jueves, 13 de agosto de 2015

Contradicciones sobre la práctica de la heterosexualidad


Que la heterosexualidad es una institución que perjudica a las mujeres sólo se entiende si se toma en consideración el estatus que, incluso a día de hoy, las mujeres como clase asumen dentro de este tipo de relación. No sólo en la cultura popular y en la tradición (en forma de novelas, canciones, relatos orales, etc) se refleja el papel subordinado que nos asignan por haber nacido con vulva, útero y ovarios, sino que no hace falta más que hablar con amigas heterosexuales o encender la televisión para ver que los estereotipos sobre los que se asienta la inferioridad femenina siguen vivos, muy vivos y coleando.

Trataré de ordenar mi discurso. 

En primer lugar, hay que señalar que la heterosexualidad se asienta, en gran medida, en los conceptos de masculinidad y feminidad. Se consideran esencias de carácter y expresión opuestas y complementarias. Incluso en el caso de las relaciones homosexuales, existe la creencia popular de que debe haber un miembro de la pareja femenino y otro masculino. Que dos personas puedan mantener una relación sentimental en la que los roles no estén designados de antemano parece inquietar mucho a la masa. Resulta curioso lo importante que es para muchas personas comportarse de acuerdo con lo que se espera de ellas por haber nacido con cierto órgano sexual y no otro.

Por otra parte, es muy importante destacar que la diferencia sexual (esto es, biológica), se construye socialmente (por tanto, de un modo artificial) como una diferencia jerárquica. Este punto es básico para comprender por qué no estoy de acuerdo con los postulados de "performatividad" de géneros de la teoría queer. Si ser una persona masculina o femenina no tuviera nada que ver con ocupar un lugar en una escala de poder, si de verdad fuese neutro comportarse como "un hombre de verdad" o "una mujer de verdad", no tendría yo ningún problema con reivindicar las identidades de género.

El quid de la cuestión, como señalan las feministas radicales, es que mientras exista el género, existirá la desigualdad entre los sexos. 

¿Cómo afecta el género en nuestras vidas? 

Hace que se enseñe a los varones, desde su más tierna infancia, a ocupar espacio, a hacer oír su voz, a ser decididos, a defenderse, a reclamar lo suyo. También se les enseña a mantener sus emociones a raya, lo cual sin duda les mutila emocionalmente de algún modo, pero no hemos de perder de vista que se los educa para ser miembros de la clase sexual superior. Por eso la heterosexualidad, en el caso de los varones, va unida indefectiblemente a la masculinidad. 

En el caso de las mujeres, el género nos afecta de un modo bastante diferente: nos enseñan a ocupar poco espacio, a sonreír mucho, a mantener la paz y no llevar la contraria, a no hacer ruido y ser buenas y estudiosas, aunque a la vez se nos educa para que pensemos que no merecemos llegar demasiado alto. Esto resulta muy ventajoso para los varones, pues hace que el techo de cristal pueda mantenerse ahí, en su sitio, durante generaciones, y para que sólo las feministas señalemos que existe. Al fin y al cabo, las feministas no tenemos peso real en la vida pública y política, por lo que el status quo no se resiente.

Una vez que hemos entendido que el género no es una simple expresión de gustos arbitrarios que nos hacen tragar con embudo desde la infancia (lo cual ya es de por sí preocupante), como la división de juguetes o la asignación absurda de colores en función del sexo de la criatura, sino que supone colocar a niños y a niñas en escalones diferentes de poder y autonomía; sólo en este momento, decía, podemos entender por qué la heterosexualidad no parece, a priori, la mejor opción para las mujeres.

Desde un punto de vista político, resulta curioso que las mujeres sean la única clase oprimida de la que se espera que ame a sus opresores. Esta idea no es novedosa en absoluto y desde luego no es mía. La llevan paseando las feministas radicales desde finales de los años 60, época en la que empezó a ser obvio que la revolución sexual había sido una trampa y un engaño para las mujeres.

Una ve o lee las noticias y prácticamente a diario nos enteramos de un nuevo asesinato de una mujer a manos de su pareja/ex pareja/ hijo/ padre; o de su desaparición, o de su violación o violaciones. En muchos casos la víctima es menor de edad, en otros tantos, se trata de una mujer adulta. Día tras día. 

