domingo, 29 de diciembre de 2013

Cuando crezca


De mayor quiero:

a) Parecerme a  Amelia Valcárcel

o, incluso mejor, 

b) Casarme con una Amelia Valcárcel.


Salud y poder

El espejismo de la igualdad


"A mí lo que me sorprende de la libertad femenina, que existe y se 
ha ido conquistando con mucho esfuerzo, es que correlata con una 
mostración cada vez más erotizada del cuerpo femenino. Es como si 
hubiera una estrambótica mecánica por la cual nuestra libertad sólo es 
posible a costa de un plus de agrado cada vez más exhibicionista." Fragmento 
de la siguiente entrevista:
 Entrevista de Truzzoli a Amelia Valcárcel

martes, 24 de diciembre de 2013

En el principio


Al principio no se sabe bien lo que es, ni qué forma tiene, ni qué va a pasar. Al principio, el archivo de la memoria mental y de los sentidos está especialmente alerta y registra cada palabra dulce, cada pequeño gesto de acercamiento. Esos gestos de acercamiento se hacen primero con cautela, temiendo agobiar, temiendo dar por sentado un vínculo que todavía es frágil e ingrávido como una pompa de jabón.

En el principio nos sorprende todo y todo lo hacemos por primera vez: se pasea por las mismas calles de siempre pero de repente el paseo es nuevo y hay una mano que toma la nuestra y nos contagia su calor y transmite cierto mensaje silencioso que todavía no sabemos interpretar por completo.

Yo lo recuerdo. 

A veces sale bien, porque creemos en ello y sopla el viento a nuestro favor. Sale bien si se mantiene la sencillez y la naturalidad del simple gustarse y disfrutar de la mutua compañía. Sale bien si se ahuyentan fantasmas pasados que nada tienen que ver con la situación ni con la persona presentes. 

Ojalá les vaya tan bien como a mí me gustaría que les fuera. Ojalá tengan el coraje suficiente para cuidarse y no caer en estúpidos juegos de poder; ojalá no tensen la cuerda hasta romperla. Ojalá no den por hecho el milagro cotidiano de tenerse el uno al otro. 

jueves, 19 de diciembre de 2013

Apuntes de librería


 Rebuscan entre los libros con la mirada perdida, van de uno a otro a toda velocidad, sin fijar la vista en ninguno y casi sin pestañear. Sospecho que los colores de la portada ejercen cierta influencia sobre su atención. Como niños, lo revuelven todo y luego se marchan como una exhalación tras mirar el teléfono móvil durante unos segundos, o hacen cola en la caja abrazando contra el pecho su nueva adquisición.

Una librería no es una biblioteca, desde luego, aunque ciertas librerías son tan acogedoras que le hacen sentir a una como en casa. Esto se consigue tanto por la comodidad de los sillones como por la selección de títulos, aunque también es necesario algo más, un respeto tangible por el oficio, por los libros mismos, que no se venden al peso como piezas de carne. Hay librerías así (pocas) y hay librerías normales (la mayoría).

En la que yo trabajo, todo se precipita con la misma velocidad con que los clientes pasan de un libro a otro. Algunas tardes la tienda se llena de gente y hay mucho ruido, que no es tanto ruido externo como ruido mental interno de mucha gente reunida en un espacio pequeño.

Con los años he aprendido a despegarme de mí en esos momentos, y así puedo observar a la masa desde fuera. Creo que los sociólogos deberían hacer sus prácticas en una tienda llena de gente desconectada entre sí. De verdad que da para mucho.

Ayer vino a la librería uno de mis alumnos del ministerio y ambos nos quedamos noqueados por la sorpresa. Fue rarísimo vernos fuera del contexto del aula.

- Pero profe... No sabía que también trabajabas aquí.

- No trabajo aquí, -bromeé casi en serio- esto es formación continua para el profesorado.

Y nos reímos un rato del uniforme viejuno que me obligan a llevar por navidad.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Bechdel


Leo con regocijo que en algunos círculos culturales se está debatiendo la idoneidad de la aplicación del test Bechdel para explorar la presencia y representación de las mujeres en el cine. Este test, explicado brillantemente por Anita Sarkeesian en su  Feminist Frequency, aquí puede verse, está tomado de la dibujante Alison Bechdel, que en 1985 se planteó en cuántas películas se da el sencillo requisito de que aparezcan, por lo menos, dos mujeres con nombre, que hablen entre sí, y que hablen de algo que no sea un hombre. Muy pocas películas pasan este test. No lo pasaban las de los años ochenta, pero tampoco en 2013 lo pasan demasiadas. 

Resulta llamativo que, a pesar del cada vez más largo metraje de las películas actuales, de verdad no quepa un solo diálogo entre dos mujeres con nombre que no estén pensando en un hombre, sea un novio, un hijo, un padre o un jefe. 

Rápidamente han saltado los y las de siempre blandiendo la palabra más temida: CENSURA, asegurando que aplicar este test coartará la libertad de expresión de los creadores, que la ficción es ficción y que el hecho de que casi ninguna película pase el test no significa absolutamente nada. Estas suelen ser las mismas personas que aseguran que el movimiento feminista ya no tiene mucho sentido porque lo hemos conseguido todo, que no existe discriminación alguna por razón de sexo, orientación o identidad sexual. 

Yo creo que la polémica que se está creando en torno al test indica que, sin duda, escuece. Hay muchos clichés en la industria cinematográfica, y me parece que nadie se tiraría de los pelos con indignación si dijera que en muchas de las películas de Hollywood se identifica, todavía a día de hoy, a los negros e hispanos con la delincuencia y la peligrosidad. Por supuesto, esto no es más que un cliché, y hay muchas producciones que se encargan de revertir tal cliché o al menos lo cuestionan. Eso no provoca reacciones tan viscerales como las que he leído en los últimos días.

Pero en cuanto entramos en la arena feminista se despiertan las sensibilidades más rancias y resulta que exageramos, que le damos demasiada importancia a la ficción, que protestamos por todo. (Por cierto, esto último es cierto: claro que protestamos por todo por lo que hay que protestar. Y menos mal. Si no, a saber si podríamos votar, conducir o estudiar una carrera universitaria a día de hoy. No nos han regalado nada).

¿Soy la única que se plantea la cara que pondría la gente si de repente todas las películas funcionaran al revés? Mayoría de personajes femeninos, los pocos masculinos no tienen nombre siquiera, y si lo tienen y llegan a hablar con un congénere lo hacen sólo acerca de mujeres presentes en su vida, dando a entender que no tienen interés por su trabajo, aficiones o vida interior siquiera.

Sería taaaaan aburrido. 
El cine se convertiría en cosa de mujeres.
¿A quién iba a interesarle semejante patrón cinematográfico?

Lo divertido, por inquietante, es que nadie cuestiona el status quo. Y a quien lo cuestiona se le ataca, todos a una, mediante la burla y también mediante el silencio más absoluto, si la situación lo requiere. Si se puede, se ignora su presencia. Si sus ideas llegan a ver la luz, lo mejor es burlarse y atacar desde la condescendencia.

