miércoles, 18 de diciembre de 2013

Bechdel


Leo con regocijo que en algunos círculos culturales se está debatiendo la idoneidad de la aplicación del test Bechdel para explorar la presencia y representación de las mujeres en el cine. Este test, explicado brillantemente por Anita Sarkeesian en su  Feminist Frequency, aquí puede verse, está tomado de la dibujante Alison Bechdel, que en 1985 se planteó en cuántas películas se da el sencillo requisito de que aparezcan, por lo menos, dos mujeres con nombre, que hablen entre sí, y que hablen de algo que no sea un hombre. Muy pocas películas pasan este test. No lo pasaban las de los años ochenta, pero tampoco en 2013 lo pasan demasiadas. 

Resulta llamativo que, a pesar del cada vez más largo metraje de las películas actuales, de verdad no quepa un solo diálogo entre dos mujeres con nombre que no estén pensando en un hombre, sea un novio, un hijo, un padre o un jefe. 

Rápidamente han saltado los y las de siempre blandiendo la palabra más temida: CENSURA, asegurando que aplicar este test coartará la libertad de expresión de los creadores, que la ficción es ficción y que el hecho de que casi ninguna película pase el test no significa absolutamente nada. Estas suelen ser las mismas personas que aseguran que el movimiento feminista ya no tiene mucho sentido porque lo hemos conseguido todo, que no existe discriminación alguna por razón de sexo, orientación o identidad sexual. 

Yo creo que la polémica que se está creando en torno al test indica que, sin duda, escuece. Hay muchos clichés en la industria cinematográfica, y me parece que nadie se tiraría de los pelos con indignación si dijera que en muchas de las películas de Hollywood se identifica, todavía a día de hoy, a los negros e hispanos con la delincuencia y la peligrosidad. Por supuesto, esto no es más que un cliché, y hay muchas producciones que se encargan de revertir tal cliché o al menos lo cuestionan. Eso no provoca reacciones tan viscerales como las que he leído en los últimos días.

Pero en cuanto entramos en la arena feminista se despiertan las sensibilidades más rancias y resulta que exageramos, que le damos demasiada importancia a la ficción, que protestamos por todo. (Por cierto, esto último es cierto: claro que protestamos por todo por lo que hay que protestar. Y menos mal. Si no, a saber si podríamos votar, conducir o estudiar una carrera universitaria a día de hoy. No nos han regalado nada).

¿Soy la única que se plantea la cara que pondría la gente si de repente todas las películas funcionaran al revés? Mayoría de personajes femeninos, los pocos masculinos no tienen nombre siquiera, y si lo tienen y llegan a hablar con un congénere lo hacen sólo acerca de mujeres presentes en su vida, dando a entender que no tienen interés por su trabajo, aficiones o vida interior siquiera.

Sería taaaaan aburrido. 
El cine se convertiría en cosa de mujeres.
¿A quién iba a interesarle semejante patrón cinematográfico?

Lo divertido, por inquietante, es que nadie cuestiona el status quo. Y a quien lo cuestiona se le ataca, todos a una, mediante la burla y también mediante el silencio más absoluto, si la situación lo requiere. Si se puede, se ignora su presencia. Si sus ideas llegan a ver la luz, lo mejor es burlarse y atacar desde la condescendencia.

Porque el test Bechdel no es nuevo. Ni siquiera data de los años 80. Como explica su autora, 


I speak a lot at colleges, and students always ask me about the Test. (Many young people only know my name because of the Test—they don’t know about my comic strip or books.) (I’m not complaining! I’m happy they know my name at all!) But at one school I visited recently, someone pointed out that the Test is really just a boiled down version of Chapter 5 of A Room of One’s Own, the “Chloe liked Olivia” chapter.
I was so relieved to have someone make that connection. I am pretty certain that my friend Liz Wallace, from whom I stole the idea in 1985, stole it herself from Virginia Woolf. Who wrote about it in 1926.
Alison Bechdel habla sobre su test



Alison Bechdel en una conferencia


Así que fue Virginia Woolf la que primero reflexionó acerca de la presencia y representación de las mujeres en la ficción. En su caso, como no podía ser de otro modo, se refería a la literatura. La Woolf es una marca con solera. Virginia Woolf: desde 1926 poniendo incómodo al personal.  

Yo lo tengo muy claro. Si viviera en esa sociedad igualitaria en la que me aseguran que vivo, no haría falta este test porque las películas lo pasarían de manera natural. Cada cual que siga haciendo las películas a su manera, desde luego, pero que nadie se irrite si le metemos el dedo en el ojo al señalar que, de hecho, su ficción se parece bastante a la realidad.  

Soy tan fan de Alison Bechdel. Sus dos novelas (autobio)gráficas son dos tesoros que se releen con el mismo placer de la primera vez. Me encanta su voz tan alta, tan clara, tan divertida. Es para mí otro de esos referentes de cabecera.






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