Yo me pregunto: Si con la frecuencia con la que vemos y leemos estas noticias, nos enterásemos de que los miembros de una etnia x le hacen todas estas cosas  que acabo de mencionar a los miembros de otra etnia x de un modo sistemático, ¿saltarían las alarmas? ¿Hablaríamos de conflicto racial generalizado? 

Sin duda la opinión generalizada sería que existe un conflicto a nivel profundo, que unos oprimen a los otros y que esto no puede consentirse en una sociedad democrática y de derecho, como a muchos les encanta decir como en una frase hecha. 

Lo que sería curioso es que les dijeran a los miembros de la clase oprimida, predispuestos por tradición y experiencia a sufrir los ataques de la otra etnia, que lo normal y deseable es que se casen con ellos y tengan hijos y les pongan el apellido de su opresor en potencia. Si estas personas protestasen y hablasen de los altos índices de violencia y discriminación económica, sexual y laboral que sufren a manos de sus opresores, podríamos decirles que, bueno, no todos los miembros de esa etnia les oprimen, sólo algunos que son algo más retorcidos y que no representan a la mayoría. Pero en general, les diríamos, debéis no sólo fiaros de ellos, sino amarlos. Debéis aprender a desear y a erotizar vuestra diferencia de poder.

Menuda disonancia cognitiva sentirían estas personas al encender la televisión otro día más y enterarse de otra agresión a un miembro de su clase por parte de esa otra etnia a la que en teoría deben amar. Y que les vuelvan a repetir que, también ese nuevo asesinato es puntual, que ese pánico que sienten al salir a la calle por la noche ante la posibilidad de sufrir una violación no se corresponde con un peligro real, porque no existe un problema generalizado de violencia contra ellos.

Aquí termino con la analogía, que yo creo que se entiende bastante bien.

Por último, hay otro asunto muy importante, el de la culpabilización de las propias víctimas, mujeres, por las agresiones sufridas a manos de los hombres que las pegan o las violan o las matan o las secuestran. 

La víctima puede librarse de que la culpen si se dan muchas circunstancias a la vez: que estuviera acompañada de varón pero que ni él mismo pudiese protegerla, que ella no hubiese empezado a interactuar con su agresor por propia voluntad, que la agresión se produjera en su propia casa a plena luz del día, etc. 

Son raros los casos en los que la víctima es reconocida como tal, sin añadir a la conversación comentarios que den a entender que ella podría haber prevenido la agresión de alguna manera. Se cambia el foco del agente que realiza la acción hacia la agredida, como si nos olvidásemos de que el agresor es quien realiza el daño, y la atención se centra en lo que la víctima hizo mal, lo que dejó de hacer, lo que podría haber hecho para evitar los golpes o la violación.

Esta es una lógica perversa que da lugar a dos paradojas:

1- No hay manera de estar a salvo. 

Si vives sola, no debes decir que vives sola. Es mejor que pongas el nombre de un varón en el buzón, aunque ese señor no exista. Si sales a la calle, es mejor que estés acompañada, mejor si es un hombre el que lo hace. Si sales a la calle sola, hazte a la idea de que pueden agredirte en cualquier momento, especialmente si lo haces entre la puesta y la salida del sol (aunque conozco un caso reciente que hace que me hierva la sangre en la que la mujer agredida caminaba por su barrio a las tres de la tarde de un domingo, lo cual no le evitó escuchar comentarios como: "a quién se le ocurre ir sola por la calle a esas horas". Esto es rigurosamente verdad, aunque no lo parezca).

También hay que tener otras muchas precauciones, como tener el teléfono a mano si sentimos que un hombre nos sigue de cerca durante demasiado rato, no beber en exceso si no queremos que nos echen droga en la bebida y abusen sexualmente de nosotras, porque eso no se considerará violación, sino un descuido imperdonable por nuestra parte. ¿Cómo se nos ocurre pensar que podemos salir por ahí a bailar y a tomar unas cañas sin correr el riesgo de que nos droguen y nos violen? Hay que asumir el riesgo, normalizar que muchos hombres drogan y violan a las mujeres y enfocar la responsabilidad en esas mujeres que pretenden tener autonomía sobre su cuerpo y su tiempo libre.