Porque el test Bechdel no es nuevo. Ni siquiera data de los años 80. Como explica su autora, 


I speak a lot at colleges, and students always ask me about the Test. (Many young people only know my name because of the Test—they don’t know about my comic strip or books.) (I’m not complaining! I’m happy they know my name at all!) But at one school I visited recently, someone pointed out that the Test is really just a boiled down version of Chapter 5 of A Room of One’s Own, the “Chloe liked Olivia” chapter.
I was so relieved to have someone make that connection. I am pretty certain that my friend Liz Wallace, from whom I stole the idea in 1985, stole it herself from Virginia Woolf. Who wrote about it in 1926.
Alison Bechdel habla sobre su test



Alison Bechdel en una conferencia


Así que fue Virginia Woolf la que primero reflexionó acerca de la presencia y representación de las mujeres en la ficción. En su caso, como no podía ser de otro modo, se refería a la literatura. La Woolf es una marca con solera. Virginia Woolf: desde 1926 poniendo incómodo al personal.  

Yo lo tengo muy claro. Si viviera en esa sociedad igualitaria en la que me aseguran que vivo, no haría falta este test porque las películas lo pasarían de manera natural. Cada cual que siga haciendo las películas a su manera, desde luego, pero que nadie se irrite si le metemos el dedo en el ojo al señalar que, de hecho, su ficción se parece bastante a la realidad.  

Soy tan fan de Alison Bechdel. Sus dos novelas (autobio)gráficas son dos tesoros que se releen con el mismo placer de la primera vez. Me encanta su voz tan alta, tan clara, tan divertida. Es para mí otro de esos referentes de cabecera.






lunes, 16 de diciembre de 2013

10.333 días


De la forma más tonta me he enterado de que llevo viva 10.333 días. 

Qué impresión se siente al ver la cifra delante de los ojos. Imagino una especie de calendario (de gatos) con un número finito de hojas. Cada día, una mano invisible, que en realidad es la mía, va pasando una nueva hoja, así, muy discretamente. Hay días llenos de anotaciones, otros que no merece la pena que pasen a la posteridad. Pero qué responsabilidad tan grande la de aprovechar mi calendario al máximo.

Pluriempleada y llamando a las puertas del cielo de una oportunidad lejos de aquí, dedicándole más horas al transporte público que a mi gente, testigo de una crisis económica-timo que produce pingües beneficios para una pequeña élite cada vez más descarada en su avaricia... Imagino el calendario de días por vivir. No consigo ver cuántas hojas en blanco me quedan todavía por delante.

Qué ganas de saber bailar uno de esos boleros inmortales de los Panchos, qué ganas de marcarme un buen swing de los de Franky. Pienso en el calendario invisible de días por vivir y me pregunto: ¿y si es un propósito que aún puedo cumplir en 2013?

Cheek to Cheek, Sinatra


Ginger Rogers y Fred Astaire dándolo todo mientras
bailan Cheek to Cheek en la película Top Hat (1935)



viernes, 13 de diciembre de 2013

'Ασε με εδώ


Empieza un nuevo año en apenas dos semanas y el balance del que se termina es para mí bastante positivo. 

Tengo un propósito para 2014 que me persigue desde hace ya años: aprender a bailar boleros y swing, aunque sólo sea unos pocos pasos básicos. No deja de ser curioso que este año haya aprendido a hacer cosas tan dispares como nadar o conducir y no haya buscado esas clases que, esta vez sí, de 2014 no pasan.

Ha sido un año muy intenso, muy hacia dentro y paradójicamente muy hacia fuera también, pero de un modo distinto a como acostumbraba. Hay una canción increíble de Pavlos Pavlidis, 'Ασε με εδώ, que he descubierto hace poco y con la que me identifico plenamente. Me identifico con mi interpretación de la canción, claro, que por supuesto no es universal y puede significar algo totalmente distinto para otras personas.

A mí me parece que en ella habla del proceso de curación de una herida profunda, una herida que ha estado muchos años falsamente olvidada dentro del cuerpo. Este tipo de heridas no resultan obvias, no consisten en un solo hecho aislado, a veces la introspección necesaria para averiguar qué es lo que de verdad nos pasa es profundamente dolorosa y lleva tiempo y requiere de mucha voluntad.


Merece la pena iniciar el viaje. Ojalá hubiera sabido ponerme en camino hace muchos años, pero desde luego los momentos adecuados no pueden forzarse. He descubierto que gran parte de las cosas que me han pasado en los últimos años no eran sino reflejos de la relación que tenía conmigo misma. Quizá suena muy new age, pero qué puedo decir si es lo que veo ahora con toda claridad, delante de mí, como una verdad grabada en piedra.




Pavlos Pavlidis

'Ασε με εδώ


Déjame aquí


Sólo una vez, durante un momento,
giras la cabeza y miras ahí,
la gente acaba de empezar
una fiesta desquiciada: pasión y locura.
Tú apagas la vela una vez más,
cierras las alas y agachas la cabeza.

Hasta que una mañana te despiertas y observas
el espejo hecho añicos
y no consigues recordar
por qué ayer lo destrozaste, y te desplomas
en el suelo sin aliento, 
sin saber realmente quién lo ha roto.

Un día, de repente, la vieja herida
que habías escondido durante años se destapa,
y te preguntas cómo es que ahora oyes
ruiseñores en esta ciudad, pues 
ahí donde te escondías han tardado años
en llegar alegrías y tristezas.

Un día, simplemente, un pequeño
rayo de luz que flota ahí arriba
es suficiente: poco a poco
empiezas a respirar.

Déjame aquí: desde este lugar profundo
me gusta verte flotar.

                              
                                                                        Letra y música: Pavlos Pavlidis

martes, 10 de diciembre de 2013

Moments of being


He dado un largo paseo por el pueblo esta mañana; uno de esos que no se planean y que tal vez por eso se disfrutan más. Cuando terminé mis recados era todavía temprano y me vi de nuevo en la calle, con varias horas por delante y unas ganas crecientes de caminar bajo el sol de diciembre, ese sol con uñas del que hablaba Muñoz Molina y que tanto parece gustarle también a los gatos.

He caminado por calles que ya son tan mías como las de otros lugares en que he vivido y me he sentido feliz sabiendo que, aunque me haya mudado de casa tantas veces, hay dentro de mí una raíz que se hunde bajo mis pies vaya donde vaya. Es un centro que seguramente todas las personas tenemos aunque tal vez tardamos cierto tiempo en darnos cuenta de que existe y, sobre todo, en valorarlo. No hay mejor ancla que ese centro. No hay mejor ala delta que ese centro.

Hacía mucho tiempo que no me alejaba del pueblo por ese camino de tierra. Había escarcha por todas partes, en el suelo y también en los sembrados. Imagino que resistirán estoicamente las heladas para retoñar con más fuerza en primavera: es irresistible el impulso de renacer, o eso parece. 

La acequia que en verano fluye perezosamente estaba casi congelada, y la visión del pueblo a mi espalda, con la iglesia destacando al fondo, parecía sacada de una postal o de una ilustración de cuento infantil. Junto a la vega se forma una neblina débil que empaña un poco el paisaje y que me recuerda al humo que sueltan las chimeneas de las casas.

