jueves, 8 de mayo de 2014

Su terror que no es el mío


A veces ladea un poco la cabeza mientras me mira a los ojos, me sostiene la mirada y está muy cerca, tanto que puedo ver el beso que se le dibuja en los labios. Su beso es un descenso vertiginoso hacia algún lugar todavía por identificar, conlleva un viaje interior que me marea un poco: pierdo pie, me desoriento y cuando regreso han envejecido los relojes, se quiebra la circularidad feliz del tiempo.

El vértigo. No me acostumbro al vértigo.

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