martes, 10 de diciembre de 2013

Moments of being


He dado un largo paseo por el pueblo esta mañana; uno de esos que no se planean y que tal vez por eso se disfrutan más. Cuando terminé mis recados era todavía temprano y me vi de nuevo en la calle, con varias horas por delante y unas ganas crecientes de caminar bajo el sol de diciembre, ese sol con uñas del que hablaba Muñoz Molina y que tanto parece gustarle también a los gatos.

He caminado por calles que ya son tan mías como las de otros lugares en que he vivido y me he sentido feliz sabiendo que, aunque me haya mudado de casa tantas veces, hay dentro de mí una raíz que se hunde bajo mis pies vaya donde vaya. Es un centro que seguramente todas las personas tenemos aunque tal vez tardamos cierto tiempo en darnos cuenta de que existe y, sobre todo, en valorarlo. No hay mejor ancla que ese centro. No hay mejor ala delta que ese centro.

Hacía mucho tiempo que no me alejaba del pueblo por ese camino de tierra. Había escarcha por todas partes, en el suelo y también en los sembrados. Imagino que resistirán estoicamente las heladas para retoñar con más fuerza en primavera: es irresistible el impulso de renacer, o eso parece. 

La acequia que en verano fluye perezosamente estaba casi congelada, y la visión del pueblo a mi espalda, con la iglesia destacando al fondo, parecía sacada de una postal o de una ilustración de cuento infantil. Junto a la vega se forma una neblina débil que empaña un poco el paisaje y que me recuerda al humo que sueltan las chimeneas de las casas.

Recuerdo cuando Martínez Victorio nos habló en clase de eso que Virginia Woolf llamaba moments of being. Son más o menos un equivalente de las epiphanies de Joyce: instantes en que estamos plenamente presentes, instantes de una concentración alegre y llena de curiosidad. Lo que me maravilla es que esos moments of being abundan, a pesar de los pesares, si nos detenemos a escuchar y a mirar de verdad.

Fue también Virginia Woolf la que defendió un optimismo orgánico con el que me identifico ahora más que nunca:

These are the soul's changes. I don't believe in ageing. I believe in forever altering one's aspect to the sun. Hence my optimism.


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