Recuerdo cuando Martínez Victorio nos habló en clase de eso que Virginia Woolf llamaba moments of being. Son más o menos un equivalente de las epiphanies de Joyce: instantes en que estamos plenamente presentes, instantes de una concentración alegre y llena de curiosidad. Lo que me maravilla es que esos moments of being abundan, a pesar de los pesares, si nos detenemos a escuchar y a mirar de verdad.

Fue también Virginia Woolf la que defendió un optimismo orgánico con el que me identifico ahora más que nunca:

These are the soul's changes. I don't believe in ageing. I believe in forever altering one's aspect to the sun. Hence my optimism.


lunes, 9 de diciembre de 2013

El arquero


Sucede en muchos aspectos de la vida. Una empieza a hacer algo común, algo que siempre estuvo ahí delante y que nunca recibió mayor atención, y descubre su belleza silenciosa. Y ya no hay marcha atrás, sólo cabe dejarse llevar.

Hace un par de años empecé a visitar regularmente el Planetario. La primera visita fue muy emocionante, porque no había estado allí desde que me llevaron en alguna lejana excursión infantil. Es tan feo el pobre Planteario, tan basto con su estructura de bloques de cemento. Recuerdo que pensé en la facultad de filología de Atenas, la Kapodistriakó, cuando entré allí. Ambos edificios comparten esa desnudez tan funcional como de construcción soviética o carcelaria. 

La exposición sobre Marte que hay en el edificio anexo al Planetario es tan primitiva que provoca ternura. A la entrada nos recibe una especie de alienígena de cartón piedra, acaso de plástico, que representa el concepto del extraterrestre medio de los años ochenta. Los paneles informativos informan, no hay duda sobre ello, pero en todo hay una pátina de tiempo y de olvido, como si la exposición estuviera allí, tranquilamente implosionando, desde el mismísimo Big Bang.

Sucede algo parecido con la exposición que hay en el edificio principal, en la planta baja. Hay artilugios que hace treinta años debieron provocar la sorpresa en los escolares madrileños y que ahora provocan más bien extrañeza: pero esto... ¿Es en serio? Eso le escuché a una niña cuyos padres la animaban a que lanzase una bolita de metal al centro mismo de un agujero negro. Un agujero negro que era una especie de embudo (embudo grande, eso sí) pegado al suelo y desconchado. Un agujero negro, digamos, de capa caída, como el porcentaje económico que este país nuestro invierte en ciencia e investigación. (El gasto en investigación ha caído en un 45,7% desde 2009.)

Quizá por todo esto le tengo un cariño especial al Planetario. Efectivamente, no fui una niña de campamentos. No he ido jamás a ninguno. La idea, cuando era pequeña, de separarme de mis padres durante dos semanas para comer espaguetis y compartir duchas comunales con niños desconocidos me llenaba de una mezcla de pavor y, por qué no decirlo, repelús. Afortunadamente, no me convertí en una sociópata por haberme perdido las veladas musicales junto al fuego. Lo que me da pena es no haber empezado a fijarme desde pequeña en el cielo estrellado, y me consta que es una asignatura troncal de los campamentos de verano.

Me lo perdí entonces, pero nunca es tarde si la dicha y la vista son buenas. El Planetario ha sido mi modesto trampolín y ahora no puedo dejar de mirar hacia arriba. Ya tengo bien localizadas a Casiopea, Cefeo, y por supuesto a la Estrella Polar en la constelación de la Osa Menor. Es fascinante observarlas, noche tras noche, si no hay muchas nubes, desde el descampado que hay pasado el parque que queda debajo de mi casa. Hace un frío peludo, pero merece la pena comprobar que siguen ahí, que cada vez me son más familiares.

La otra noche, tras preguntarme qué carajo sería esa especie de lazo de estrellas que me sonaba haber visto antes, lo busqué en la guía astronómica al llegar a casa y descubrí que era Orión. Orión, el arquero, tan gigantesco que podía atravesar los mares sin que éstos lo cubrieran más allá de los hombros. Tuvo un altercado mortal con Escorpión, pero Zeus zanjó el asunto colocándolos en estaciones diferentes: para Escorpión, el cielo de primavera y verano; para el arquero, el de otoño e invierno.



Constelación de Orión



viernes, 6 de diciembre de 2013

Conversaciones con Venegas


A Venegas (Venegas española que nada tiene que ver con la cantante estadounidense) le pusieron aparato corrector en los dientes cuando era más joven. Antes de colocárselo, parece ser que usaron unas gomas para tratar de separar entre sí las dos últimas muelas, pues era necesario crear algo de espacio para ponerle el aparato.

No me sé los pormenores, pero la idea era que, si no conseguían abrir ese pequeño espacio, tendrían que extraerle las últimas muelas (no eran las del juicio) para poder poner los dichosos brackets

Bien, pues no fue necesario realizarle extracción alguna. Las gomas funcionaron, y Venegas recibió la misteriosa felicitación de su tía abuela:

- Ay, qué bien que no te las hayan tenido que sacar, hija, porque esas muelas luego te harán falta. Ya lo verás.


lunes, 25 de noviembre de 2013

La fórmula del tiempo


Mirar un río, apunté velozmente en el reverso de un ticket, es contemplar la fórmula del tiempo.

Por la mañana temprano, la luz del sol cae oblicuamente sobre la ribera del Tajo. Es un fogonazo brillante de otoño que alumbra más que calienta. A esa hora, la escarcha del camino cruje bajo los pies y hay que tener cuidado para no resbalar con las piedras del sendero que baja serpenteando hasta la orilla misma.  

Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón. (...)

                                                                                         Antonio Colinas


lunes, 18 de noviembre de 2013

Don de la ebriedad


Estaba en Atenas por aquellos días. Regresé un día a casa y frente a la puerta de mi habitación/apartamento me encontré con el correo: un par de cartas y un paquete envuelto en papel de estraza marrón, como esos paquetes antiguos de la época de la posguerra. 

Dentro había un libro inolvidable de Enrique Vila-Matas, El mal de Montano, y una pequeña nota en la que distinguí la letra minúscula del Coronel sobre un papel cuadriculado de cuaderno escolar. Su letra es como su persona: nada estridente, leve sobre el papel pero cálida. Es una letra en la que se puede confiar. No había un Querida Lola, ni un Espero que te guste. Había unos versos de Claudio Rodríguez que me acompañaron silenciosamente durante años en la cartera.

Los daba por perdidos. Por robados, más bien, pero parece ser que los rescaté antes de que me afanaran la mochila el año pasado, pues han aparecido en una caja en la que guardo bolígrafos, lapiceros, gomas de borrar. Sorpresa y alegría se han fundido en una nueva palabra (¡sorpresía!) y ahora la hojita de papel me acompaña de nuevo. La tinta se ve un poco desvaída, pero los versos siguen intactos, más cargados si cabe de afecto y significado. 


La encina, que conserva más un rayo
de sol que todo un mes de primavera,
no siente lo espontáneo de su sombra,
la sencillez del crecimiento; apenas
si conoce el terreno en que ha brotado.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Conversaciones con Olga (II)


Hace unos días Olga me dijo algo así como:

¿Qué puedes hacer cuando tienes una bala muy cerca del corazón? Te aterra moverte y que pueda matarte en un instante. En todo caso, está ahí. ¿Qué haces con ella?