La lista es interminable: una no está a salvo en la calle ni en el ámbito público, pero también en casa pueden entrar y atacarnos, y entonces se nos culpará porque cómo se nos ocurre fiarnos de ese hombre que se hace pasar por el técnico de mantenimiento de la caldera, por ejemplo. La culpa no es de él, que decide agredirnos, la culpa es nuestra por no saber de quién no podemos fiarnos.  Y esto me lleva al segundo punto:



2- No hay manera de distinguir al posible agresor del hombre bueno en el que debemos confiar y al que debemos entregarnos en cuerpo y alma.

Este es el núcleo duro de mi tesis en este texto: la heterosexualidad es una trampa para las mujeres en el patriarcado violento en que vivimos porque no hay un modo fidedigno de averiguar si el hombre que tenemos al lado va a decidir atacarnos o no. 

Hay estereotipos que pueden ayudarnos a prevenir agresiones: el yonqui de turno que se nos acerca, o el hombre borracho al que vemos venir hacia nosotras haciendo eses dos calles más abajo. Lo que sucede es que la mayoría de las agresiones, hasta dos tercios de las que se registran de manera oficial, las llevan a cabo hombres conocidos o allegados de la víctima.

Quién no ha visto en las noticias a ese vecino escandalizado de que no sé quién matase a machetazos a su ex mujer, si siempre saludaba en la escalera. Los violadores en masa no son tipos raros con problemas mentales que abusan de niñas en los parques. Esos son los menos comunes, aunque claro que existen. El violador más habitual, como saben las personas que se dedican a ayudar a las víctimas de violación, son familiares, amigos, parejas de estas mujeres que decidieron confiar en la persona equivocada porque no tenían manera de saber que estaban cometiendo un error.

Concluiré diciendo que el patriarcado, con la institución de la heterosexualidad como bandera, obliga a las mujeres a que veneremos a los varones de nuestra vida, ya sean estos padres, abuelos, hermanos, hijos, esposos. Hemos de buscar su compañía, opiniones y protección para poder ser mujeres auténticas y para sentirnos de verdad realizadas. 

Se nos obliga asimismo a no ver ni analizar la sistematicidad de la violencia que se ejerce día tras día contra nosotras, violencia que es física, sexual, simbólica y económica. No sólo debemos amar a nuestros hombres y no ver la violencia que sufrimos, sino que además, en el caso de que no podamos negar lo evidente de los golpes en nuestra piel, deberemos asumir nosotras la responsabilidad de la agresión recibida. 

Es una locura, es una lógica perversa y es lo que me hace afirmar que, en nuestro contexto patriarcal, la heterosexualidad no es ese lugar ideal de felicidad y realización personal del que nos hablan desde la infancia. Yo creo que el lesbianismo político se merece una entrada por sí mismo, y funcionará como una segunda parte de esta que ahora termino.




7 comentarios:

  1. Jo mira que me gustanvalgunos de tus posts,pero esque según esto todas sufrimos por salir solas a la calle y todos los hombres son presuntos asesinos y violadores.
    A las pobres desgraciadas que somos heterosexuales solo nos queda fingir que salimos del armario y tirarnos a los brazos de un impostado amor lésbico, porque aunque dejará de apetecernos disfrutar del sexo con nuestra pareja y nos sentiremos atrapadas en la mentira, dormiremos sin miedo a no despertar.
    A ver si lo del lesbianismo político me lo aclara, porque yo l
    a verdad, no me veo entrando en el armario...

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  2. Me gustaría que me indicaras dónde digo que todos los hombres son presuntos asesinos y violadores. Si vives en negación respecto al hecho de que existe un tipo de violencia física y sexual específica cometida por los varones hacia las mujeres, eso sólo se cura leyendo mucho, escuchando mucho a las víctimas y, en fin, estando dispuesta a abandonar el estado de negación.

    Ojalá tuvieras razón y yo fuera una exagerada.
    Ojalá exageraran cada día las noticias que veo y leo y escucho.

    Entiendo que resulta desconcertante oír hbalar de los altos índices de violencia denominada "machista". Que no es bonito enterarse de los altos niveles de abusos sexuales dentro de familias aparentemente "normales", pero de verdad que creo que estás dirigiendo tu ira contra el colectivo equivocado.

