidas para el uso y el abuso sexual, algo que (afortunadamente para ellos, desde luego) cambia en el caso de los varones, que según se acercan a la edad adulta dejan de ser blanco de ataques sexuales como sí lo seguimos siendo las mujeres. 

Por último, no deberíamos olvidar quiénes son los agresores en estos casos de violaciones infantiles y adultas. Son los varones. 

Breve recordatorio: no voy a llamar a la policía del sexo. 
Pueden los practicantes del BDSM "safe, sane and consensual" volver a respirar con alivio. Quienes se excitan ante la idea de la violencia sexual, infligida sobre otros o padecida, pueden seguir practicándola con individuos que "consientan" a ello. Que cada cual decida si el consentimiento de su pareja le justifica en cualquier acción que les excite realizar. Toda acción humana que impacta en otro congénere conlleva una carga moral que no necesita ser religiosa. Afortunadamente existe la filosofía para darnos herramientas para pensar y cuestionar el status quo. Si no fuera así y juzgar cómo nos tratamos los seres humanos unos a otros fuese "simple moralina de gente reprimida",  robar y asesinar no serían algo sancionado ni perseguido y no debería cuestionarse.

 Que cada cual decida si consentir le hace más inmune a la violencia para la que, en todo caso, se le ha construido como ser humano. 

Desde pequeña te han ido rompiendo por dentro y por fuera, como niña y luego como mujer, para que desees tu propia opresión. Si las mujeres no aprendieran a consentir en su propia opresión no podrían soportarlo. Por eso las que hemos desaprendido el mito del consentimiento no soportamos la opresión que nos rodea y asfixia desde lo simbólico, lo físico y sexual, lo económico y laboral, lo educativo: desde todos los ángulos de la vida.

¿Vas a seguir tragándote el mito del consentimiento, sexual o de otro tipo?



domingo, 8 de enero de 2017

¿Es un problema de género? No, el género es el problema


Las cifras hablan. Las mujeres asesinadas no. 

Los varones también hablan sobre las mujeres asesinadas, se les pregunte o no. Nos explican incansables que no todos los hombres asesinan, no todos violan, no todos emplean expresiones sexistas, no todos consideran a las mujeres como meros receptáculos de semen o piezas de carne que pueden alquilarse y consumirse por un módico precio. Nos recuerdan así la suerte que tenemos de no ser una de las asesinadas, supongo. Se enfadan si este hecho no nos consuela y nos empeñamos en investigar las raíces de semejante brutalidad sistemática. 

Es importante entonces aplacar la ira masculina latente; asegurarles a ellos de manera individual que sabemos que ellos son diferentes, son unos "no asesinos" y les respetamos y no pretendemos enfadarles con nuestras molestas generalizaciones. Da igual que los asesinos de mujeres sean por goleada varones: decirlo en voz alta es cansino, no suena bien. Parece que implicase algo, no queda muy claro qué, pero no es divertido ni sexy ni empoderador. Así que mejor no andarse con tonterías y dejar el tema. La expresión "lacra social" para hablar de las cifras de asesinadas es una muletilla que en realidad no dice nada pero parece que sí; esa sí se puede usar, pero inmediatamente después se da paso a los deportes (donde se adora a señores muy adinerados de los que medio país está muy pendiente) y aquí no ha pasado nada.

Porque no importa cuántas mujeres sean asesinadas o violadas al mes, al año, a la semana; si se apunta al hecho de que se trata de un fenómeno constante y que hunde sus raíces en un sistema de dominación que subordina a las mujeres como clase, habrá siempre una respuesta unánime: somos unas histéricas/ exageradas, unas radicales (¡yey!) nos fijamos solo en esos datos funestos y no en la cantidad de mujeres que no son asesinadas cada día en nuestro país. Además, de vez en cuando una señora que lleva años siendo maltratada por su marido o ex pareja se defiende y mata al pobre agresor, y acaso eso no es algo intolerable e incomprensible. ¿Cómo se atreve una mujer a devolver un golpe? Nunca hemos tenido las mujeres derecho a la legítima defensa porque eso significaría tener un derecho sobre nuestros cuerpos y nuestra propia persona. 