No estoy citando. No lo recuerdo exactamente. Pero esa era la idea.

Me pareció una imagen muy hermosa y todavía ahora me sobrecoge, y todavía ahora pienso en ello. No tuve respuesta para semejante pregunta. Es una pregunta inmensa, mucho más grande que yo, y no sé si alguien puede encontrar una solución al problema.

Sólo se me ocurre pensar que, efectivamente, quien más, quien menos, todos tenemos alguna bala junto al corazón que amenaza nuestra vida o nuestra cordura. Saber que está ahí es bueno, en mi opinión, porque fingir que no pasa nada es uno de los males de nuestro tiempo: el postureo emocional seguramente deja más víctimas a su paso que las balas directas al corazón.

La bala va contigo, molesta a veces, en otras ocasiones te recuerda que estuviste allí, que sucedió realmente; la bala eres tú doliéndote por dentro pero también es lo que has aprendido del dolor. Y siempre se aprende algo. 

jueves, 14 de noviembre de 2013

La hora de la cena


Salgo de la piscina y es la hora de la cena. Hay luz tras las ventanas de las casas, imagino a sus habitantes sentados a la mesa; me cruzo con gatos furtivos que me miran un segundo y luego desaparecen velozmente. Ellos también piensan en la cena. 

Me gusta ese paseo de vuelta a casa que yo alargo a propósito. Me gusta el aire fresco y transparente de la noche de otoño; atisbo estrellas ahí arriba, en parches de cielo que puedo distinguir porque no hay demasiadas farolas por mi barrio.

Vengo de nadar, de acompasar la respiración a mi propio ritmo y cada vez tengo más la impresión de que hay algo sagrado en ello: bajo el agua el tiempo se disuelve y mi cuerpo no tiene peso, es apenas material, y el oxígeno que tomo cada tres brazadas es el más preciado del día, el más precioso para mi superviviencia.

Esta mañana he estado corriendo entre los árboles, pisando hojas secas y deslumbrándome a ratos con la luz potentísima del sol entre las ramas. Se me ocurre que correr es la luz y nadar es la sombra. Cómo he vivido todos estos años sin esto, me pregunto, sin este sense of purpose tan dulce y tan espontáneo. Tal vez estaba escondido en algún lugar y yo no lo sabía, o me daba miedo llegar a él, pero qué alegría estar aquí, ahora, dentro de mí, para disfrutarlo.

Huele a leña según me acerco a casa. Huele a navidad de otro tiempo y recuerdo esas palabras de Whitman que subrayé el otro día, que anoté en mi agenda para poder releerlas cuando quiera:


That wonderous second wind, the Indian summer, attains its amplitude and heavenly perfection, - the temperatures; the sunny haze; the mellow, rich delicate, almost flavoured air: Enough to live - enough to merely be.

                                                                             W. Whitman, Diary in Canada (1880)   


domingo, 10 de noviembre de 2013

Cartas de navegación


Sólo puedo hablar por mí, claro, pero en mi caso la clave ha sido simplificar. Y eso, contando con el miedo que da preguntarse qué es lo esencial. Sobre todo porque siempre existe la posibilidad de cometer un error y pasarse o no llegar. Pero a pesar del miedo, merece la pena. 

Los errores están infravalorados y la alegría también: es curioso que tengan eso en común. 

Hasta aquí, bastante bien. Y ahora, Casiopea.

Casiopea, Silvio Rodríguez


Constelación de Casiopea



jueves, 31 de octubre de 2013

Por qué en griego


Me gusta la resonancia familiar de sus consonantes tan recias, el lirismo de sus palabras más cotidianas. Suena como suena la vida en una casa que una siente como propia. Las ideas más sencillas se subordinan y se siente el peso de cada verbo conjugado, la ramificación interminable de sus declinaciones. 

Delicia de la precisión semántica, de la expresión arbórea.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Por qué en inglés


Me gustan las sílabas que resbalan en la boca, las vocales que dan su vida para que el discurso fluya con mayor rapidez. Las explosiones cálidas de la p y la t y el atropello esdrújulo, elegante, sensual, de tantas combinaciones posibles. 

Palabras como uvas lavadas que estallan entre los dientes y dejan su zumo sobre la lengua.

domingo, 27 de octubre de 2013

Mitropanos y la memoria


El bofetón del recuerdo se contiene en muchas canciones que nos visitan por primera vez un día de manera inocente y que luego regresan, tiempo después, para dejarnos clavado su aguijoncillo invisible.


Cuando escucho al gran, gigantesco Mitropanos, recuerdo a mi querida Chipi, con quien algunas veces canté y bailé zeivékika en su casa de Argüelles. El día en que Mitropanos murió me enteré por ella, y escuchamos Rosa en su ordenador portátil. Los circuitos de la memoria tejen sus hilos invisibles y no lo percibimos en ese momento, pues raramente se da cuenta una de que está archivando un futuro recuerdo; tan fresco en la memoria, tan cercano cuando suena la música y en cambio hoy hace muchos siglos de 2012, hace muchas ciudades desde entonces. 


Paso a menudo, por trabajo, cerca de aquella casa de Argüelles, pero el verdadero revulsivo de la memoria no es la calle ni la parada de metro, sino la ausencia física de mi amiga en Madrid, la voz tremenda de Mitropanos flotando en mi habitación.


Ρόζα

Rosa

Mis labios están secos y sedientos:
ansían el agua del asfalto.
Pasan junto a mí los automóviles;
tú me dices que nos aguarda la tormenta
y me arrastras a un húmedo cabaret.

 Caminamos juntos por la misma calle,
pero nuestras celdas están separadas.
Deambulamos por una mágica ciudad.
Ya no me interesa averiguar qué es lo que buscamos,
me basta con que me des dos besos.

Me apuestas a la ruleta y me pierdes
en una fábula de pesadilla;
mi voz es ahora la de un insecto,
mi vida, una planta trepadora
y tú me apuñalas y me lanzas a la fosa.

Cómo de la necesidad nace la Historia,
y cómo se convierte la Historia en silencio...
¿Qué me miras, Rosa? Estoy paralizado.
Discúlpame por no comprender
lo que dicen los ordenadores y los números.

Amor mío, hecha de carbono y azufre,
cómo te ha cambiado el tiempo.
Ahora pasan los vehículos sobre nuestras cabezas
y yo, en mitad de la niebla y la tormenta,
duermo en ayunas a tu lado.

Cómo de la necesidad nace la Historia,
y cómo se convierte la Historia en silencio...
¿Qué me miras, Rosa? Estoy paralizado.
Discúlpame por no comprender
lo que dicen los ordenadores y los números.



