jueves, 27 de junio de 2013

La metamorfosis


Hace unos días se me vino a la cabeza aquella camiseta granate de tirantes que G. se dejó olvidada tras el que resultó ser nuestro último encuentro feliz. Recordé cómo el verano pasado me la puse un par de veces con una especie de certeza de india nativa norteamericana: Ponte su camiseta y será como si tuvieras su cuerpo más cerca.

Bueno, la certeza resultó desacertar completamente y, cuando unas semanas más tarde llegó el final de los finales, hube de enfrentarme a la pequeña camiseta que compartía cajón con el resto de mi ropa. En un arranque de valor, la cogí con mucho cuidado, como si fuera a morderme, abrí el armario y la lancé con todas mis fuerzas a la parte más alta, donde guardo mi mochila de viajes mochileros. Desapareció en la negrura insondable del armario y yo me froté las manos como quien acaba de terminar un trabajo bien hecho.




No fue hasta el otro día que de pronto, sin nada que pudiera hacerme pensar en ella, me acordé de la camiseta. Sin pensarlo siquiera  fui hasta el armario, silla en mano, lo abrí de par en par y me encaramé peligrosamente a la silla para alcanzar su región más inaccesible. Y allí, en el fondo, di con ella. Estaba intacta, ligeramente arrugada. La olí de ese modo instintivo con que los gatos olisquean los objetos conocidos para despertar su memoria más antigua. Nada, ni rastro del olor de G., como es natural. Ni siquiera olía a mí.

Supe entonces lo que tenía que hacer. Y lo hice.

No sólo he perdonado a la camiseta, sino que me he perdonado a mí misma por sentir aún afecto por ella. Siempre me cayó bien, no tiene culpa de lo que pasó entre G. y yo, y ha recuperado con creces su lugar en el mundo. Ahora luce una leyenda en la parte delantera:

Former heartbreak T-shirt

y otra en la parte trasera:

Current running T-shirt


Me da la impresión de que la camiseta se parte de risa cuando la saco a recorrer el pueblo, y a mí me alegra verla feliz. Ya era hora. Seguramente nunca imaginó que acabaría sus días acompañándome a mí, una perfecta desconocida, en sus modestas carreras rurales, pero acaso no es así la vida, llena de sorpresas y recovecos y cambios de rumbo casi, casi imprevistos.

Se me vienen a la cabeza los versos siempre certeros de Emily Dickinson:

               
                               We never know we go -when we are going
                                          we jest and shut the door; 
                                       fate following behind us bolts it,
                                           and we accost no more.









2 comentarios:

  1. Enhorabuena por lo de la camiseta, es un gran paso, o mejor dicho una buena carrera.como siempre, es una delicia leerte, todo fluye en mi mente, que bien escribes muñeca.

    ResponderEliminar
  2. Pero qué bonita eres :) Me alegra mucho que te haya gustado, sí que fue importante para mí. Ahora lo que toca es ¡verte bailar!

    ResponderEliminar