jueves, 2 de enero de 2014

Apuntes de librería (II)


La señora me sonríe todo el rato mientras me dice algo en ruso a toda prisa. Bueno, creo que es ruso porque escucho dos palabras que conozco: niet y russki.

También escucho Pirineos, aunque no pondría la mano en el fuego.

Habla a toda velocidad. Le digo en español que no la entiendo. Se lo digo en inglés. Ella agita la cabeza con sorpresa, como si estuviéramos en una librería en Moscú y yo no pintase nada allí.

Oh. Creo que me ha hecho una pregunta. Alzo las palmas de las manos al aire, en un gesto universal (espero) que pretende decir: ni idea. No tengo ni idea de lo que me está usted diciendo.

Entonces ella ralentiza su discurso. Abre los ojos enfáticamente y gesticula mucho y casi se lo agradezco. Se lo agradezco tanto que casi la entiendo. 

Es inevitable que se marche al cabo de un par de intentos más, infructuosos y divertidos.

Quizá buscaba un libro en ruso sobre los Pirineos. Me quedaré con la duda y eso es lo que me fastidia. Y llego a la conclusión de que me gusta aprender idiomas no por un abstracto amor al conocimiento, sino por un gigantesco deseo de inmiscuirme en la vida de los demás. Así de simple, así de razonable.


2 comentarios:

  1. Doña cotilla de lo ajeno:)...y no era Ruso era un llamamiento a la camadería.
    El próximo libro será de un eslavo, metete en su cama, mata a su hermano, engaña a su amante con su marido y sobre todo descubre que lo universal es lo cotidiano...
    Hala me voy al tajo...que doce horas no son nada.

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  2. Lo universal es lo cotidiano y tú y yo y unas cuantas más somos unas supervivientes :)

    Madre mía, nos merecemos unas super vacaciones!

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