Letra: Álkis Alkeos
Música: Thános Mikroútsikos



jueves, 24 de octubre de 2013

Un encuentro


Lo que nunca debió haber sucedido. Lo que no supimos prever porque nos faltó imaginación o lucidez. Lo que entonces no sabíamos. Lo mucho que aprendí del desastre, lo útil que me ha resultado desde entonces. Una extraña sensación de gratitud que él jamás entendería, que nadie más entendería, que sólo yo entiendo y con eso me basta. The small talk. La despedida breve, contenida, fiel repetición de todos los finales repetidos.


martes, 22 de octubre de 2013

Conversaciones con Olga


He sabido que Olga ha aprendido hoy una de esas técnicas obsoletas y ancestrales que nunca sabes cuándo pueden resultarte útiles, cuándo podrían llegar a salvarte la vida. Es muy importante tener vecinos que la ayuden a una a hacerse cargo de todo tipo de situaciones, porque no man is an island y todos nos necesitamos unos a otros. Tengo la esperanza nada secreta de que ahora Olga me transmita sus recién adquiridos conocimientos para que yo a mi vez pueda también pasárselos a otros.

La vida moderna no se ocupa de lo verdaderamente importante con tanto wifi, gps, hologramas, gafas de realidad virtual. Y eso que lo importante, como se puede leer en ciertas camisetas metafísicas, es saber qué es lo importante. Es por ello que me alegro de que esta mañana mi amiga haya aprendido a descolgar un garrote de un árbol.


jueves, 17 de octubre de 2013

The Awakening


Ha caído en mis manos The Awakening, de Kate Chopin, grato descubrimiento más bien azaroso.

Leo frases que podrían ser aforismos o epitafios  y tengo que releerlas y recuperarme de la sorpresa que me causan.

A certain light was beginning to dawn dimly within her, - the light which, showing the way, forbids it.

Me gusta mucho la manera en que Chopin expresa la incertidumbre que el deseo conlleva. Sigo leyendo y la fascinación no cesa:

But the beginning of things, of a world especially, is necessarily vague, tangled, chaotic, and exceedingly disturbing.How few of us ever emerge from such beginning! How many souls perish in its tumult! 


martes, 15 de octubre de 2013

Los episodios decisivos


No siempre se acuerda uno de todos los episodios decisivos de su vocación.

Lo sabe Muñoz Molina y ahora lo sé yo también.

Cuando hace años me regalaron aquella cartera de piel, mi cartera intemporal de maestra de escuela, me quemaba en las manos como una maldición: No valgo para esto, qué pinto yo aquí, no sabré qué decir a mis alumnos ni cómo tratarlos.

Pero con el paso de los años se han ido produciendo los episodios decisivos a los que Antonio se refiere. Quizá la entrega de aquella cartera fue el primero de todos, un voto de confianza que yo no estaba segura de merecer. Y otros siguieron después, y el resultado es esta certidumbre interior, este disfrute exacto de lo que hago; el anticipo de todo lo que me queda por hacer.



jueves, 10 de octubre de 2013

Crónicas afónicas


Oídos taponados, silencio forzoso como de retiro espiritual. Tirada en la cama planeo mi próxima escapada al Planetario y me quedo mirando al techo: Soy Major Tom and I'm floating in a most peculiar way...

Space Oddity


miércoles, 9 de octubre de 2013

Reruns


He vuelto a ver 500 Days of Summer. La primera vez que la vi fue cuando la estrenaron, allá por 2009.

Como suele sucederme con los libros y películas que no me marcan especialmente, no recordaba apenas el argumento. Tenía, eso sí, el recuerdo de haber comentado a la salida del cine algo así como: Vaya, acaba mal, pero en la última escena se sugiere cierta esperanza.

No es que haya pasado una eternidad desde entonces, pero quizá sí.

Ahora me parece inexplicable que el protagonista no viera (¡que no las viera yo en aquel momento!) las innumerables banderas rojas que anunciaban el desastre desde el principio. Cae por su propio peso que, si bien los seres humanos somos complejos y bastante imprevisibles, cuando alguien de verdad quiere estar contigo, no hay excusas ni péndulos: simplemente está, se mantiene cerca.


domingo, 6 de octubre de 2013

Sueños


En estas últimas dos semanas me estoy dedicando a soñar con la muerte de personas que forman o han formado parte de mi vida en algún momento. Llevo contabilizados seis decesos (dos ataques al corazón, una joven aplastada por un muro al caerle encima, otra fallecida en un accidente de coche, otro muerto por causas desconocidas y por último una víctima de una inundación), es decir, seis que yo recuerde, porque ya sabemos que olvidamos gran parte de lo que soñamos: es posible que la nómina sean aún mayor.

Todas estas personas están vivitas y coleando y, hasta donde sé, no les va mal. A santo de qué se me mueren por la noche, me parece todo un misterio. Lo más curioso es que en el momento no siento dolor ante la pérdida, sino más bien una especie de resignación tranquila, como si entendiese algo muy importante que, al despertar, se me olvidara por completo.



lunes, 30 de septiembre de 2013

Crímenes horrendos


- Hija, a ver si puedes ayudarme.

La anciana que se acerca a la caja trae en la cara dos ojos azulísimos que me sonríen.

- Dígame.

- Mira, yo venía buscando una novela. Para mí. Quiero una novela de crímenes. Pero de crímenes horrendos, de esos suecos.

Su mirada es más joven que el cuerpo que tiene puesto. Hay algo fresco, jovial, en ella, que se refleja en su tono de voz, en su manera de decir lo que dice.

- A mi edad, una ya está harta de novelitas de amor y lujo; ya verás cómo a ti también te pasará un día. Mi hija se aterra porque ahora me ha dado por la novela negra. Cuanto más bestia, más me gusta. Ya verás, es como... Un paso natural que hay que dar.

La señora se marcha, sonriente y satisfecha, con dos novelas de bolsillo. A mí me deja igual de sonriente en la librería, un poco menos sola de lo que estaba antes de que ella llegara.

Quién la hubiera podido conocer con cincuenta años menos.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Conversaciones con Vero (I)


- ¿Sabes cuántos miles de años tiene la cerveza?

- Mogollón. Si la bebían los egipcios...

- ¿Sabes que el otro día grabaron un OVNI en Barajas?

- ...

jueves, 26 de septiembre de 2013

Sin excusa


La manipulación propia del discurso publicitario se manifiesta ante nuestros ojos con un descaro tal que ni siquiera reparamos demasiado en ella.

Al pasar junto a una clínica de tratamientos estéticos, un cartel gigante y colorido me informa de algo que yo no sabía:

¡Ya no hay excusa para no estar siempre perfectas!

Obviamente, hemos internalizado tan bien nuestra obligación que no es necesario que nos la recuerden: basta con que desautoricen nuestras excusas.



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Radiografía


Leo a Victoria Camps con agradecimiento. Gracias a ella estoy comprendiendo la belleza intemporal de la Ética de Spinoza. Vivo esta lectura como una radiografía por dentro.

Dice Victoria Camps:

Cuando falta o falla el conocimiento, la imaginación intenta suplirlo y, al hacerlo, confunde las afecciones de las cosas con las cosas mismas.



lunes, 23 de septiembre de 2013

The wee small hours



A las cinco y media de la mañana todo está oscuro más allá de mi habitación y el mundo permanece detenido, a la espera de que alguien baje la aguja del tocadiscos. Qué hostil y qué hermosamente desnuda se muestra la realidad a esa hora. Es extraño el universo, tan inmensamente pendiente de sí mismo. 

