martes, 7 de enero de 2014

Horas y horas


Vengo de varias semanas de intenso trabajo intensa explotación. Quizá por eso ha sido tan placentero pasear esta mañana temprano con toda la calma del mundo por las calles de Madrid. Las horas de holgazanería son más deliciosas aún cuando se ha fantaseado sobre ellas con antelación. Precisamente hoy lo comentaba con Venegas: sin perspectiva no hay apreciación. Ni de lo que se tiene ni de lo que no se tiene. La perspectiva no nace sola, o no siempre; a veces puede surgir de la observación atenta, pero sospecho que en general la perspectiva nos la conceden los cambios. Cambia la situación y entonces hacemos un análisis más completo, y sólo en ese momento empezamos a ver lo que no distinguíamos antes porque estábamos en medio del diluvio o del espejismo.  

Parecía primavera en las callejas con el sol resbalando, intenso, por fachadas y balcones. A ratos, el goteo de la duda en la conciencia: ¿Y si, después de todo, me quedo aquí? ¿Y si la oportunidad que busco me encuentra aquí? No es fácil abrirse camino pero no lo es en ningún lugar. No en estos tiempos. Por eso es mejor extraer la felicidad a cada paso, en cada instante en que se presenta, y atesorarla. La raíz bajo los pies y estar donde se está en cada momento, ese es mi plan por ahora.

Y aún me quedaban regalos por abrir esta mañana. He callejeado perezosamente hasta que me he dado cuenta de que estaba muy cerca de la Librería de Mujeres, ese lugar que tenía pendiente y que todavía no había visitado.

Entonces ha explotado el contador del tiempo. No me extraña que la editorial que estas estupendas mujeres hacen funcionar se llame Horas y Horas.





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