miércoles, 17 de julio de 2013

¿De quién es mi cuerpo?


Y tú, ¿qué te pones para correr? 

- Mi cuerpo, claro.





Soy feminista desde pequeña, lo soy desde mucho antes de saber siquiera que lo que yo era tenía nombre(s) y, más aún, que esos nombres son un estigma porque están cargados de razones, de ideas y de acción.

El feminismo es necesario porque aún queda mucho por hacer, y quien lo niegue necesitará hacer un gran esfuerzo y mucha magia para argumentar razonablemente su posición.

No estoy muy de acuerdo con la concepción del "micromachismo" que se emplea últimamente para definir comportamientos o actitudes que no tienen nada de "micro", son muy "macro" porque reflejan y retroalimentan las estructuras patriarcales que conforman la sociedad en que vivimos.

En el caso de la relación entre mujeres y deporte, es innegable que queda muuuuucho por hacer. Ahora nos dejan que participemos en maratones, sí, pero hay que tener en cuenta que el deporte se hace con el cuerpo (también con la mente, desde luego, pero la actividad física se realiza de una forma visiblemente física, como es natural); decía que el deporte se practica con el cuerpo, y aquí es donde entra en juego la concepción del cuerpo que pesa sobre hombres y mujeres y, casi de modo más especial, la consideración que del cuerpo de las mujeres tienen los hombres. Sin olvidar, por supuesto, la cuestión de por qué es tan importante para la mayoría de las mujeres lo que los hombres piensen de su cuerpo.

Pero antes de entrar en teoría feminista, acudo a la memoria reciente para rescatar tres momentos interesantes que he vivido recientemente, a modo de pequeña muestra:

1) Mes de abril. Acudo al centro deportivo del pueblo para apuntarme a natación. Relleno los impresos, presento una fotocopia de mi DNI. Creo que he terminado, pero la chica de recepción me pasa un último papel en el que tengo que reseñar por qué he decidido empezar a hacer deporte. Así, de primeras, me parece una iniciativa simpática.

- ¿Hay alguna opción que sea "Terapia mental"?

La chica se ríe, cómplice.

- Las opciones son sólo tres: "Quiero relajarme", "Quiero fortalecerme" y "Quiero mejorar mi imagen".

Le digo que dudo entre la primera y la segunda.

- Venga, no sé, la primera: "Quiero relajarme".

La chica mira una especie de tabla y me dice que lo siente, pero que si pongo esa opción tengo que hacer pilates y yoga. Me quedo alucinada y pienso: ¿Para qué preguntan si no aceptan tu respuesta como válida?

- Bueno, pues entonces la segunda, "Quiero fortalecerme".

- Es que... Si escoges esa tendrías que hacer máquinas y pesas... Esa es la opción que suelen coger los chicos. La de "Quiero relajarme" es la de las madres y las abuelas (¿?)... En tu caso, la natación... Sería, más bien, "Quiero mejorar mi imagen".

Vamos, que la pregunta era retórica porque la respuesta ya venía dada en función del deporte escogido. Se da por hecho que las chicas quieren hacer deporte para mejorar su imagen, y se da por hecho que los chicos lo hacen para fortalecerse, y así está reflejado incluso en los impresos de inscripción de un centro deportivo que, además, presuponen también el deporte que la gente escoge en función de su sexo y su edad.

Me hizo reír y también me preocupó. Me hizo reír porque mi sentido del humor es bastante absurdo, y valoro esta situación como muy absurda. Me preocupó porque mi conciencia política nunca duerme y detecté lo que hay detrás de esta absurdidad en concreto.

2) Junio. Vestuario del centro deportivo. Hemos salido de clase, estamos quitándonos los bañadores. A estas alturas ya me he acostumbrado a cambiarme delante de mis compañeras de fatigas sin sentir pudor, y me alegro bastante por ello. S. admira los nuevos pantalones que me he comprado. Son vaqueros y muy cortos, a mí me encantan.

- Ay, y mira qué bien te quedan. Claro, con el tipo que tienes (¿?)....

- Bueno, S., ni que tú estuvieras hecha un monstruo. A ti también te quedarían estupendos.

- ¿A mí? Huy, quita, con la celulitis que tengo...

- Pero yo también tengo celulitis, eso qué más da.

- Tú ¿qué vas a tener celulitis?

- Pues claro que tengo. Mira. Me pasa por estar viva.