La llaman violencia de género y se equivocan. Esa expresión oculta adecuadamente quién es el verdugo y quién es la víctima. Pasa de puntillas por el hecho de que son ellos los que apalizan, violan y matan y son ellas las que reciben la violencia. También oculta a las víctimas menores de edad que también sufren esa violencia. Decir violencia de género a lo que es violencia masculina es una manera hábil de fingir que se nombra lo que no se nombra. Y conceptualizar, nos dice Ana de Miguel citando a Celia Amorós, es politizar. Así que conceptualizar bien es politizar bien. Es nuestro deber no dejarnos enredar por expresiones vacías que buscan despistar y no nombrar el problema.

¿Es un problema de género? No, el género es el problema. El género es un constructo socialmente elaborado que sitúa, de manera jerárquica, a los varones en una posición de superioridad respecto de las mujeres. Soy consciente del debate en torno a las teorías de identidad de género que existen en la actualidad, y en ese sentido tengo muy clara mi posición: el género no es una línea horizontal que describe una expresión neutra y despolitizada de gustos, apariencia física y aficiones. No se trata de  un continuum que expresa un binarismo masculino-femenino con una gradación de cientos de géneros por el camino que cada cual escoge a su antojo y que no tiene ninguna implicación política ni material en la vida de las personas; más bien el género es una línea vertical que posiciona a hombres y a mujeres en lugares donde reciben un trato muy diferente. 

El sexo es una cualidad biológica que no debería tener ninguna implicación en el trato que se da a los seres humanos, como no debería tenerla tampoco el tono de la piel ni el hecho de que una persona sea zurda o diestra. El problema es que durante milenios se ha teorizado sobre una naturaleza diferenciada que justifica la existencia del sistema de dominación de un sexo sobre el otro y se ha dotado de legitimación mediante su expresión cultural a través de los roles de género; roles de género que a día de hoy se refuerzan gracias a las teorías de identidad de género, que reivindican los estereotipos más rancios siempre y cuando se "representen" (perform, en inglés) de manera "voluntaria".

Podría alargarme ahora hablando sobre cómo la clase de los varones se ha apropiado de la capacidad reproductiva de las mujeres y cómo esta ha sido una de las piedras angulares de nuestra subordinación a lo largo de los siglos, pero ni siquiera hace falta ahondar en ese aspecto para comprender cómo el género, siendo una fantasía teórica, se pega a los cuerpos y los coloca en lugares diferentes de la escalera de poder, donde las acciones tienen consecuencias materiales más allá de con qué o con quién se identifique el individuo.

La violencia de género como concepto no resulta útil para señalar la estructura de dominación que subyace en nuestra sociedad patriarcal. Se trata de un término convenientemente neutro y desinfectado que no conceptualiza y por tanto no politiza.

No hay más que seguir atentamente cómo se van produciendo los previsible asesinatos de mujeres mes a mes, año tras año, para darse cuenta de lo peligroso que es no conceptualizar y no politizar adecuadamente. Nos asesinan y nos violan y aquí nunca pasa nada porque nos insisten en que son asesinatos aislados por numerosos que sean; más bien inevitables e imprevisibles y en todo caso no tan relevantes como si las asesinadas fuesen seres humanos complejos y con vidas propias.



jueves, 22 de diciembre de 2016

La noche más larga del año


Anoche fue la noche más larga del año. Felizmente para mí, eso significa que poco a poco los días se van a ir alargando. Qué poco dura la noche más larga del año, en realidad. 

Mientras tanto, yo hago miles de cosas inútiles como por ejemplo estudiar para una oposición jugosa e inalcanzable. Estudiar una oposición es como convivir con una astilla en el dedo que no consigues sacarte. Cada mañana amaneces con la misma molestia que no puedes eliminar. Por más que estudies son demasiados artículos, demasiadas leyes,  demasiados organismos incomprensibles. Todo lo que llevo estudiado sólo me ha reportado una conclusión asombrosa: somos muchas personas en este país y hay un reglamento que ordena todo eso que ni siquiera sabemos que existe hasta que tenemos que utilizarlo. 


La noche más larga del año. - Nacho Vegas



jueves, 25 de agosto de 2016

No, la prostitución no es un trabajo como otro cualquiera


Voy a empezar fuerte. Preguntas directas, respuestas en el aire. 