    No somos las feministas que opinamos como yo las que nos dedicamos a violar, pegar o asesinar mujeres. Señalamos un fenómeno que existe y pretendemos que desaparezca.

    Y, por lo que más quieras, por favor, no te hagas lesbiana. El hecho de que sea una opción sexual y de vida tremendamente liberadora no quiere decir que sea ni obligatoria ni del gusto de todo el mundo. Así que no te preocupes, que no hace falta que duermas con mujeres. Simplemente sé solidaria con las que tratan de acabar con el patriarcado. Ahí si sería de utilidad.

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  3. Bueno tus conclusiones lo dejan claro:
    1. No hay manera de estar a salvo.
    2. No se puede distinguir al agresor del hombre bueno (lo de en cuerpo y alma supongo que lo dice tu ira)

    Tu analisis me deja sin salida ideologica a mi, mujer y heterosexual.

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  4. Efectivamente, me has entendido:

    1- Una mujer que va por la calle no tiene manera alguna de saber si el individuo que camina detrás de ella va a decidir violarla, porque no existe un patrón identificable de violador, y porque se producen millones de violaciones a diario. Es por ello que se considera que la violencia sexual es, a nivel global, epidémica.

    2- Me remito al primer punto.
    No creo que te quedes sin salida ideológica por ser mujer y heterosexual. Yo, mujer y lesbiana, también convivo a diario con multitud de hombres en mi vida personal y profesional, y quiero a algunos de los que me son más próximos. Es sólo que no me nubla ese cariño, y que distingo entre el ámbito individual (varones a los que aprecio porque los conozco personalmente, varones a los que desprecio porque los conozco personalmente) y el ámbito global. En el ámbito global, y si miras las cifras que se van actualizando con frecuencia, existe una epidemia de violencia física y sexual que no cometen mujeres contra mujeres ni mujeres contra varones, sino varones contra mujeres. Creo que negarlo es como negar el Holocausto.

    Sólo que el Holocausto, que también incluye víctimas que son varones, sí se toma en serio y la violencia contra las mujeres, no.



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  5. La violencia no se combate con violencia10 de marzo de 2017, 1:32

    Hola. Redactas como una mujer instruida, con coherencia y cohesión, pero tus planteamientos son muy sesgantes.
    Coincido 100% en que sufrimos muchas agresiones y hay que luchar dia a dia para erradicarlo, pero me has recordado a un cura de siglo pasado por el tono casi de adoctrinamiento, lo que esta y lo que esta mal del feminismo, autoproclamandos arbitras. Creo que algunos planteamientos tan radicalizados y que a veces rozan a misandria. Siento que sueltan odio contra los hombres en general cuando por suerte hay hombres que nos apoyan, que no son neanderthales y que no les gusta oprimir. No trato de ofender, pero me suena asi.

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    1. En ningún momento hablo de erradicar la violencia con violencia. Ahora bien, ahora que sacas ese tema, deberíamos enseñar autodefensa a las mujeres para que se protejan. Seguro que en eso estás de acuerdo conmigo.

      No me importa que me digan que soy misandrista o como quiera que se use ese término. Soy orgullosamente feminista radical. Como sin duda sabrás, el feminismo radical surgió a finales de los 60 como reacción ante la traición de los compañeros de izquierdas que eran muy progresistas en todo excepto en lo que concierne a la liberación de las mujeres.
      Ser radical significa ir a la raíz del problema y nombrarlo sin miedo a que nos tachen de poco simpáticas o de odiahombres. Eso es un intento de desviar la conversación del problema. Y el problema es de una magnitud insoportable. Hablo de la violencia sistemática, física y sexual, que está en la base de la dominación patriarcal sobre las mujeres, que después se expresa en otras formas en la vida diaria de las mujeres. Negar la realidad o edulcorarla para no resultar molesta es un error porque vacía el activismo de todo contenido político.
      Estoy acostumbrada a escuchar mensajes como el tuyo y ni siquiera me indignan ni me preocupan, es lo normal. Me refuerza en mis convicciones profundasde que queda muchísimo por hacer, muchísimo por decir. Las feministas nos atrevemos a decir lo que los hombres se atreven a hacer. Ni más ni menos.

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  6. Y por supuesto que hay cosas que están mal. Matar mujeres. Violarlas, agredirlas. Forzarlas a la heterosexualidad. Está mal.

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