Carcajada general. Me gusta que se rían, que se planteen que, en efecto, la celulitis, como las canas, como las arrugas, son normales, marcan nuestro paso por este planeta, nuestro paso por el tiempo. Esos cuerpos irreales e inalcanzables que nos venden los medios de comunicación requieren una reversión del tiempo biológico humano: mujeres de cuarenta años con cuerpos infantiles de niñas de doce. Es sencillamente creepy.


3) Hace dos días. Estoy a punto de empezar a correr. Es temprano, hace un día estupendo, llevo unos minutos caminando a paso vivo, calentando hombros, codos, cuello. Me paro en mi línea de salida y comienzo con el calentamiento de tobillos y rodillas. 

Al poco de empezar en correr, hace unos meses, me di cuenta de que el viejo sistema de estirar los músculos antes de hacer deporte, ése que nos enseñaban en el cole, no me servía para mis carreras matutinas. No sólo no me ayudaba, sino que de hecho hacía que se me cargaran mucho los gemelos y los sóleos. Era una tortura. Fui aprendiendo. No sólo a pisar bien al correr, sino también que no a todas las personas les funciona el clásico calentamiento. Hay personas cuyos músculos se tensan en exceso durante los estiramientos y es contraproducente hacer deporte después, pues pueden provocarse lesiones. Soy una de ellas.

Así pues, se nos recomienda que calentemos suavemente las articulaciones y hagamos los típicos ejercicios de corredores, como caminar sobre los talones y las puntas de los pies, pero sin estirar los músculos a la vieja usanza. Es mejor estirarlos al terminar, cuando están calientes y además es un placer en esos momentos, el cuerpo verdaderamente lo agradece.

Bien. 
Estaba yo rotando mis tobillos con mimo cuando escuché un grito bastante enérgico:

- ¡Estira con más energía! A este paso no vas a aguantar ni un kilómetro!

Provenía de un paseador de perros de mediana edad.

Alcé la cabeza. Estaba a unos metros de distancia, subido a un pequeño montículo que hay en el parque donde empiezo y termino mi circuito.

No daba crédito. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Pedirle que me iluminara? ¿Explicarle que no a todas las personas nos funciona bien el método de estirar antes de correr? ¿Le debía yo alguna explicación a aquel hombre?

Así que decidí ignorarlo y seguir con lo mío.

Y él volvió a la carga:

- ¡Lo estás haciendo mal! ¡Mira que te lo digo por tu bien, que yo llevo muchos años haciendo deporte! ¡Así no aguantas ná, ya verás!

Me hartó. 

- ¡Me parece muy bien!

Debió de sentirse herido:

- ¡Bueno, bueno, mira que a mí me da igual, tú verás! ¡No quería molestarte!

- ¡Ya, pero es que yo no voy diciéndole a la gente por la calle lo que tiene que hacer!

- ¡Huy, perdona! ¡No hace falta ponerse así!

Me pregunto yo, ponerme, ¿cómo, exactamente? Desde luego a mí no se me ocurre parar a un chaval por la calle para decirle que estirando a lo bestia se le van a cargar los gemelos. Y si lo hago y el chico me dice que me meta en mis asuntos, pues qué sé yo, tendrá toda la razón. Mientras no dañe a nadie, que caliente como le plazca. 

Pero claro, no se espera de una mujer, menos aún de una mujer joven, que se salte el precepto de la dulzura, de la aceptación del paternalismo como algo normal. Positivo, incluso.

Algo me dice que el paseador de perros esperaba que yo reculase un poco, que le quitara importancia al asunto con un: Bueno, hombre, no pasa nada...

Pero no me apetecía aliviar su incomodidad. Se había metido él solito en el jardín.

- ¡Ya, es lo que pasa cuando uno da consejos que no le han pedido! ¡Venga, hasta luego!

Y me largué con mi alegre trote. Encendí mi mp3 y creo que a lo lejos se quedó él profetizando que no llegaría ni al primer kilómetro. 







Es un asunto muy complejo este de la colonización del cuerpo de las mujeres. Creo que debería dedicarle otra entrada con más tiempo y más espacio. La teoría feminista, especialmente desde los enfoques desarrollados durante la segunda ola, se ha ocupado extensamente de desentrañar cómo las relaciones de poder que se establecen en el sistema patriarcal tienen un impacto directo sobre y, a su vez, un reflejo fiel, en el cuerpo de las mujeres. El poder inscribe su marca sobre los cuerpos de diversas maneras. En ocasiones, ocultándolo con velos o burkas, por ejemplo, haciéndolas depositarias forzosas de un nebuloso concepto de honra comunitaria que restringe su capacidad de acción y decisión; en otras ocasiones, de un modo acaso más perverso por lo hipócrita, asegurando que las mujeres son autónomas respecto a su sexualidad, de manera que la comercialización y explotación de sus cuerpos se presenta como "liberadora". En ambos casos, se deniega a las mujeres una autonomía real sobre sus cuerpos y se ejecutan diversos mecanismos para ponerlas en su sitio cuando tratan de ejercer su libertad sin tener en cuenta las expectativas de género y/o heteronormativas.

