domingo, 27 de octubre de 2013

Mitropanos y la memoria


El bofetón del recuerdo se contiene en muchas canciones que nos visitan por primera vez un día de manera inocente y que luego regresan, tiempo después, para dejarnos clavado su aguijoncillo invisible.


Cuando escucho al gran, gigantesco Mitropanos, recuerdo a mi querida Chipi, con quien algunas veces canté y bailé zeivékika en su casa de Argüelles. El día en que Mitropanos murió me enteré por ella, y escuchamos Rosa en su ordenador portátil. Los circuitos de la memoria tejen sus hilos invisibles y no lo percibimos en ese momento, pues raramente se da cuenta una de que está archivando un futuro recuerdo; tan fresco en la memoria, tan cercano cuando suena la música y en cambio hoy hace muchos siglos de 2012, hace muchas ciudades desde entonces. 


Paso a menudo, por trabajo, cerca de aquella casa de Argüelles, pero el verdadero revulsivo de la memoria no es la calle ni la parada de metro, sino la ausencia física de mi amiga en Madrid, la voz tremenda de Mitropanos flotando en mi habitación.


Ρόζα

Rosa

Mis labios están secos y sedientos:
ansían el agua del asfalto.
Pasan junto a mí los automóviles;
tú me dices que nos aguarda la tormenta
y me arrastras a un húmedo cabaret.

 Caminamos juntos por la misma calle,
pero nuestras celdas están separadas.
Deambulamos por una mágica ciudad.
Ya no me interesa averiguar qué es lo que buscamos,
me basta con que me des dos besos.

Me apuestas a la ruleta y me pierdes
en una fábula de pesadilla;
mi voz es ahora la de un insecto,
mi vida, una planta trepadora
y tú me apuñalas y me lanzas a la fosa.

Cómo de la necesidad nace la Historia,
y cómo se convierte la Historia en silencio...
¿Qué me miras, Rosa? Estoy paralizado.
Discúlpame por no comprender
lo que dicen los ordenadores y los números.

Amor mío, hecha de carbono y azufre,
cómo te ha cambiado el tiempo.
Ahora pasan los vehículos sobre nuestras cabezas
y yo, en mitad de la niebla y la tormenta,
duermo en ayunas a tu lado.

Cómo de la necesidad nace la Historia,
y cómo se convierte la Historia en silencio...
¿Qué me miras, Rosa? Estoy paralizado.
Discúlpame por no comprender
lo que dicen los ordenadores y los números.



Letra: Álkis Alkeos
Música: Thános Mikroútsikos



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