Se hace un breve silencio mientras bebemos sincronizadamente y escuchamos, muy cerca, justo detrás de nosotras, a un hombre joven que canturrea feliz:
Vete a dormir, ya no pintas nada aquí,
vete a dormir, vete a dormir,
que tus padres quieren viviiiiiiiiiir.
Ella no se gira porque sería muy descarado pero yo sí lo hago. El hombre sostiene al bebé en brazos y le canta la nana más pasivo agresiva que he oído nunca. Le sonríe dulcemente, lo cual seguramente incremente el impacto del trauma en la criatura, y nosotras comentamos que, claro, no hay quien camine por la faz de la Tierra sin una dosis de plancha parental: es el material con el que se elaboran las cervezas compartidas de la madurez.
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