Una última reflexión antes de terminar por hoy: ¿Por qué una mujer que hace ejercicio físico es tan visible en la calle y tan invisible en los medios de comunicación y en los centros de decisión/poder? Una corre por un parque y recoge miradas masculinas que parecen indicar que es la primera vez que ven a una mujer hacer deporte. Son miradas que reflejan un gran interés. Pero ese interés no se traduce en la vida real. Ahí fuera, son equipos masculinos los que representan al país y desatan la euforia patria. Un mundial de fútbol masculino, por ejemplo, puede paralizar el tráfico durante horas.

Cuando un equipo femenino consigue diez segundos de atención en un informativo deportivo suelen referirse a sus integrantes como Las chicas de (insertar nombre del/ la entrenador/a)En cambio, ¿Quién ha oído hablar de Los chicos de Mourinho o de Vicente del Bosque?

El paternalismo no es menos grave que la discriminación directa y soez. Es incluso más insidioso porque disfruta de cierta aceptación social y es, por tanto, más difícil de desactivar. La labor de reeducación social es más compleja porque nos enfrentamos a la negación de la opresión. No es opresión, es protección; es por tu propio bien, etc... 

En mi caso, disfruto bastante de mi militancia: estoy acostumbrada a reivindicar mi derecho al espacio físico en los lugares públicos, a salir del armario una media de diez veces al año, a negarme a hacerme la tonta para acariciar el ego de nadie. Me hace gracia el viejo estereotipo (data de los años 80, en realidad) de la feminista enfadada y gruñona todo el tiempo: en mi experiencia, si hay algo que sabemos hacer es reír, reír mucho. Ese es otro tema, también muy interesante, que merece atención específica: el sentido del humor como elemento clave de la resiliencia. 


The history of men's opposition to women's emancipation is more interesting perhaps than the story of that emancipation itself. 

Virginia Woolf

(A Room of One's Own, Hogarth Press, 1929)






4 comentarios:

  1. Eso de que eres feminista des de pequeña -antes de saber tu nombre- no sé yo si te lo compro... vamos un poquito exagerada. Sin embargo, estoy más o menos de acuerdo con el resto del artículo, aunque a veces tengas una forma de escribir que desprenda un poco de condescendencia -que personalmente me molesta. La condescendencia es una de las cosas que más me molesta-

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  2. Me temo que me malentendiste: dije que era feminista antes siquiera de conocer el término "feminismo", no antes de saber mi nombre. Lamento que te moleste mi condescendencia, aunque me reservo el derecho de no caerle bien a todo el mundo.
    Salud y gracias por el feedback.

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  3. Hace mucho tiempo que leí este artículo, no comenté nada porque esperaba que creases un apartado sobre el feminismo, puesto que es un tema muy importante. Te animo encarecidamente a escribir más sobre el tema, a mi no me ha molestad en ningún momento.
    Y alucino con las experiencias que una se va encontrando. Lo del gimnasio, nada más leerlo me dieron ganas, de como mínimo poner una reclamación. Este fin de semana voy a probar el surf, y éste ha sido un comentario de un chicoque nos acompaña y que ya tiene experiencia en este desporte, "bueno, las mujeres sois más torpes, lo digo entre comillas claro “, entre otras muchos halagos que dijo de las mujeres. Creo que en general habría que analizar la pereza además de resiliencia.

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  4. Sí, Ana, estoy totalmente de acuerdo contigo. La pereza y la normalización de conductas machistas hace que nos quedemos estancadas en eso: los tópicos, los prejuicios... Y claro, para ellos este estancamiento es cómodo, porque pueden usar sus privilegios y a ti decirte que "es broma" lo que en realidad no lo es. Siempre he pensado que los hombres temen tanto al feminismo porque sospechan que ellos, en nuestro lugar, habrían hecho una sangría hace mucho tiempo.

    En fin, ¡me tienes que contar qué tal tu aventura velera y surfera!

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