Mientras espero el autobús se va desvaneciendo el sueño, vuelvo sin darme cuenta a la piel en que me encontraba apenas unas horas antes, negligente, distraída.



domingo, 22 de septiembre de 2013

Golpes invisibles

Sentada en un banco de metal, esperando el tren, lo vi. Un moratón grande e impecablemente circular, debajo de la rodilla, un poco a la izquierda de la articulación. Lo primero es el asombro (¿qué hace esto aquí? ¿Cómo ha salido? No recuerdo haberme dado ningún golpe), y lo segundo es la prueba de Santo Tomás: apretarlo con la yema del dedo índice para tratar de extraer alguna información a través del dolor previsible.

Nuevo asombro: no hubo dolor. Taciturna, apreté con más fuerza y entonces sí, sentí un simulacro de dolor lejano, tenue, como llegado directamente de la infancia.



martes, 17 de septiembre de 2013

Preguntas


Ayer preguntó en voz alta:

- Lola, ¿qué es un desamparo?

Traté de explicarlo para toda la clase, pero me resultó muy difícil no entrar en bucle mirándola; la imaginaba por dentro, pensando en una lengua que no es mi lengua, aproximándose con cada pista mía a una palabra con tanta soledad detrás.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Misterio


Abriendo pàginas un poco al azar, releo fragmentos de Cortàzar  y me invade el asombro. No recuerdo haberlos leìdo nunca antes, aunque sin duda es mi mano la que subrayò todas esas palabras que ahora me intrigan, como si estuviese hablando con una doble mìa totalmente desconocida. 

Lo cierto es irse. Quedarse es ya la mentira, la reconstrucciòn, las paredes que parcelan el espacio sin anularlo.



domingo, 15 de septiembre de 2013

Cambio de rumbo


Cambio de rumbo. Otro más. 

El verano ha sido benigno, las vacaciones, una delicia. 

Estuve a punto de cerrar este blog porque ya había cumplido su función, y porque en realidad nada de lo que que digo por aquí es importante. Y entonces me di cuenta de que la mayor parte de las cosas que se dicen a diario no son importantes. Y qué significa importante en todo caso. Y por qué voy a querer yo decir cosas importantes. 

Hoy he visto los primeros caracoles del otoño y los he visto a tiempo, justo a tiempo para evitar pisarlos.

lunes, 5 de agosto de 2013

Su herencia


Salí a pasear por el pueblo al caer la tarde para dejarme querer por el bochorno, para ordenar ideas, para tomarme un helado. Caminé mucho y a mi regreso se desató una de esas deliciosas tormentas de verano con goterones de agua muy gruesos y muy fríos. Traté de caminar más rápido, hice un par de amagos de refugiarme bajo un tejadillo, pero me di cuenta de que ya estaba empapada y de que, de hecho, me lo estaba pasando estupendamente.

Así que me abandoné por completo. Imagino que, si hubo testigos, debieron de pensar que había perdido la chaveta. Recuerdo el tacto fresco del agua resbalando por la frente y las orejas, la nuca, los hombros, los dedos; el chof chof de las sandalias en contacto con mis pies mojados, y, lo mejor de todo, las gafas absolutamente empapadas, cubiertas de diminutas gotitas de lluvia que me impedían ver a más de dos o tres metros de distancia. Hay un adjetivo en inglés, exhilarating, que describe a la perfección, sin necesidad de perífrasis en español, cómo fue aquella tormenta, cómo la viví yo y cómo la recuerdo: sí, fue totalmente exhilarating




Llegué a casa y, antes siquiera de quitarme la ropa, cogí mi teléfono móvil y leí el mensaje que mi querida C. me había enviado hacía un rato. Siento mucho lo de Chavela...

Tengo una gran facilidad para recordar fechas que, por el motivo que sea, son importantes para mí, me sucede de manera bastante espontánea; en este caso el recuerdo de la muerte se mezcla con el recuerdo de la lluvia. Sentí su pérdida porque Chavela es un referente vital para mí, pero al mismo tiempo me consolé pensando que, de acuerdo con algunas entrevistas que había leído, ella no veía la muerte como un mal inevitable, sino como una culminación gozosa de la vida. Se me vienen a la cabeza esos versos de Nacho Vegas: Déjame a mi suerte, que no hay muerte si no hay, también, perfección. 





Cuando Chavela salió huyendo de su Costa Rica natal era apenas una adolescente, y escapaba de una familia que, según ella misma contó en varias ocasiones, no la quería. Parece ser que sus hermanos varones, por el simple hecho de serlo, salían mejor parados en lo que se refiere al afecto que recibían por parte de sus padres (Vargas, C 2012). 

México la acogió entonces, aunque no le resultó nada fácil abrirse un hueco en la ciudad, y no digamos en el mundo de la música. A la pregunta de si consideraba que México le había devuelto el amor que ella le entregara durante décadas, contestó: Sí, me ha correspondido hasta donde puede, por el machismo. Aquí me quieren. En España y Argentina me adoran (Vargas, C 2007).

Ya lo creo que la adorábamos. Y la adoramos. En nuestro país no sólo impactó a personalidades como Joaquín Sabina, Laura García Lorca, Pedro Almodóvar o Felipe González, con lo diferentes que son entre sí. Creo poder afirmar que, a poco que se la escuche con detenimiento, prestando verdadera atención a las inflexiones de su voz, es imposible sustraerse a la extraña corriente que desprende en cada verso. Muerde las palabras a veces y a veces las acaricia, y a veces las escupe. Lloró en alguna ocasión mientras cantaba, pero su llanto no era el de alguien vencido por el dolor, sino el de un animal herido que no tiene otra opción más que sobrevivir. El llanto se convierte entonces en un catalizador de su propia fuerza. Era bellísimo verla entregarse así sobre el escenario.

El 1 de mayo de 1993 Chavela dio un concierto en la Sala Caracol de Madrid que ha pasado a la historia como uno de los mejores que ofreció en España. También en Sevilla impactó al público. Como reseñó en su autobiografía Y si quieres saber de mi pasado (Aguilar, 2001: 251-252), 

En Sevilla me quedé como destanteada, me quedé loca, porque comenzaron a aplaudir de forma muy rara... Pensé para mí: "¡Ay, qué raro me aplauden! ¿Será que no les ha gustado?" 

- Aplauden por bulerías, Chavela.
- ¿Y eso es bueno o malo?
- Es lo mejor.

Imagino su desconcierto y me conmueve. La música provoca reacciones muy intensas en quien la escucha, eso es sin duda universal, pero la manera de expresar esos sentimientos varía culturalmente, y eso hace aún más especial el diálogo que se establece entre el intérprete y su público. Es un diálogo atemporal, en cierto modo eterno. 

Aplauso por bulerías, Sevilla- min. 2:18


Confieso que hay una etapa musical de Chavela que me desquicia. No por ella, en realidad, que canta estupendamente y además todavía no tiene la voz maltratada por la edad y los excesos, sino porque las canciones están repletas de ARPAS. El arpa, ese instrumento del demonio. Estoy convencida de que, si existe el infierno, estará repleto de seres tocando el arpa sin descanso. Arpas gigantes enchufadas a amplificadores. Es una pena, porque canciones como Fallaste, corazón, o Flor de azalea me dan dolor de cabeza por culpa de ese rasgueo incesante. Es una pena renunciar a ellas por el acompañamiento que llevan, pero la salud mental es lo primero. Además, afortunadamente hizo versiones posteriores ya sin arpa. Y ésas sí, ésas son una auténtica maravilla. 






