Es un hecho: Chavela Vargas y Sotiria Bellou se parecían. No sólo me refiero a cierta semejanza física (rasgos faciales marcados, gesto de determinación en los labios y los ojos, piel y cabello morenos), sino fundamentalmente al modo en que cantaban. Las dos desgarraban el aire y no pedían permiso para hacerlo. Las dos creaban una atmósfera intensa durante sus interpretaciones; sólo hay que escucharlas con los ojos cerrados, primero a una, luego a la otra, y parecen gemelas que cantan, hombro con hombro, en idiomas diferentes.
Pero sucede que los fonemas del griego se parecen mucho a los del español. Parece que Sotiria cante en un español desordenado, o que Chavela invente palabras que suenan a español y que resultan ser griegas. Observo fotografías de las dos cuando eran jóvenes y me hipnotiza la confianza que transmiten ante la cámara. No han venido al mundo para adornarlo o hacerlo más habitable: vinieron para cantarle lo más amargo, lo que casi nadie quiere mirar a los ojos. Siento algo parecido a la tristeza cuando pienso que seguramente no sabían la una de la existencia de la otra, aunque vivieron y cantaron en la misma época.
En los últimos días he leído acerca de la vida de Sotiria y la sorpresa se ha transformado en íntimo alborozo: sus trayectorias vitales parecen trazadas con el mismo tiralíneas. Se confirma que tenían mucho, mucho en común.
Sotiria nació en Calcidia, Grecia, en agosto de 1921. Para entonces, Chavela ya tenía dos años. La imagino en Costa Rica, dando sus primeros pasos, rodeada de esa naturaleza exuberante que muchos años más tarde ella recordaría en una entrevista para el suplemento de El País.
Ambas abandonaron su tierra natal siendo muy jóvenes con destino a alguna ciudad más grande que aquella de donde provenían: aspiraban a tener una libertad de movimientos impensable para las mujeres de su tiempo. Chavela voló a Méjico. Sotiria marchó a Atenas, donde se casó con un tipo que resultó ser alcohólico y violento. Un día, Sotiria se hartó de recibir palizas y le lanzó ácido a la cara. La mandaron a la cárcel, aunque sólo cumplió cuatro meses de los tres años a los que la habían condenado.
Ambas hicieron sus primeros pinitos en tabernas (o cantinas, en el caso de Chavela en Méjico) donde cantaban para sobrevivir. Vivían modestamente y se recompensaban tanto esfuerzo con unas juergas tremendas que ninguna mujer decente de la época se hubiera permitido nunca. A Sotiria, además, la ocupación nazi la encontró en Atenas, y se unió a la resistencia. En una ocasión, en 1948, ya durante la dictadura de Papadópoulos, unos hombres que buscaban pelea entraron en la taberna donde ella estaba cantando. Le pidieron que cantara una canción en concreto. Ella se negó y los tipos la insultaron llamándola "búlgara", que era una manera de decirle "comunista". Fueron hasta ella y se pelearon. La situación se puso tan fea que ni siquiera los músicos que la acompañaban abandonaron sus puestos para intervenir. Me recuerda a la Vargas, que entraba en las cantinas con pistola al cinto porque sabía mejor que nadie que tendría que defenderse solita en un mundo, el de la noche y la canción y las cantinas, especialmente misógino.
Sotiria regresó a la cárcel en alguna ocasión más, esta vez por motivos políticos. Se sabe que allí fue torturada y que lo único que la Junta de los Coroneles consiguió fue fortalecer sus convicciones políticas progresistas.
Ambas eran lesbianas, y su círculo inmediato lo sabía. Su público lo sospechaba y según leo aquí y allá, nunca lo desmintieron. Chavela incluso habló de ello abiertamente en los años noventa. Se les conocieron múltiples amantes, pero ninguna llegó a tener una compañera estable a lo largo de los años. Las dos compartieron un periodo vital de alcoholismo y depresión, y del mismo modo en que cayeron en la espiral durante años, resurgieron después y siguieron cantando.
A Sotiria la vida le deparaba una triste sorpresa: un cáncer de faringe que le arrebató la voz prematuramente. Murió en agosto de 1997 en Atenas. Chavela la sobrevivió quince años, cantando con una voz cada vez más rota y más llena de árboles. Murió también en un mes de agosto, el de 2012, como en una última casualidad ya sin importancia.
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Sotiria Bellou Fotografía extraída de Pinterest |
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Chavela Vargas Fotografía extraída de Pinterest |
Habrá que bajar a la taberna y brindar por una y luego brindar por la otra y luego brindar por las dos.
Cuando bebes en
la taberna
Cuando bebes en
la taberna
te
sientas y no hablas,
de
vez en cuando suspiras
desde
lo más profundo del corazón.
Me gustaría
preguntarte
y
que me dijeras
qué
suplicio es el que te tiene
así
de melancólico.
¿Quizá es que
has amado
y a
ti también te han traicionado?
Ven,
siéntate con nosotros,
vamos todos a divertirnos.
Voz: Sotiria Bellou
Letra y música: Vasili Tsitsanis (1947)