Si aceptáramos el argumento de que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera:

1- ¿Acaso no podría una hija ser contratada por su padre para realizarle felaciones, digamos, una vez por semana? Conozco el caso de hijas e hijos que son asalariados a cuenta de sus progenitores. Si la prostitución es un trabajo como otro cualquiera nada impide que un hijo o una hija, a partir de los dieciséis años, se dedique al trabajo sexual con alguien de su total confianza como un hermano o padre o tío materno, por ejemplo.

2- Dando un paso más allá respecto de la idea anterior, ¿acaso no cabe la posibilidad de utilizar los conocimientos que cada cual tiene en su área académica/ laboral para hacer un favor a un amigo o familiar? Yo he dado clases de idiomas gratis y he hecho traducciones como favor a algunas personas próximas a mí. He usado los conocimientos propios de mi profesión para ayudar a alguien. Un trabajo es un trabajo, da lo mismo traducir para un gay que para un heterosexual; sigan mi idea: me encantaría ver a amigos heterosexuales haciendo deliciosos favores sexuales a amigos o compañeros o familiares homosexuales. ¿Acaso no les harían una traducción o les darían una clase de alemán gratis, sin mayor conflicto?

3- ¿Es normal que se asuma que tu trabajo puede acabar con tu vida en la forma de violaciones en grupo o asesinato por parte de tu cliente? Esta idea no es baladí, si la pensamos bien. Habrá quien diga que los miembros de la policía o del ejército se enfrentan a posibles ataques violentos y exponen su vida en el ejercicio de sus labores, pero ¿acaso son agredidos por sus clientes? ¿Tiene clientela la policía, en todo caso? ¿Cuáles son los datos sobre violaciones en grupo contra miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado? ¿En cuantos juicios por violación contra alguno de ellos el juez ha sentenciado que ellos consintieron en la violencia porque su agresor les dio dinero a cambio del abuso?

4- ¿En qué otros trabajos con altísimo riesgo de contagio de enfermedades graves, que pueden llegar a ser mortales en el caso del VIH, por ejemplo, puede el cliente negarse a pagar o pagar menos si el proveedor se niega a exponer su salud y, en ocasiones, su vida? ¿Se imagina alguien que en un equipo donde se estudia, digamos, el contagio de VIH entre personas se aliente a los científicos/as que manipulan las muestras potencialmente peligrosas que las inserten en sus anos/ vaginas sin ningún tipo de protección so pena de no ser pagados si se niegan a ello?

5- ¿En qué otras profesiones se esclaviza a personas, en su mayoría menores de edad, para cumplir la demanda salvaje de servicios que hay en el sector? En los casos de trabajo esclavo, claro. Pero no veo a muchos intelectuales, de izquierdas ni de derechas, defendiendo que hay que regular el trabajo esclavo. ¿Qué significa que haya una demanda tan sumamente alta de cuerpos de mujeres, en su gran mayoría, para el consumo y el abuso violento? La trata de seres humanos para la esclavitud sexual es una realidad tan presente como aterradora a poco que una investigue sobre el asunto. Y por investigar quiero decir, no sé, usar google o poner las noticias mientras se hace la cena.

6- ¿En qué otra profesión es necesario que el profesional se disocie de su cuerpo y permita la entrada de objetos extraños en su cuerpo, sufra dolor y desgarros como parte de un servicio que proporciona placer a su cliente y que además tenga que fingir que siente un placer inmenso? A alguien que se dedica a la enfermería no se le pide que finja ser feliz mientras limpia un catéter o le limpia el culo a un nonagenario. Y en ese caso la enfermera o el enfermero no tendrían siquiera que exponerse a desgarros genitales. 

6- ¿En qué otra profesión se considera que vender o alquilar partes del cuerpo supone la realización de un trabajo como otro cualquiera? ¿Por qué no legalizamos la venta de sangre o de órganos, si es algo perfectamente aceptable? Casualmente (not) hay cierto debate social sobre la posibilidad de regular eso que se da en llamar como "vientres de alquiler". Si siguen la línea de puntos que hay entre la prostitución de mujeres y los vientres de alquiler darán con la clave de ambos asuntos: los cuerpos de las mujeres son mercancías que tienen precio variable y pueden usarse y explotarse desde dentro. Y se normaliza su venta y su alquiler como si se tratara de simples objetos. Que es lo que en realidad son dentro del imaginario colectivo.

