lunes, 20 de enero de 2014

Sueños (II)


Desperté muy temprano sintiendo todavía lo irreal de la situación que acababa de soñar. El beso tan dulce y tan perfecto, su cara triste y sus palabras: Siento no haber sido valiente en su día.

Pero no fue por falta de valentía, dije yo, más bien en tono de pregunta. Es sólo que no queríamos lo mismo.  

Entonces me aseguraba que esta vez sí sabía que quería estar conmigo. 

Yo no me lo creía del todo. ¿Estás segura? No puedo con los péndulos. Ya no.

Y ella me volvía a decir que sí. Siento que ya no confíes en mí como confiabas antes.

No recuerdo qué más pasaba. Desperté muerta de sed y miré el reloj. Eran las cinco de la mañana y todavía era noche cerrada ahí fuera.

Cuando volví a la cama estaba todavía aturdida por la escena tan viva que acababa de tener ante mis ojos (cerrados y en estado de inconsciencia, pero en fin). 

Qué extraña lógica preside los guiones que dan forma a nuestros sueños. Por qué soñamos con personas a las que no hemos visto en mucho, mucho tiempo, con las que no tenemos contacto y a las que nada nos une ahora porque el momento del gran sí o del gran no ya pasó. Por qué soñé justo después que le cantaba las cuarenta a ese ser antediluviano que es Antonio María Rouco Varela.


¿POR QUÉ?  



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