Cómo se resume una vida tan larga. Se corre el riesgo de presentar una imagen inevitablemente sesgada de ella. La Chavela borracha durante años. La Chavela intrépida que paseaba con un revólver al cinto. La Chavela que dejó de beber de un día para otro y definitivamente, para desesperación de sus compañeros de parranda. La Chavela lesbiana que hizo lo que quiso en un mundo, en un tiempo en que aquello podría haberle costado la vida. La que hablaba cada noche un ratito con Lorca antes de dormir y lo contaba con total naturalidad, convencida de que entre los vivos y los muertos hay relaciones más intensas incluso que las que se establecen entre muchas personas vivitas y coleantes.

Fue en su querido México donde Chavela cantó en un concierto muy especial, uno de los que ella recordaría con más emoción. Fue en el Zócalo, en Ciudad de México. Releyendo sus entrevistas me doy cuenta de que tenía la sensibilidad de los verdaderos poetas, que explican el mundo mediante imágenes poco comunes que obedecen a una lógica extraña y hermosa. 

Fue increíble. Estaba el cielo de México y estábamos sobre el Templo Mayor. Yo sentía sus vibraciones donde estaba parada. La bandera de México ondeaba como nunca y esa noche fue de gran libertad. Mientras cantaba, oía en los silencios de la música el llanto de la gente, pero el llanto dulce, ese llanto sereno, y era hermosísimo oír eso. Esa noche sentí algo rarísimo en escena. Cuando salí del escenario me avisaron que había muerto mi hermano en Costa Rica. Pero esa noche fue para mí inolvidable: sentí las emociones en los jóvenes, y yo amo la verdad en los jóvenes (Vargas, C 2003).

Aquella noche desenvolvió ante su público el regalo que tenía para todos nosotros. Para todas nosotras: 

¡Les dejo en herencia mi libertad!





Concierto Sala Caracol, 1993

------------------------------------------------------------------------------------------------------------

                                                      Referencias



- Vargas C, Vales J 2002, Y si quieres saber de mi pasado, Ed. Aguilar, Madrid.

- Vargas, C (entrevistada); Vázquez, E 2003 'Entrevista personal' [en línea], Letras Libres, Septiembre, 2003
http://www.letraslibres.com/revista/artes-y-medios/les-dejo-de-herencia-mi-libertad-entrevista-con-chavela-vargas

- Vargas, C (entrevistada); Petrich, B 2007 'Entrevista personal' [en línea], La Jornada, 8 de junio, 2007

http://www.jornada.unam.mx/2007/06/08/index.php?section=espectaculos&article=a12n1esp


- Vargas, C (entrevistada); Pinilla, J 2012 'Entrevista personal' [en línea], El Comercio, 5 de agosto, 2012

http://elcomercio.pe/espectaculos/1451616/noticia-chavela-vargas-mi-nadie-me-va-domar


miércoles, 17 de julio de 2013

¿De quién es mi cuerpo?


Y tú, ¿qué te pones para correr? 

- Mi cuerpo, claro.





Soy feminista desde pequeña, lo soy desde mucho antes de saber siquiera que lo que yo era tenía nombre(s) y, más aún, que esos nombres son un estigma porque están cargados de razones, de ideas y de acción.

El feminismo es necesario porque aún queda mucho por hacer, y quien lo niegue necesitará hacer un gran esfuerzo y mucha magia para argumentar razonablemente su posición.

No estoy muy de acuerdo con la concepción del "micromachismo" que se emplea últimamente para definir comportamientos o actitudes que no tienen nada de "micro", son muy "macro" porque reflejan y retroalimentan las estructuras patriarcales que conforman la sociedad en que vivimos.

En el caso de la relación entre mujeres y deporte, es innegable que queda muuuuucho por hacer. Ahora nos dejan que participemos en maratones, sí, pero hay que tener en cuenta que el deporte se hace con el cuerpo (también con la mente, desde luego, pero la actividad física se realiza de una forma visiblemente física, como es natural); decía que el deporte se practica con el cuerpo, y aquí es donde entra en juego la concepción del cuerpo que pesa sobre hombres y mujeres y, casi de modo más especial, la consideración que del cuerpo de las mujeres tienen los hombres. Sin olvidar, por supuesto, la cuestión de por qué es tan importante para la mayoría de las mujeres lo que los hombres piensen de su cuerpo.

Pero antes de entrar en teoría feminista, acudo a la memoria reciente para rescatar tres momentos interesantes que he vivido recientemente, a modo de pequeña muestra:

1) Mes de abril. Acudo al centro deportivo del pueblo para apuntarme a natación. Relleno los impresos, presento una fotocopia de mi DNI. Creo que he terminado, pero la chica de recepción me pasa un último papel en el que tengo que reseñar por qué he decidido empezar a hacer deporte. Así, de primeras, me parece una iniciativa simpática.

- ¿Hay alguna opción que sea "Terapia mental"?

La chica se ríe, cómplice.

- Las opciones son sólo tres: "Quiero relajarme", "Quiero fortalecerme" y "Quiero mejorar mi imagen".

Le digo que dudo entre la primera y la segunda.

- Venga, no sé, la primera: "Quiero relajarme".

La chica mira una especie de tabla y me dice que lo siente, pero que si pongo esa opción tengo que hacer pilates y yoga. Me quedo alucinada y pienso: ¿Para qué preguntan si no aceptan tu respuesta como válida?

- Bueno, pues entonces la segunda, "Quiero fortalecerme".

- Es que... Si escoges esa tendrías que hacer máquinas y pesas... Esa es la opción que suelen coger los chicos. La de "Quiero relajarme" es la de las madres y las abuelas (¿?)... En tu caso, la natación... Sería, más bien, "Quiero mejorar mi imagen".

Vamos, que la pregunta era retórica porque la respuesta ya venía dada en función del deporte escogido. Se da por hecho que las chicas quieren hacer deporte para mejorar su imagen, y se da por hecho que los chicos lo hacen para fortalecerse, y así está reflejado incluso en los impresos de inscripción de un centro deportivo que, además, presuponen también el deporte que la gente escoge en función de su sexo y su edad.

Me hizo reír y también me preocupó. Me hizo reír porque mi sentido del humor es bastante absurdo, y valoro esta situación como muy absurda. Me preocupó porque mi conciencia política nunca duerme y detecté lo que hay detrás de esta absurdidad en concreto.

2) Junio. Vestuario del centro deportivo. Hemos salido de clase, estamos quitándonos los bañadores. A estas alturas ya me he acostumbrado a cambiarme delante de mis compañeras de fatigas sin sentir pudor, y me alegro bastante por ello. S. admira los nuevos pantalones que me he comprado. Son vaqueros y muy cortos, a mí me encantan.

- Ay, y mira qué bien te quedan. Claro, con el tipo que tienes (¿?)....

- Bueno, S., ni que tú estuvieras hecha un monstruo. A ti también te quedarían estupendos.

- ¿A mí? Huy, quita, con la celulitis que tengo...