7- ¿En qué otro trabajo las únicas cualidades que se requieren por parte de los y las trabajores son las de la pasividad ante el dolor físico intenso y cumplir con cualquier deseo, por violento que sea, del cliente? Si de verdad alguien cree que las prostitutas eligen libremente todos los actos sexuales que realizan, no ha investigado mucho sobre el tema. O eso o tiene una idea equivocada de lo que cobran las prostitutas (la mayoría de ellas cobran poquísimo o nada) y de su capacidad para oponerse a los deseos de su "cliente". No hablemos ya de si además su prostituidor desea explotarla al máximo y no le permite decir que no a ninguna "práctica".

Penúltimo: las personas que defienden que se trata de un trabajo como otro cualquiera, ¿se ha molestado en mirar los foros de internet donde se votan y califican los servicios de las prostitutas por parte de los puteros? ¿Conocen un trabajo como otro cualquiera en el que los clientes describan con semejante desprecio y violencia a los seres a los que ellos mismos buscan y pagan para tener acceso a sus orificios?

Y por último: ¿Qué expresa la gente cuando dice que la prostitución es el trabajo más antiguo del mundo? ¿Qué quiere decir esto sobre el papel de las mujeres en la sociedad a lo largo de la Historia y, lo que es más interesante, qué quiere decir sobre lo que creen que pueden extraer los varones de las mujeres sin requerir de su consentimiento? ¿Por qué a tantísimos hombres les excita acceder al cuerpo de una mujer que no desea contacto alguno con ellos, que sólo pretende sobrevivir un día más en situación de esclavitud o bien, simplemente, poder pagarse la comida del día? ¿Qué dice esta concepción de la prostitución acerca de las ideas que los varones tienen sobre sí mismos y sus privilegios?

¿Son las mujeres seres humanos, o sigue el debate abierto, como durante la Edad Media? 

¿Por qué a las mujeres no les excita sexualmente la idea de acceder al cuerpo de muchachos famélicos que esperan en la cuneta de cualquier carretera del mundo? ¿Cómo se construye el deseo sexual de hombres y mujeres? ¿Queremos ser cómplices de la perpetuación de la concepción actual?

Que a una persona le den dinero o comida por renunciar a la autonomía de su propio cuerpo no quiere decir que el que paga merezca el término, por otro lado capitalista, de cliente. O los cuerpos de las personas se pueden vender y alquilar por horas pudiendo exigirles que soporten dolor para que otra persona se beneficie de ello, o no se venden ni se alquilan y entonces todas estas preguntas quedan respondidas sin mayor complicación.


lunes, 11 de julio de 2016

Sanfermines y los repugnantes


Arde Madrid. Arden el suelo y los muros de la ciudad. Yo hago borsch para llevarme mañana al trabajo. Me tiro al suelo panza abajo con las gatas, que me miran aburridas porque arde Madrid, porque no tienen ganas de hacer nada. Yo tampoco, sólo quiero recomponer el cerebro que hace blublu dentro de la cabeza. Pienso en las vacaciones. ¿Arderá Lisboa? ¿Arderá el mar? 

Tengo otra táctica improbable para refrescarme. Lleno mi barreño azul con agua fría y pongo los pies en remojo como en una piscina periférica, especializada. Una piscina de pies. Mientras, el cerebro blublu. Los pies fresquitos. El cerebro blublu. Muevo un poco los deditos y se me refrescan los tobillos, a estas alturas los dedos ya están acostumbrados a la temperatura del agua y les da un poco igual estar en remojo o no estarlo. 

Cuando hace tanto calor, baja la tensión y a una le da igual que haya o no gobierno. Veo por televisión a hordas de cenutrios que se divierten asustando a unos pobres toros que corren porque no les queda otra, porque, sin duda, si participaran en un duelo de Saber y Ganar darían una buena paliza a los "mozos". 

Escuchamos historias de violaciones y acoso sexual a diversas jóvenes que cometen el error de pensar que son dueñas de su cuerpo y de su tiempo libre. Doce detenidos a esta hora durante las "fiestas" por diversas agresiones sexuales, pero el número seguramente sea más alto, como sucede siempre en estos casos. Un alto porcentaje de mujeres no denuncia por temor a represalias o vergüenza; porque, fundamentalmente, no se suele creer a las mujeres que han sufrido una violación a no ser, qué sé yo, que su novio estuviera presente y no pudiera salvarla.

