domingo, 8 de junio de 2014

Sueños (III)


Pasé por delante de un bazar chino y me detuve unos segundos a mirar los cachivaches que tenían apilados junto a la puerta: sacos de mantillo y de carbón para barbacoas, un rastrillo más alto que yo, muchas macetas. En uno de aquellos macetones alguien había colocado una pequeña plancha de madera y sobre ella dormía un gatito pardo, pequeño y de aspecto bastante irresistible. 

Toqué su cabeza con la yema de mi dedo índice y aquella bola de pelo, todavía dormida, hizo la croqueta. HIZO LA CROQUETA. Iba a tocarle la barriga, pero en estas me encontraba cuando me interrumpió el dueño de la tienda. Apoyado en el quicio de la puerta me sonreía con actitud comprensiva:

- ¿Te gusta? Llévatelo. Estamos intentando regalarlo pero nadie lo quiere y mientras nosotros lo estamos cuidando. Pero si te gusta, llévatelo.

Lo primero que pensé fue: No puedo. Es que no puedo. No, de ninguna manera. 

Lo segundo que pensé fue: Qué carajo. Me lo llevo, claro que puedo hacerme cargo de él.

Lo tercero que pensé fue: Ahora mismo lo llevo a que me lo desparasiten.

Entonces empecé a plantearme cómo lo llamaría. Fui descartando nombres que tengo en el desván mental de nombres para gato: Salmorejo, Pegatina, Pepe el Romano. Ninguno me convencía para el que tenía entre las manos. 

Entonces se me ocurrió Michi. Suena muy a micho, a gato. Pero será Michi Panero o no será.

Y desperté de madrugada y me estaba riendo yo sola, como la demente gatuna que soy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario