Sin excusa
La manipulación propia del discurso publicitario se manifiesta ante nuestros ojos con un descaro tal que ni siquiera reparamos demasiado en ella.
Al pasar junto a una clínica de tratamientos estéticos, un cartel gigante y colorido me informa de algo que yo no sabía:
¡Ya no hay excusa para no estar siempre perfectas!
Obviamente, hemos internalizado tan bien nuestra obligación que no es necesario que nos la recuerden: basta con que desautoricen nuestras excusas.
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