En teoría hay una mayor concienciación sobre este problema que en ediciones anteriores, pero no puedo evitar pensar que mientras no se aborde el tema como endémico y estructural (vivimos en una cultura que no sólo erotiza la sumisión de las mujeres, sino que las propias violaciones son objeto de gran parte de la pornografía que satura las redes y los medios de comunicación) será imposible atajarlo. 

Mientras vivamos en negación sobre lo rampante de esta violencia masculina contra las mujeres que vemos y escuchamos cada día sin excepción, no actuaremos de una manera de verdad efectiva, pues no estaremos atacando la raíz del problema: la jerarquía de dominación y subordinación que encuadra socialmente a los hombres y mujeres en relaciones de profunda desigualdad.

Piececillos fríos. Cerebro bublu. Runrún de verano y tensión que se desploma.


sábado, 2 de abril de 2016

Mosquiteras, cadenas, Amelia Valcárcel, prostitución


Miro las mosquiteras que he hecho yo misma y me acuerdo de Amelia Valcárcel. No es algo extraño, porque pienso a menudo en cosas que ella ha dicho o escrito. Dice que somos el resultado de lo que otros soñaron para su futuro. Somos el sueño de la Ilustración, repite siempre. Seguramente tenga razón.

Miro las mosquiteras, humildes e imperfectas, pero hechas por mi mano, y pienso que para que llegaran a existir yo las tuve que imaginar primero. Tuve que necesitarlas e idear cómo colocarlas, calcular distancias y hacerme con los elementos apropiados y tuve que dedicarle cierto tiempo a juntar las piezas, no sin cierta sorpresa en ocasiones, porque hace años que no hago manualidades y se me había olvidado que entre la idea que tienes en la cabeza y el resultado final media un abismo de patosería infantil.

La relación entre la idea que tuve de ellas y el objeto que ahora permite que a mis gatas les dé el fresco en la cara sin riesgo de que se despeñen por la ventana es un poco mágica. Antes no había nada en la ventana abierta y ahora sí, porque yo lo he puesto ahí. Simple y fascinante.

Dice también Amelia que la cadena es tan fuerte como lo sea el eslabón más débil. Pienso también en esa idea a menudo porque es la que alumbra el feminismo que me guía en estos tiempos de postcosas y postideas y guerras de identidades. Mientras haya una sola mujer en el mundo, dice Amelia, humillada por el simple hecho de serlo, las que estamos "mejor" no estamos "tan mejor".  Conseguimos poco a poco y tras presentar batalla pequeñas parcelas de autonomía y poder, pero haberlas conseguido no quiere decir que no se vean constantemente amenazadas por discursos y políticas reactivos. No podemos quedarnos dormidas en debates sobre identidades o sesudas conceptualizaciones. En este sentido, cuanto más leo y me documento sobre la prostitución y la trata de personas, más cuenta me doy de que el eslabón débil por el que se rompe la cadena es más grande de lo que parece. Pero los eslabones débiles no se caracterizan por tener un amplio acceso a las plataformas de comunicación de masas, por lo que su experiencia y la injusticia que padecen se ven oscurecidas por otras voces que sí disponen de este acceso e influencias.

Hay muchos debates socialmente urgentes que no se están produciendo de un modo serio. El feminismo liberal tienen que abandonar los eslóganes y ese afán tan rabioso de querer agradar al club de los chicos si quiere que el debate interno feminista en torno a la prostitución llegue a algún lado. "Yo también soy puta" o "La prostitución es un trabajo como otro cualquiera" son falacias vacías de significado. No, una profesora de universidad no necesita acostarse con veinte hombres cada noche, aunque le produzcan dolor o repulsión, para poder sobrevivir. No, la prostitución no es un trabajo y no es una actividad como otra cualquiera. Las mujeres prostituidas no venden "servicios sexuales", sino que se disocian de su cuerpo y lo abandonan durante el tiempo en el que un tipo toma control de él a cambio de una cantidad variable de dinero.