- Pero yo también tengo celulitis, eso qué más da.

- Tú ¿qué vas a tener celulitis?

- Pues claro que tengo. Mira. Me pasa por estar viva.


Carcajada general. Me gusta que se rían, que se planteen que, en efecto, la celulitis, como las canas, como las arrugas, son normales, marcan nuestro paso por este planeta, nuestro paso por el tiempo. Esos cuerpos irreales e inalcanzables que nos venden los medios de comunicación requieren una reversión del tiempo biológico humano: mujeres de cuarenta años con cuerpos infantiles de niñas de doce. Es sencillamente creepy.


3) Hace dos días. Estoy a punto de empezar a correr. Es temprano, hace un día estupendo, llevo unos minutos caminando a paso vivo, calentando hombros, codos, cuello. Me paro en mi línea de salida y comienzo con el calentamiento de tobillos y rodillas. 

Al poco de empezar en correr, hace unos meses, me di cuenta de que el viejo sistema de estirar los músculos antes de hacer deporte, ése que nos enseñaban en el cole, no me servía para mis carreras matutinas. No sólo no me ayudaba, sino que de hecho hacía que se me cargaran mucho los gemelos y los sóleos. Era una tortura. Fui aprendiendo. No sólo a pisar bien al correr, sino también que no a todas las personas les funciona el clásico calentamiento. Hay personas cuyos músculos se tensan en exceso durante los estiramientos y es contraproducente hacer deporte después, pues pueden provocarse lesiones. Soy una de ellas.

Así pues, se nos recomienda que calentemos suavemente las articulaciones y hagamos los típicos ejercicios de corredores, como caminar sobre los talones y las puntas de los pies, pero sin estirar los músculos a la vieja usanza. Es mejor estirarlos al terminar, cuando están calientes y además es un placer en esos momentos, el cuerpo verdaderamente lo agradece.

Bien. 
Estaba yo rotando mis tobillos con mimo cuando escuché un grito bastante enérgico:

- ¡Estira con más energía! A este paso no vas a aguantar ni un kilómetro!

Provenía de un paseador de perros de mediana edad.

Alcé la cabeza. Estaba a unos metros de distancia, subido a un pequeño montículo que hay en el parque donde empiezo y termino mi circuito.

No daba crédito. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Pedirle que me iluminara? ¿Explicarle que no a todas las personas nos funciona bien el método de estirar antes de correr? ¿Le debía yo alguna explicación a aquel hombre?

Así que decidí ignorarlo y seguir con lo mío.

Y él volvió a la carga:

- ¡Lo estás haciendo mal! ¡Mira que te lo digo por tu bien, que yo llevo muchos años haciendo deporte! ¡Así no aguantas ná, ya verás!

Me hartó. 

- ¡Me parece muy bien!

Debió de sentirse herido:

- ¡Bueno, bueno, mira que a mí me da igual, tú verás! ¡No quería molestarte!

- ¡Ya, pero es que yo no voy diciéndole a la gente por la calle lo que tiene que hacer!

- ¡Huy, perdona! ¡No hace falta ponerse así!

Me pregunto yo, ponerme, ¿cómo, exactamente? Desde luego a mí no se me ocurre parar a un chaval por la calle para decirle que estirando a lo bestia se le van a cargar los gemelos. Y si lo hago y el chico me dice que me meta en mis asuntos, pues qué sé yo, tendrá toda la razón. Mientras no dañe a nadie, que caliente como le plazca. 

Pero claro, no se espera de una mujer, menos aún de una mujer joven, que se salte el precepto de la dulzura, de la aceptación del paternalismo como algo normal. Positivo, incluso.

Algo me dice que el paseador de perros esperaba que yo reculase un poco, que le quitara importancia al asunto con un: Bueno, hombre, no pasa nada...

Pero no me apetecía aliviar su incomodidad. Se había metido él solito en el jardín.

- ¡Ya, es lo que pasa cuando uno da consejos que no le han pedido! ¡Venga, hasta luego!

Y me largué con mi alegre trote. Encendí mi mp3 y creo que a lo lejos se quedó él profetizando que no llegaría ni al primer kilómetro. 







Es un asunto muy complejo este de la colonización del cuerpo de las mujeres. Creo que debería dedicarle otra entrada con más tiempo y más espacio. La teoría feminista, especialmente desde los enfoques desarrollados durante la segunda ola, se ha ocupado extensamente de desentrañar cómo las relaciones de poder que se establecen en el sistema patriarcal tienen un impacto directo sobre y, a su vez, un reflejo fiel, en el cuerpo de las mujeres. El poder inscribe su marca sobre los cuerpos de diversas maneras. En ocasiones, ocultándolo con velos o burkas, por ejemplo, haciéndolas depositarias forzosas de un nebuloso concepto de honra comunitaria que restringe su capacidad de acción y decisión; en otras ocasiones, de un modo acaso más perverso por lo hipócrita, asegurando que las mujeres son autónomas respecto a su sexualidad, de manera que la comercialización y explotación de sus cuerpos se presenta como "liberadora". En ambos casos, se deniega a las mujeres una autonomía real sobre sus cuerpos y se ejecutan diversos mecanismos para ponerlas en su sitio cuando tratan de ejercer su libertad sin tener en cuenta las expectativas de género y/o heteronormativas.

Una última reflexión antes de terminar por hoy: ¿Por qué una mujer que hace ejercicio físico es tan visible en la calle y tan invisible en los medios de comunicación y en los centros de decisión/poder? Una corre por un parque y recoge miradas masculinas que parecen indicar que es la primera vez que ven a una mujer hacer deporte. Son miradas que reflejan un gran interés. Pero ese interés no se traduce en la vida real. Ahí fuera, son equipos masculinos los que representan al país y desatan la euforia patria. Un mundial de fútbol masculino, por ejemplo, puede paralizar el tráfico durante horas.

Cuando un equipo femenino consigue diez segundos de atención en un informativo deportivo suelen referirse a sus integrantes como Las chicas de (insertar nombre del/ la entrenador/a)En cambio, ¿Quién ha oído hablar de Los chicos de Mourinho o de Vicente del Bosque?

El paternalismo no es menos grave que la discriminación directa y soez. Es incluso más insidioso porque disfruta de cierta aceptación social y es, por tanto, más difícil de desactivar. La labor de reeducación social es más compleja porque nos enfrentamos a la negación de la opresión. No es opresión, es protección; es por tu propio bien, etc... 

En mi caso, disfruto bastante de mi militancia: estoy acostumbrada a reivindicar mi derecho al espacio físico en los lugares públicos, a salir del armario una media de diez veces al año, a negarme a hacerme la tonta para acariciar el ego de nadie. Me hace gracia el viejo estereotipo (data de los años 80, en realidad) de la feminista enfadada y gruñona todo el tiempo: en mi experiencia, si hay algo que sabemos hacer es reír, reír mucho. Ese es otro tema, también muy interesante, que merece atención específica: el sentido del humor como elemento clave de la resiliencia. 


The history of men's opposition to women's emancipation is more interesting perhaps than the story of that emancipation itself. 

Virginia Woolf

(A Room of One's Own, Hogarth Press, 1929)