Puede que haya una minoría de poquísimas mujeres muy empoderadas que decide acostarse con hombres por dinero, pero a poco que una se interese de verdad por el tema se dará de bruces con una realidad oscura, pringosa, violenta. 

Los cuerpos humanos no se pueden comprar ni vender. 
Cuando se abolió la esclavitud en EEUU muchos esclavos lloraron porque querían volver a las plantaciones y seguir trabajando para sus amos. 

Que una persona esté tan destrozada psicológicamente que pierda contacto con su salud mental y física no quiere decir que "tenga derecho" a que abusen de ella. Es indignante cómo en los debates sobre la prostitución  se elimina siempre la figura del putero y todo el mundo se centra en la de la prostituta, como si el gigantesco tráfico de personas que se produce en el mundo no tuviera que ver con una demanda salvaje, que exige cuerpos cada vez más jóvenes para su consumo. Se sigue considerando al putero un ser solitario y con problemas para relacionarse con las mujeres, cuando la mayoría de ellos son hombres jóvenes o de mediana edad con trabajo, familia y medios económicos que les permiten alquilar personas como quien alquila una lancha acuática.

No se habla sobre los foros que abundan por internet donde los puteros puntúan a las prostitutas que utilizan. No se analiza el lenguaje que utilizan, el odio y el desprecio que destilan.

La prostitución no es una actividad neutra, como cocinar pasta o tender la ropa o leer un libro. Todos estos hombres que engañan a sus novias o a sus mujeres con prostitutas podrían engañarlas también con mujeres no prostituidas si acudieran a un local nocturno, por ejemplo, y se ligaran a alguna que les pareciera guapa o interesante. Pero no es sexo lo que los varones compran, ni alivio sexual. Es mucho más barato masturbarse, cualquiera puede argumentar. Lo que compran es derecho sobre el cuerpo escogido. Compran acceso al cuerpo de una persona que en realidad ellos mismos saben que no desea estar ahí. Y eso es lo que les excita.


¿Por qué no vemos  a mujeres buscando a hombres vulnerables, desnutridos y malvestidos por las cunetas de las carreteras? ¿Por qué no se excitan sexualmente al ver a alguien dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de llevarse veinte euros a casa y poder quizá dar de cenar a su hijo? 

Yo propongo a quienes están a favor de la legalización de todos los aspectos de la prostitución (el modelo que a mí me gusta y querría para España es el modelo nórdico, aunque sé que estamos a años luz de conseguirlo) que consideren entonces la posibilidad de legalizar la compra y venta de sangre y órganos. ¿Por qué no? Si una persona decide voluntariamente quitarse un riñón porque necesita el dinero o que le quiten litros y litros de sangre para poder pagar la hipoteca y alguien está dispuesto a pagar por ello, ¿quienes somos para frenar esa libre actividad? ¿Por qué la cargamos de razonamientos morales?

Lo más extraño de todo es que quienes defienden estas ideas tan claramente capitalistas neoliberales en torno a la prostitución suelen considerarse de izquierdas y progresistas. Quizá lo sean en otros aspectos de su vida, pero en lo que respecta al derecho de los varones a acceder al cuerpo de las mujeres, Alas! Se suspende toda crítica al neoliberalismo.

Hay muchos argumentos más con los que desmontar la idea de que la prostitución es "un trabajo como otro cualquiera", pero yo voy a concluir con otro que escuché hace poco en una conferencia y que me gustó mucho por su exactitud. 

Si la prostitución es un trabajo como otro cualquiera y no supone ningún riesgo ni desventaja para quien lo practica, ¿por qué no se ofrece a mujeres jóvenes y en paro la posibilidad de ejercer esta supuesta profesión? Los capitalistas feroces se estarán frotando las manos. ¡Cuántas mensualidades de paro se ahorraría la seguridad social si se negara a pagar a las que rechacen estos "puestos de trabajo"! "¿No dices que quieres trabajar y que por eso estás en paro? Te estamos ofreciendo esta oportunidad laboral y tú dices que no quieres aceptarla. ¡Pues se acabó eso de cobrar el paro y vivir a costa del Estado!"

Es una idea brillante.

Por todo esto urge revisar el estado de los eslabones y no permitir que nos rompan la cadena por ninguno de ellos, por distante o lejano que parezca estar.